PERISCOPIO
Blog Contra-Revolucionario
martes, 4 de septiembre de 2018
NACHO ALDAY - INCENDIO - 05/09/2018
El jefe de la Casa Imperial de Brasil, Don Luis de Orleans y Bragança, emitió un comunicado con motivo del catastrófico incendio del Palacio de San Cristóbal el domingo pasado que incineró preciosos recuerdos y documentos históricos.
Las imágenes del Palacio, con la belleza de sus rasgos arquitectónicos, envueltos por la luz rojiza de las llamas y el humo era una imagen simbólica. Un símbolo de esa inmensa destrucción que políticos, hombres públicos, intelectuales y otros vienen emprendiendo, desde hace décadas, contra el edificio de la brasilidad.
En aquel Palacio, hace precisamente 196 años, el 2 de septiembre de 1822, la Emperatriz Dña. Leopoldina, reunida en Consejo de Estado, firmaba como Regente el decreto de Independencia.
Ese edificio ha sido sede de los monarcas, ya que la corte portuguesa llegó aquí y aquí trasladó la capital del imperio portugués siendo testigo de muchos momentos decisivos de la historia.
Ha recibido innumerables manifestaciones de pesar y consternación de brasileños estupefactos con los rumbos dramáticos hacia los que está siendo dirigido el país.
Tiene profunda convicción de que Dios rige los destinos de la historia de los pueblos. Muchas veces permite infortunios que sirven de alerta para hacernos despertar del letargo, corregir el rumbo y pasar a la acción.
La Tierra de la Santa Cruz fue alcanzada en su corazón. Las cenizas de ese desastre no son un acontecimiento aislado, sino uno de los ápices de una obra demoledora, emprendida por ideologías funestas y alienígenas, de voces engañosas que diseminan sentimientos de discordia y de convulsión. Voces e ideologías que deturpan la llegada de las naves con la Cruz de Cristo trayendo los misioneros, las bendiciones, las promesas, las riquezas espirituales y culturales de la civilización cristiana.
Como legítimo descendiente de los monarcas llama a todos los hombres de buena voluntad a vencer la inercia y cortar el paso al peligro de manera que Brasil pueda continuar su trayectoria sin las discordias, agitaciones y matanzas en las que se sumergieron tantas naciones, de las cuales el macabro incendio parecía ser una imagen.
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