8 de enero de 2020

VINCULO



martes, 7 de enero de 2020



VÍNCULO – 08/01/2020

La Segunda Persona de la Trinidad Divina decidió encarnarse asumiendo la naturaleza humana. Pero deseaba depender del consentimiento que le daría esta naturaleza. Al hacer esto, colocó a Nuestra Señora en el lugar más privilegiado de la jerarquía creada, porque con su aceptación, todo el universo sería glorificado. Ella aceptó, y por esa razón, se convirtió en la mediadora universal entre Dios y el resto de la Creación. Ella se convirtió en el vínculo necesario de alianza entre las criaturas racionales, los ángeles y los hombres, y Dios. Es por esta razón que se la llama correctamente Reina de los Ángeles, Reina de todos los hombres, Reina del Universo y Reina del Cielo y la Tierra.

Una vez un católico con tendencias modernistas dijo que lo único que le importaba de Nuestra Señora era su título de Madre de Dios, nada más. Algo estaba equivocado en ese raciocinio. Fue una simplificación progresista y revolucionaria. Sin duda Madre de Dios es el título más importante de la Señora de todos los Pueblos. Pero ya que desde toda la eternidad Dios tuvo la intención de hacerla Madre de Dios, ella fue preparada como Su obra maestra de la Creación. Ella era, por lo tanto, la criatura más perfecta que jamás haya existido, lo suficientemente noble como para darle la naturaleza humana que recibió de Ella. Ignorar todas sus otras cualidades, virtudes y títulos es simplificar las cosas de una manera incorrecta. Un árbol no es solo su tronco o sus raíces. Es un conjunto compuesto por raíces, tronco, ramas, hojas, flores y frutos. En la Señora debemos considerar cada uno de los diferentes aspectos que conforman su inestimable personalidad. El espíritu católico la venera principalmente bajo el título de Madre de Dios, pero también venera las raíces, ramas, hojas, flores y frutos que crecen de este tronco tan esencial. Es decir, deberíamos venerarla bajo las innumerables invocaciones diferentes que tiene con razón, cada una de las cuales refleja un aspecto diferente de su misión, aunque todas fluyan de su Maternidad Divina.

Como es la Madre de Dios, también es la Madre de todos los hombres y, por lo tanto, es nuestra Madre. Una de las gracias más preciosas que podemos recibir con respecto a la devoción a Ella es cuando condesciende a establecer una relación que sea verdaderamente maternal con nosotros. A veces se revela como nuestra Madre cuando nos salva de un peligro de una manera inolvidable. Otras veces, perdona una falta particularmente imperdonable, ejerciendo una bondad que solo una madre tiene. Nada merecía el perdón, merecíamos la ira de Dios, sin embargo, como Ella es madre, entró con su poder y nos complació como solo una madre puede hacerlo. Con una tierna sonrisa Ella borra el pasado malo y lo olvida. Concede tales gracias de manera tal que a menudo permanecen en el alma como una llama de fuego, un fuego que viene del Cielo y del Espíritu Santo. Da luz a nuestras almas la convicción de que podemos recurrir a Ella en cualquier circunstancia, porque nos abre la puerta de la misericordia que nadie puede cerrar.

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