2 de abril de 2011

EL PAIS
01ABR2011
La resurrección del Nuevo Periodismo en plataformas móviles
Por: Andrea Aguilar


¿Cómo sostener la endeble economía de los largos reportajes?Evan Ratliff y Nicholas Thompson pasaron un par de años tratando de encontrar una solución al ya viejo dilema periodístico. Publicaban en The New Yorker -Thompson es ahoraeditor en la revista–,The New York Times Magazine o Wired y en los bares de Brooklyn volvían una y otra vez sobre el asunto. Los encargos y presupuestos mermaban, también el número de publicaciones donde trabajar. Mientras tanto, los smart phones iban copando espacio en los bolsillos de un creciente público. Si la gente leía directamente en sus teléfonos, quizá había llegado el momento de crear una nueva plataforma que permitiera poner a su disposición reportajes exclusivos en las pantallas de los móviles. El programador Jefferson Rabb dio con la solución técnica. Así nació The Atavist, una aplicación editorial que arrancó a mediados del pasado mes de enero y se ha convertido enuno de los proyectos periodísticos más atractivos. Por el momento han publicado cuatro historias y tienen otras siete en cartera. Los periodistas que han trabajado en el proyecto están en la treintena.
La descarga de la aplicación es gratuita, se paga por cada historia entre 2,99 y 1,99 dólares. Los autores no solo cobran una tarifa fija por encima de los 1.000 dólares por reportaje, sino que además tienen parte de los royalties y conservan los derechos por si más adelante quieren hacer crecer la historia y escribir un libro. Disponibles en Kindle, Nook, iPad, iPod y iPhone –también en ordenadores previa descarga de un software gratuito en Amazon, los artículos de The Atavist incluyen vídeo y audio en algunos casos –a excepción de los libros electrónicos Kindle-, y además permiten al lector descargarse un podcast y simplemente escuchar la historia, por si no tiene tiempo de leerla. Más que unos extras del making-off como en las películas de DVD, The Atavist ofrece extractos de música de jazz, en un artículo sobre el tema, o una guía detallada de los personajes en la trama de un largo reportaje. No producen los vídeos, sino que usan material disponible, procedente de extractos rodados con cámaras de teléfonos en las revueltas de Egipto en uno de los reportajes que saldrá próximamente, una historia narrada en primera persona. "La idea es un servicio a medida, tratar cada historia individualmente y usar el multimedia de forma que se integre perfectamente", explica Ratliff sentado en un café de Brooklyn. "No queríamos un edificio, ni una oficina, evitamos la gran estructura, pero tenemos un grupo de colaboradores que verifican los datos de los reportajes, editan y demás. El objetivo es trabajar al más alto nivel de calidad periodística, como The Atlantic". Cada uno trabaja desde su casa y todos, salvo los fundadores, cobran por su trabajo. Han diseñado un sistema de software editorial que esperan vender a varias editoriales y, así, hacer crecer su proyecto.
Ratliff dice que su principal objetivo es la lectura de buen periodismo y por ello se han esforzado en crear un diseño que sea simple y amable. Si el lector no quiere vídeos ni audio, los puede desactivar con un simple clic y aunque no lo haga, estos extras nunca interrumpen la lectura. ¿La integración del vídeo y el audio en los reportajes es el principio de un nuevo género? "No hemos inventado nada, más bien hemos construido a partir de lo que ya existía. El músico Nick Cave fue uno de los primeros que metió música en uno de sus libros", asegura. Una de las premisas para The Atavist es enganchar al lector, no distraerle y acabar perdiéndole. Por eso no incluyen vínculos a información externa. "Muchos textos periodísticos en Internet tienen links absurdos y probablemente sea para aumentar su presencia en Google. No queremos añadir cosas a los reportajes simplemente porque se puede, tiene que haber un motivo", afirma Ratliff.
¿Pero qué califica hoy en día como largo reportaje? Según Ratliff se trata de textos con una extensión por encima de las 6.000 palabras, normalmente de unas 8.000, número significativamente menor del que tenían las historias del llamado Nuevo Periodismo que le cautivaron en la adolescencia. "Nadie va a hacer largos reportajes mejor que The New Yorker, pero esa revista tiene un número limitado de historias que puede dar en sus páginas y eso deja un hueco", explica. "El reportaje ideal engancha como si fuera ficción, hay personajes y una serie de hechos que te arrastran".

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