22 de agosto de 2011
Benedicto XVI avisa de que solo se puede seguir a Jesús en la Iglesia
LA VISITA DEL PAPA
A la Iglesia le gustaría que el concepto de católico no practicante no existiera. Y que nadie pudiera interpretar sin el clero los dogmas del cristianismo. El Papa, antes de clausurar la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y volar de vuelta a Roma, dejó muy claro a los cientos de miles de fieles que le escucharon en la misa celebrada en el aeródromo de Cuatro Vientos que sin Iglesia no hay cristianos. Que quiere católicos que oigan misa, que comulguen y se confiesen. Benedicto XVI recordó en su homilía que “no se puede seguir a Jesús en solitario”. Que el modo de hacerlo es “en la comunión de la Iglesia”. Lo dijo en España, un país en el que el 71,7% de los ciudadanos se declara católico, aunque solo el 13,5% va a misa los domingos, según el CIS. Un país en medio de una feroz crisis económica al que deseó progreso, “pero sin renunciar a su alma profundamente religiosa y católica”.
“Es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos [como el Opus Dei, los Kikos, los Legionarios de Cristo, etcétera], así como la participación en la eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la palabra de Dios”, afirmó el Papa ante una explanada equivalente a 48 campos de fútbol repleta de peregrinos. Rondaban el millón y medio de personas, según los organizadores. Y algunos se quedaron fuera ante la falta de espacio.
Tras pasear en papamóvil entre los asistentes, lo primero que les dijo fue: “Espero que hayáis dormido un poco en estas horas en las que no nos hemos visto”. Doce horas antes, el Papa abandonó el aeródromo después de que una tremenda tormenta le impidiera leer su discurso en la vigilia.
Pero lo que seguramente recordarán los fieles de esta JMJ es que en ella no se pudo comulgar, algo que el Papa consideró “muy doloroso”, según el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi. Solo pudieron hacerlo los sentados más cerca de él. Algunas de las 17 capillas desde las que se iban a distribuir las 600.000 hostias preparadas para el acto sufrieron desperfectos por el viento y la lluvia de la víspera. Así que, ante la falta de seguridad, la policía propuso —y los organizadores aceptaron— suspender el reparto y se recomendó a los asistentes que comulgaran por la tarde en parroquias de Madrid. En los dos días de acampada en el aeródromo, 2.753 personas tuvieron que ser atendidas por los servicios de emergencia. Y 99 de ellas fueron derivadas a hospitales.
Uno de los fines de la JMJ es que los jóvenes católicos marchen a sus países a evangelizar a sus coetáneos. El Pontífice les instó durante la misa —que incluyó fragmentos en latín— a que busquen a aquellos “que no se dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios”. Que lo intenten incluso allí donde “hay rechazo o indiferencia”.
A la eucaristía —culminación de la JMJ— asistieron los Reyes, los ministros Ramón Jáuregui (Presidencia) y José Blanco (Fomento), la presidenta madrileña Esperanza Aguirre, el alcalde Alberto Ruiz Gallardón y su número dos, Ana Botella, con su marido, José María Aznar. También los presidentes del banco Santander, Emilio Botín, y de Bankia, Rodrigo Rato, y los de otras empresas patrocinadoras del evento.
Al final, Benedicto XVI confirmó que Río de Janeiro acogerá la próxima edición de este macroencuentro en 2013. El evento trienal se adelanta un año para que no coincida con el Mundial de 2014.
Por la tarde, ante miles de voluntarios congregados en la feria de muestras de Ifema, Benedicto XVI retomó en parte el discurso que la tormenta de la víspera le impidió pronunciar. El Papa les dio las gracias “muy vivamente” y les invitó a transformar el cansancio de la semana de trabajo en “frutos de virtudes cristianas”, entre las que citó la “mansedumbre”. Como recogía el discurso mutilado del día anterior, les sugirió los caminos a seguir. “Es posible que en muchos de vosotros se haya despertado tímida o poderosamente una pregunta muy sencilla: ¿Qué quiere Dios de mí?”. Y dio las tres opciones: sacerdocio, vida consagrada y matrimonio. “Si ha surgido esa inquietud, dejaos llevar por el Señor y ofreceos”. Cerca de 28.000 voluntarios —con camisetas color verde— han coordinado la visita del Papa controlando las sedes, la comunicación o el transporte, entre otras cuestiones. El Papa les reservó su última cita antes de dirigirse al aeropuerto.
Hacia las siete de la tarde, en su último discurso antes de subir al avión, fue cuando Ratzinger deseó a España que progrese, pero sin “renunciar a su alma profundamente religiosa y católica”. Un alma, dijo, que se ha podido ver estos días en la capital. La despedida no fue tan multitudinaria como la bienvenida, a la que asistieron decenas de autoridades. Ayer en Barajas, además de los Reyes, estuvieron el presidente de Congreso, José Bono; los ministros de Presidencia y Justicia, Ramón Jáuregui y Francisco Caamaño; el líder de los socialistas madrileños, Tomás Gómez; el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, y la portavoz del PP en el Congreso, Soraya Sáez de Santamaría, entre otros. Faltaron a la cita el presidente del Gobierno, el líder de la oposición o la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. A todos les agradeció el Pontífice su “cooperación y fina sensibilidad” con su visita.
Pero fueron los jóvenes los que volvieron a ser protagonistas de un discurso en el que Ratzinger volvió a acordarse de los parados, a los que, dijo, tiene muy presentes en su oración. Aseguró que los participantes de las jornadas vuelven a “sus casas como misioneros” y les invitó a difundir por “todos los rincones del mundo la gozosa y profunda experiencia de fe vivida en este noble país”.
El grupo de peregrinos que pudo despedir al Papa desde Barajas celebró sus palabras con aplausos y hasta con sevillanas. “No te vayas todavía, no te vayas por favor…”, cantaron mientras Benedicto XVI caminaba sobre una alfombra roja hasta su avión acompañado por los Reyes. “¡Que salude!”, gritaron algunos, y entonces Doña Sofía le chivó al oído la petición, que inmediatamente cumplió alzando los brazos.
Después de repetir la escena en la escalerilla y tras cerrarse la puerta del avión, a María José García, voluntaria de 42 años, le cayeron unas lágrimas. “De alegría por lo que nos deja”, se apresuró a apuntar. ¿Y qué nos deja? José María Almendro, voluntario de 24 años, auguraba ya alguna secuela a estos cuatros días de fervor religioso, pocas veces visto en España: “Habrá un repunte de vocaciones, seguro”. Eso mismo les había pedido el Papa.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario