28 de abril de 2014
Un grupo de juristas, historiadores y empresarios se unen contra la secesión
Ciudadanos de derechas, de izquierdas, que se sienten solo nacionalistas catalanes o que se definen como federalistas o que, en su mayoría, defienden una identidad compartida. Todos distintos, pero con un denominador común: defienden la unidad de España y rechazan la secesión. Diferentes colectivos y profesionales contrarios a la independencia han logrado algo que hace seis meses parecía imposible: constituir por primera vez una entidad, Societat Civil Catalana, integrada por ciudadanos de diferentes ideologías, superando el cliché de que quien defiende en Cataluña la unidad de España está vinculado al Partido Popular o a Ciutadans.
El intento de aunar a todas las familias ideológicas fracasó el 12 de Octubre y también el Día de la Constitución; los populares coparon las dos citas. Esta vez no ha sido así. La entidad, formada por juristas, empresarios e historiadores, escogió un día tan simbólico como el de Sant Jordi para presentarse ante la sociedad y organizó un acto en el teatro Victoria de Barcelona, al que asistieron 1.200 personas. 600 se quedaron fuera. No se vieron banderas —solo dos españolas— y se repartieron 1.500 rosas. El colectivo quiere mantener al margen a los partidos, aunque muchos de sus miembros están o han estado en la órbita del PP, Ciutadans y, por primera vez, del PSC. El diputado socialista en el Congreso Joan Rangel estaba entre el público. Pero también Santiago Abascal, de Vox.
No fue seguramente gratuito que Joaquim Coll, vicepresidente de Federalistes d’Esquerra, historiador y militante del PSC, se llevara con su discurso la mejor ovación. “Es incompatible ser de izquierdas y ser independentista. Han convertido la distribución de la renta en expolio fiscal”, proclamó. Los promotores leyeron el manifiesto, suscrito ya por 8.000 personas, que llama a la sociedad a movilizarse “por una Cataluña abierta en una España de todos”.
José Domingo, abogado de la Seguridad Social, exdiputado de Ciutadans, inagotable luchador en contra de la inmersión lingüística, estaba exultante tras el éxito de la convocatoria. Domingo fue uno de los promotores del acto del 12-0, que reunió a miles de personas en la plaza de Catalunya. La fiesta tuvo el sello inconfundible del PP —DJ incluido— y no ocultó su desencanto al no haber seducido a la izquierda. “Se ha roto un tabú”, dice ahora, subrayando que el objetivo es visualizar que Cataluña es más plural de lo que parece. “Si hubiera venido en Sant Jordi un extraterrestre a Barcelona, habría pensado que todo el mundo es independentista. Había 200 o 300 casetas de la Asamblea Nacional Catalana”, explica en alusión a la entidad que convocó las multitudinarias movilizaciones de las dos últimas Diadas.
Societat Civil Catalana se empezó a gestar a principios de año a través de un empresario, votante de Convergència, con amigos en común en el crisol de pequeños grupos antisoberanistas. Ahí confluyeron Domingo; Josep Ramon Bosch, historiador y directivo de una multinacional japonesa; Susana Beltran, profesora de Derecho Internacional de la Autónoma; Joaquim Coll o José Rosiñol, jefe de ventas de una empresa de alimentación y que firma el blog Diario de un no nacionalista en Periodista digital, y que ejerce de presidente provisional.
El colectivo ha tirado de símbolos, empezando por su nombre, porque en Cataluña el término sociedad civil ha aludido históricamente a la burguesía. “Hay cierto ánimo provocador. Es para que la gente reaccione. No somos la sociedad civil. Quitamos el artículo”, explica Bosch, que abandonó el PP tras la llegada de Alicia Sánchez-Camacho y de constatar la imposibilidad de dar un giro catalanista al partido. El grupo quiso arrancar en el Palau de la Música y el precio les arredró (18.000 euros). Y ha ido con pies de plomo: su anagrama es un fondo azul solo con la senyera.
El manifiesto apela a que no desean que se les considere extranjeros en su tierra y omite cualquier alusión a la consulta. Todos rechazan que se les tache de nacionalistas españoles, y Rosiñol esgrime: “No apelamos a las esencias patrias. Es una ética de mínimos democrática: respeto a la ley, al Estado de derecho y a la democracia”.
La entidad parece, sin embargo, el reverso o el negativo de la ANC, que aúna desde simpatizantes de Unió hasta miembros de la CUP con el fin, en este caso, de la secesión. El historiador Joan. B. Culla sostiene que son instrumentos transversales con objetivos opuestos, y da la bienvenida a la nueva plataforma, aunque pide que no tenga “ínfulas de superioridad intelectual y moral”. Pero los promotores niegan cualquier parecido con la ANC. “No pretendemos, como ella, condicionar la hoja de ruta de los políticos. Solo queremos informar”, sostiene Domingo. “La ANC busca romper la legalidad; nosotros, mantenerla. Y me parece despectivo”, continúa, “que nos etiqueten de unionistas. Esto no es el Ulster y aquí no hay violencia”, añade Bosch, con sus ocho apellidos catalanes —así fue presentado en el Victoria— y que ayer estaba en Poblet, en la creación de otra entidad antisoberanista, Somatemps, formada por historiadores.
La incógnita es hasta qué punto la militancia del PSC se implicará en el proyecto. Coll sostiene que el colectivo ha demostrado que se ha superado la “falacia de la asociación”, es decir, poder agruparse sin compartir completamente un ideario. “No veo ninguna contradicción en que la gente del PSC se sume”, reflexiona. La entidad ha programado una cadena de movilizaciones que culminarán en junio y, aunque sostiene que no intenta emular a la ANC, ha convocado para el 11 de septiembre un acto en Tarragona como capital de la Hispania Citerior. En Barcelona, la ANC ha hecho un llamamiento para ocupar de punta a punta la Diagonal.
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