23 de julio de 2012
Las vallas cercan a los leones del Congreso
Hubo una sorpresa pero ni una más. El pasado día 11 de julio, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunciaba duros recortes para los funcionarios y una subida sin precedentes del IVA. Dos horas después, cuando el debate continuaba, unos dos centenares de funcionarios se apostaron ante al Congreso. De inmediato se preparó un notable despliegue policial con agentes a caballo incluidos. El día siguiente empezó la operación de blindar el Congreso con el cierre de sus accesos a coches y personas. Todo el que quisiera llegar al palacio de la Carrera de San Jerónimo tenía que identificarse, incluso los diputados.
Desde el lunes 16, un tupido vallado y mallado protegía doblemente todos los accesos del Congreso. El enfado, aunque también la consternación, embargó a los representantes de la soberanía popular al sentirse aislados respecto a lo que le pasa a la gente común.
Es verdad que manifestantes de diversos colectivos sintieron desde el primer momento una indomable voluntad de plantarse ante las mismas puertas de la Cámara baja. Y lo intentaron hasta el pasado jueves, en el que los diputados validaron los decretos con los recortes. “Además de las vallas, los somieres”, se quejaba un diputado de IU para poner un toque de humor al blindaje policial que incluye unas altas mallas metálicas que recuerda a los viejos soportes de las camas.
Han pasado los días y el blindaje no se ha suavizado, por lo que el coordinador de Izquierda Unida, Cayo Lara, y la portavoz del Grupo Socialista, Soraya Rodríguez, pidieron por carta al presidente del Congreso, Jesús Posada, que “flexibilice” el cerco policial. El resto de los portavoces expresaron en alto desde la tribuna la petición de que no se “bunkerice” el Congreso. También el portavoz del PP, Alfonso Alonso, reconoció que no se sentía cómodo en ese aislamiento, pero que la última palabra la tenían los responsables de seguridad.
Fuentes gubernamentales reconocen que el objetivo es impedir a toda costa la imagen de cargas policiales contra manifestantes en la puerta del Congreso o en sus proximidades. Esa imagen daría la vuelta al mundo, ya que las protestas están siendo grabadas y difundidas con profusión por todas las televisiones.
“No hay que protegerse del pueblo, no hay nada que temer de los ciudadanos; hay que protegerse de los especuladores y de los que nos roban la dignidad y la soberanía”, tronó Cayo Lara desde la tribuna. En vano. Las vallas no van a ser retiradas.
“Nuestra intención es retirar las vallas en los próximos días”, señala una fuente gubernamental, “pero ha sido necesario adoptar estas medidas porque los grupos antisistema tienen una fijación sintetizada en su lema de ‘Eso, eso, todos al Congreso’; y no permitiremos que eso suceda”. Mientras haya riesgo, se mantendrá el blindaje.
La pretensión de irrumpir en la Cámara baja está cocinándose desde hace un año, “pero se ha consolidado en los últimos meses porque hay colectivos sociales que cada vez sienten más odio hacia los políticos por los recortes”, señala un responsable policial.
En las redes sociales circulan profusamente mensajes alentando el objetivo de irrumpir en el Congreso para dar un campanazo contra la situación. La policía está preocupada tras comprobar que en las últimas manifestaciones “han sido personas normales las más agresivas y las que curiosamente han arrastrado hacia los disturbios a los antisistema”.
Las altas vallas que protegen al Congreso tienen, además, una explicación técnica: evitan los choques cuerpo a cuerpo entre policías y manifestantes. Este sólido enrejado, sujeto al suelo con una especie de cuñas, son más eficaces como sistema de contención de una embestida humana y a la vez ahorran personal. Según un experto policial, para lograr el mismo efecto, sería necesario un mayor número de agentes.
Las vallas mantendrán cerrado el perímetro desde el hotel Palace hasta la calle de Cedaceros, así como la calle de Zorrilla (la parte trasera del noble edificio). Eso ha supuesto que “a ratos” nadie pueda entrar o salir del aparcamiento público que hay en la plaza de Las Cortes, lamenta un empleado.
Por el momento, pues, los turistas no podrán fotografiarse abrazados a los leones de bronce que desde 1872 custodian el palacio, inaugurado por Isabel II, que encarna la soberanía del pueblo.
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