22 de junio de 2010

Padres «cum laude»

ABC

Padres «cum laude»

Aprendemos a nadar y conducir, pero nadie nos enseña cómo educar. Ahora surge la oportunidad para aprobar la asignatura más difícil de nuestra vida

SARA CAMPELO / MADRID

Día 22/06/2010 - 07.41h


Niños en pie de guerra, crisis de autoridad y la falsa conciliación familiar. Ser padre, el reto más comprometido al que se enfrenta el ser humano, se torna intrincado en los tiempos modernos.
Obstinado en llevar su «movilización educativa» hasta las últimas consecuencias y decidido a involucrar a toda la sociedad española en la tarea de mejorar la educación, el filósofo y pedagogo José Antonio Marina decidió hace tres años echar un cabo a las familias de nuestro país con una nueva edición de su Universidad de Padres (UP).
«Todo empezó cuando comenzamos a constatar que los padres estaban muy preocupados por la educación de sus hijos pero que la gran mayoría no sabía cómo hacerlo: reciben mensajes confusos, trabajan los dos y, de alguna forma, se sienten impotentes. Entonces decidimos que era indispensable ayudar a las familias, queríamos cooperar en todo el proceso educativo poniendo a su disposición nuestros conocimientos en ciencias del niño y lo mejor de nuestra experiencia pedagógica», explica Marina.
De financiación privada, la Universidad de Padres es una fundación sin ánimo de lucro y sin ninguna relación religiosa o política. De seguimiento online y con un precio de 100 euros por curso (diez meses), en la UP no encontrarán recetas de consultorio pero sí un asesoramiento personalizado para que cada padre encuentre su propia manera de educar. «Nuestra misión es hacer padres competentes, lograr que desarrollen su sexto sentido educativo y fortalecer su autoestima de progenitores», promete Marina.
Para el prestigioso educador, los padres españoles «funcionan muy bien aunque les falta seguridad» algo que desde la UP quieren paliar reforzando su autoestima. «Los padres están muy asustados con sus hijos —alerta— y, concretamente, las madres muy culpabilizadas, lo cual no es justo. No podemos estar pensando en una sociedad ideal en la que los padres pudieran pasar más horas con sus hijos. No podemos pensar en cambiar la sociedad y así facilitar la educación, porque se nos va el tiempo: los niños crecen. Lo que hay que hacer es enseñarles a aprovechar mejor lo que tienen».
Más ambicioso que nunca, el proyecto de la UP abarca este año de los 0 a los 16 años. Cada alumno queda matriculado en un aula determinada en función de la edad de su hijo de referencia, y desde ese momento se le asigna un tutor que le acompañará a lo largo del curso. A diez días del cierre de presentación de matrículas, la Universidad de Padres ya ha fichado a 2.500 alumnos. «Es previsible que tengamos un número porcentual más elevado de padres con hijos adolescentes, ya que esta edad preocupa muchísimo a los progenitores», adelanta Marina. En esta categoría, la Universidad de Padres plantea implicarles en el curso al que se han apuntado sus padres y distribuir materiales dirigidos a los propios chavales «sobre temas que a ellos les preocupan mucho».
Adolescentes geniales
La adolescencia fascina al alma mater de la Universidad de Padres. A José Antonio Marina, esta etapa se le presenta como una gran desconocida para la opinión pública. «Según las estadísticas —explica— sólo un diez por ciento de los jóvenes son conflictivos, sin embargo en la sociedad existe la percepción de que este porcentaje es mucho mayor». En su ánimo por enseñarnos cómo comunicarnos con los ellos, la UP se explora todos los caminos. Hasta ahora, la neurociencia estaba apartada del mundo educativo, pero estudios recientes demuestran que una de las razones de la peculiar personalidad del adolescente no proviene sólo de las hormonas «sino que existen cambios neurológicos muy importantes de los 13 a los 16 años que justifican el aspecto alterado de los chavales. De niños, les enseñamos a conducir un utilitario, pero al llegar a esta edad les ponemos un Ferrari entre las manos, lo cual puede ser fascinante y maravilloso pero también muy peligroso. La adolescencia es el momento de las grandes oportunidades del ser humano, por eso hay que guiar al joven y explicárselo a los padres», concluye Jósé Antonio Marina.
José Antonio Marina: «Para educar al niño hace falta a la tribu entera»
—¿En qué aprueban y en qué suspenden los padres españoles?
—El nivel es muy bueno, pero pecan de proteccionismo. La educación implica eduar para la independencia. Además, tienen que tener más seguridad en sí mismos y que son capaces de hacerlo. Nuestra tarea desde la Universidad de Padres es, también, reforzar la autoestima de los progenitores.
—¿Cuál es el perfil de los alumnos de la Universidad de Padres?
—El ochenta por ciento de ellos trabajan los dos fuera de casa, suelen pertenecer a ámbitos profesionales, de clase media y, generalmente son de ámbito urbano. Quizá por ello estamos pensando en ampliar los programas a centros rurales a través de los ayuntamientos. También estamos pensando implicar el curso que viene a la escuela para que desde allí se distribuya a los padres.
—En la educación del menor ¿dónde acaba la responsabilidad de la escuela?
—La educación tiene dos partes: la instruccion (conocimientos académicos) y la formación del caracter (conjunto de recursos afectivos, intelectuales y morales). La escuela y la familia deben estar implicadas y de forma coordinada en ambas parcelas, trabajar mano a mano.
—Muchas veces, desde el colegio depuran responsabilidades: se quedan con la primera parte, la de instruir académicamente.
—Eso es absolutamente indecente y no se puede tolerar. La escuela educa quiera o no quiera, y a veces lo hace por omisión. Es anticuado y nefasto educativamente que los docentes piensen que sólo tienen que instruir: semejante distrubución de funciones es suicida, no funciona y jamás funcionará.
—Ser amigo del vástago de cada uno, ¿es una utopía?
—Es una equivocación. Padre e hijo no son amigos, cada uno tiene una postura distinta: a los chavales les puede resultar cómodo en un primer momento, pero se acaban riendo de la situación. El adolescente necesita independizarse de su familia sin perder los lazos afectivos: los hijos precisan tener algo respecto a lo que separarse, la percepción de que son autónomos pero que eligen no desvincularse de al familia. Los padres son puntos de referencia, una pared fija y estable con la que el chico pueda jugar al frontón... y para devolverle la pelota a tu hijo, esta pared tiene que ser firme.
—La ausencia de padres, ¿conlleva adolescentes conflictivos?
—Esa es una conclusión muy precipitada. Los problemas que causan los divorcios vienen de la etapa anterior al divorcio y se agravan por lo que pasa después: la relación que establecen los padres con ellos y, seamos francos, por la disminución del nivel de vida que supone, en familias normales, una separación. Muchas veces, lo que menos afecta, es el hecho de que uno de los progenitores no habite en el hogar familiar.