3 de agosto de 2011

La Batalla del Ebro revive

La Batalla del Ebro revive

Ni revanchismos ni política: la recreación de la Guerra Civil española levanta pasiones por la historia y esteriliza el rencor

EL PAIS - BEATRIZ BORGES - Fayón (Zaragoza) - 03/08/2011
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La Batalla del Ebro, recreada

FOTOS - FRANCESC VIÑALS - 03-08-2011

Pilotos de la 2ª y de la 3ª escuadrillas de los aviones apodados chatos en el campo de Els Monjos en el Penedès, Barcelona, antes de intervenir en la Batalla del Ebro.- FRANCESC VIÑALS

Nacionales y republicanos abrazados. Brindando con los legionarios en los márgenes del río Matarraña, en Aragón. Entonando canciones de la época en coros improvisados entre blindados, ametralladoras y olivos. Pero las granadas solo hacían ruido: no hubo sangre ni gritos. A lo mejor alguna lágrima que insistía en salir por la emoción de revivir una guerra sin resentimientos, sin hablar de las controversias del pasado. Era la 4ª recreación histórica de la Batalla del Ebro, el sábado pasado en Fayón, a 150 kilómetros de Zaragoza. Miguel Ferragut, de 56 años, historiador, fue el organizador del encuentro, coordinado por la Asociación Memoria Histórico Militar del Ebro.

"Nos vestimos para acercarnos al soldado anónimo y a lo que vivió."
"Lo importante es rememorar la historia, lo que hicieron por los derechos y las libertades."
"El conflicto en el Ebro fue decisivo porque era la última oportunidad de los republicanos frente a los nacionales."
310 aficionados volvieron a presentarse como los voluntarios o soldados en lo que fue el mayor enfrentamiento de la Guerra Civil. Y lucharon. No tanto por sus ideales, sino en memoria de sus padres, abuelos y bisabuelos. Pero ahí poco importaba el bando al cual pertenecían. Su homenaje consistía en acercarse al sentimiento que cada soldado llevaba consigo en la noche del 24 de julio de 1938, cuando empezó esta batalla. Entender cómo pudo sobrevivir. Y, sobre todo, concienciarse de lo fácil que era morir o matar.
La batalla del Ebro fue la más sangrienta. Entre julio y noviembre de 1938, cerca de 100.000 hombres de las tropas republicanas denominadas Ejército del Ebro, liderados por Juan Modesto, avanzaron a través del río. Su objetivo era ocupar las posiciones de los nacionales en diversos puntos entre Mequinenza y Amposta, la división natural entre Aragón y Cataluña. El primer avance se hizo en las proximidades del pueblo de Fayón, donde se desarrolló la recreación. Les recibiría en la otra orilla el ejército de 40.000 hombres liderados por el sanguinario general Juan Yagüe. En Extremadura, Yagüe pasó a la historia como responsable de una de las masacres de 1936: la matanza de 4.000 personas entre soldados y civiles en la ciudad de Badajoz.
El Gobierno de Franco enviaba refuerzos a diario para sofocar la ofensiva de los republicanos. El apoyo aéreo de Alemania, encabezado por la Legión Cóndor, fue crucial en el combate. Mientras, los republicanos contaban con cazas rusos bastante inferiores, incapaces de evitar los bombardeos de los germánicos, que destruían los puentes que los rojos utilizaban para cruzar el río. El conflicto en el Ebro fue decisivo porque "era la última oportunidad de los republicanos frente a los nacionales", reitera Jorge Martínez Reverte, periodista y autor de la novela del relato histórico La Batalla del Ebro (Critica, 2003). Tras 114 días de combate los nacionales controlan la zona republicana. Solo cinco meses después, Franco firmó el fin del conflicto, lo que dio inicio a una dictadura que duraría hasta 1975. No hay una cifra exacta de bajas y fallecidos, aunque se calcula que entre los más de 50.000 hombres heridos hubo casi 20.000 muertos, de ambos bandos.
Historias compartidas
Todos los que participaron en la recreación histórica tenían familiares que estuvieron en la guerra, por convicción o azar. Un asistente cuenta que uno de sus abuelos era falangista, el otro, rojo. El que apoyaba a Franco vivía en Cuenca, zona republicana. Así que tuvo que unirse a los milicianos y luego cambió de bando. Como él, casi todos comparten sus historias con algunos matices. Conchi Varona, de 54 años, vio la actividad entre recuerdos: "Mi padre era legionario, estuvo en África. A mi abuelo materno lo fusilaron los nacionales por estar en la zona roja, en Valencia. Mi abuelo paterno, sin embargo, era nacional". Pese a la biografía de cada uno, los participantes actúan en todos los frentes. Los hombres cambian de uniforme, retiran las banderas de los gorros, añaden detalles -casi siempre cosiendo sus propias ropas-. El rigor añade realismo a la representación y traslada al que asiste a 1938.
La preparación del combate empieza meses antes y utiliza medios de este siglo para organizarse. "Como habéis visto en el email que os envié hace unas semanas, este es el mapa de la zona donde desembarcaremos, el embarcadero de la Reixaga", explicaba Miguel Ortego la noche previa al ataque. Ortego fue el responsable de la logística para la ofensiva a través del río. Pese a ser un funcionario, se encarnó en el papel de teniente y movilizó a sus tropas de inmediato. Sin embargo, para otros detalles las facilidades de la vida moderna ayudan poco. "No hay manuales que te enseñen a hacer un desembarco. Tienes interpretar de forma improvisada, casi autodidacta", reflexiona Ángel Sáenz Isidoro, de 48 años, director de fotografía. Sáenz tiene a toda la familia en el reenacting, término en inglés para designar la interpretación de momentos históricos a través de actividades casi teatrales. Su mujer hace de enfermera de las Brigadas Internacionales, sus tres hijos varones de civiles. Aunque explica, "no nos disfrazamos porque no suplantamos la identidad de nadie, sino que nos vestimos para acercarnos al soldado anónimo y a lo que vivió".
No todos los participantes han llevado sus familias. Lo habitual es que los nietos sean los encargados de convencer a los abuelos, que son los protagonistas de la historia. Víctor Sanlorien no paró de grabar a José, de 94 años. Cuenta que está haciendo un documental sobre la guerra que vivió su abuelo, que luchó como voluntario en el bando republicano, en la batería antiaérea. Sanlorien afirma que no acude con resentimientos a la recreación y cuenta, emotivo, "llegas aquí esperando encontrarte con alguien que haya vivido lo mismo que tú. Y como esos jóvenes no han ido a la mili, quieren vivirlo de alguna manera". Sin embargo deja escapar un comentario sobre otro señor que lleva medallas, de edad similar a la suya: "No sé a qué viene este, aquí todos somos republicanos". Enseguida rectifica y reconoce que ese no es lugar para hablar de política. Cuenta los detalles de cómo vivían recostados a la orilla del Ebro y enfatiza con humor el aspecto gastronómico: "Lentejas, en la guerra no comíamos otra cosa".
El desembarco: la primera etapa del combate
Por la mañana, los participantes ya vestidos, cada uno de su bando, recrearon el desembarco de las tropas republicanas desde el Ebro a la orilla nacionalista. En la historia real este episodio ocurrió por la noche, sin barcos remolcadores, ni ropas limpias. La coordinación de las tropas fue cinematográfica y brindó un espectáculo a los asistentes que veían todo desde el campo de batalla. Cientos de personas compartieron las molestias del calor y del polvo con los combatientes. Después del primer enfrentamiento, donde los rojos ocuparon un puesto enemigo, una pausa para la paella. Momento de confraternizar y contar las historias sobre la improvisación, la ansiedad, los fallos y las expectativas para el gran momento, que llegaría por la tarde.
Las motos antiguas circulan por la feria de objetos militares, entre pitidos y saludos, un señor mayor se levanta del sidecar con el apoyo de su bastón, regalando sonrisas. Germán Visu Dies, de 95 años, es de Huesca. Luchó por Franco cuando tenía 19, pero enseña las cicatrices con la tristeza de quien hubiese sido herido ayer. Fue voluntario y no pasó de alférez, según él, porque se quedó "en remojo" en el hospital en cuatro ocasiones. Pero no todo fueron penurias. "Estaba enamorado de la hija de un general de Zaragoza que era un poco republicano. Ella era enfermera". Estuvo en Balaguer, Bilbao, Sigüenza, Teruel. Dice que no sabe si mató a alguien, porque disparaba y escondía la cabeza. No se avergüenza cuando asume que no tenía idea de cómo funcionaba un fusil o que sintió miedo, "mucho miedo", enfatiza.
Aunque sea puro teatro, la representación de la guerra provoca sensaciones y el pesar se respira en el ambiente. Nadie allí se dispone a hablar de partidos o de ideologías. José González, de 40 años, iba vestido de rojo. Es veterinario. Oía atento a Visu mientras contaba su experiencia. Y saca sus propias conclusiones: "No se trata de revanchismo, de resentimientos, ni de militarismo o rencor. Cuando los veteranos te hablan y cuentan lo hacen lamentando 'pobrecito, tiré una granada, ¿le habré matado?'. Aprendes que tanto en un lado como en el otro hubo personas buenas y malas". Quienes miraban con atención sin entender mucho de la conversación entre el veterano y los oyentes eran dos hermanos holandeses. "Cerca de 300 paisanos nuestros lucharon en la batalla del Ebro. Hemos venido a representarles, nos parece importante la Guerra Civil española porque fue el primer campo de batalla de ideologías", explican Bart y Rogier Vander Meji, de 39 y 33 años.
El enfrentamiento final
La segunda etapa de la jornada fue más dura. Había que agrupar los bandos en trincheras, preparar la enfermería, cargar las armas y los efectos de pirotecnia en la cuesta donde se desarrolló la batalla decisiva. Todo esto bajo un sol ardiente, con moscas y mosquitos recreando el escenario a la perfección. Había cientos de espectadores. Durante quince minutos las bombas, tiros, granadas y cañones levantaron la tierra y arrancaron aplausos. Las mujeres ganaron, por fin, protagonismo. En la enfermería, Marina Jara, de 18 años, era una de las que enseñaban los instrumentos de amputación de la época y atendía a los heridos. Cuenta que empezó en la recreación por su padre, Jordi, de 49, médico cirujano y aficionado. La joven se declara curiosa y que se enamoró de la historia: "Empecé a leer libros, y ahora que estoy en el instituto, ya me lo sé todo". El próximo año la musicóloga Raquel Tabernilla vendrá para reforzar el grupo médico. Sus dos hermanos participan y para ella lo importante es "rememorar la historia, lo que hicieron por los derechos y las libertades".
Los asistentes y soldados coinciden en su propósito: quieren alzar la voz en contra de aquellos que utilizan la Guerra Civil como argumento político. Este hecho que envolvió a toda la sociedad75 años atrás, según ellos, no debe ser usado como arma para defender un punto de vista o representar un partido. El historiador Miguel Ferragut, el artífice de la recreación, estaba enfadado por un fallo técnico en la segunda parte, detrás de una de las trincheras. Pero después de quejarse del error del que solo eran conscientes él y los participantes, reconoció que el mayor logro de las recreaciones de la batalla del Ebro es ayudar a "quitar los fantasmas de la Guerra Civil, que fue un momento histórico y que nunca más debería volver a pasar".

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