4 de agosto de 2011

Segundo asalto fallido a Sol

Segundo asalto fallido a Sol

Los «indignados» chocan de nuevo con el blindaje policial del «kilómetro cero». Cortaron Atocha, Alcalá y Gran Vía. Ahora cargan contra el Papa

ABC - Día 04/08/2011
Insultos, gritos y algún que otro empujón. En eso quedó la protesta «indignada» convocada para ayer por el Movimiento 15-M, que no tuvo, ni de lejos, el apoyo popular esperado. Apenas 1.500 personas se concentraron en los momentos de mayor seguimiento. Los manifestantes dieron un volantazo a sus proclamas de reformas económicas y laborales, y la emprendieron verbalmente contra el Papa Benedicto XVI y la Policía. Pese a que la convocatoria «pinchó», este puñado de personas consiguió pararle el pulso a la ciudad desde última hora de la tarde: dos estaciones de Metro y Cercanías sin funcionamiento, avenidas cortadas al tráfico, y la Puerta del Sol cerrada a cal y canto. Finalmente, no consiguieron «invadirla».
Los momentos de mayor tensión se vivieron a partir de las diez y media de la noche en las calles de Preciados y Carmen. Ambas vías de acceso a Sol se convirtieron en un cuello de botella en el que cientos de «indignados» se plantaron cara a cara contra los «antidisturbios», sólo separados por unas vallas. Los agentes tuvieron que soportar burlas («¡Sois los Hombres de Paco!»), insultos (desde «hijos de puta» a «fascistas» y «terroristas») y un bombardeo de poemas de Mario Benedetti convertidos en aviones de papel.

Un policía acorralado

Hubo amagos de intentar rebasar el cerco policial. Y hasta una suerte de bronca de colegio cuando un centenar de alborotadores se subieron a las mesas de la terraza de una cafetería a la que, dicen, había entrado «un policía de la secreta»: «¡Que salgas! ¡Te vamos a dar lo tuyo! ¡A ver si tienes huevos, valiente!», le amenazaban, mientras el hombre aguantaba estoicamente sobre un taburete. Antes de la medianoche, otro grupo cortó la Gran Vía, a la altura de Callao. Alrededor de unas 600 personas decidieron que aquel era el mejor sitio para organizar una asamblea. Ya habían tomado la principal plaza de Madrid y ahora le llegaba el turno a la avenida más emblemática. Una de las propuestas que se hicieron entonces fue acampar en la plaza de Oriente, junto a la Catedral de la Almudena, para protestar contra el Papa.
Por eso, más indignados aún se mostraron miles de ciudadanos, rehenes en su propia ciudad. Todo empezó horas antes, a las siete y media de la tarde, cuando las primeras 300 personas tomaron la calle de Atocha desde la plaza de Jacinto Benavente. Cortaron el tráfico a su antojo. La situación dejó estampas surrealistas, como la de un coche patrulla de la Policía Nacional intentando abrirse paso como podía entre el gentío. O varios alborotadores desviando el tráfico como si de agentes de Movilidad se tratase. Todo ello, ante el enorme enfado de los conductores, que no entendían qué autoridad tenían esas personas para prohibirles la circulación.
Mucho peor fue la situación minutos después, cuando los «indignados» invadieron la glorieta del Emperador Carlos V. Gritando proclamas contra el Papa y el candidato del PSOE a las generales del 20-N, Alfredo Pérez Rubalcaba. Causaron tal caos de tráfico, que la Policía Municipal tuvo que cortar el paseo del Prado, en sentido Cibeles-Atocha. También permaneció cerrado a cualquier tipo de tránsito la carrera de San Jerónimo, donde se encuentra el Congreso de los Diputados, que parecía un fortín.

Agitación ante el Congreso

Precisamente allí, también se vivieron algunos momentos de tensión, cuando algunos exaltados zarandearon las vallas del perímetro de seguridad. A cientos de metros, la calle de Alcalá, desde su confluencia con Gran Vía, aparecía cortada a los coches. Y la Puerta del Sol, cerrada a cal y canto por sus diez accesos. Para vehículos y para peatones.
Los insultos y provocaciones a la Policía se multiplicaron conforme avanzaba la noche. Los «antidisturbios» se colocaron los cascos y con los lanzapelotas en mano formaron barreras de seguridad en cada una de las entradas a la Puerta del Sol. Entre las primeras filas de los «indignados», muchos jóvenes de estética «okupa» desafiaban a los agentes con todo tipo de improperios. Detrás, cientos de personas de todas las edades se agolpaban sin saber muy bien cómo terminaría la noche.
Lo que sí parecía claro es que su sueño de reeditar la toma de la Puerta del Sol, como el pasado mayo, no se iba a repetir.

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