Hombres y mujeres sois bienvenidos.
8 de marzo de 2011
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08 de marzo de 2011
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Este espacio nace para contar los cambios que está aportando la mujer a un mundo en transformación, para detectar desigualdades y para albergar debates bajo esta premisa clave: una sociedad desarrollada y libre no puede funcionar si no permite idénticas oportunidades a la mitad de la población.
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08MAR2011
La revolución ya no va de quemar el sujetador
Por: Berna González Harbour
Estábamos acostumbrados a que la revolución incluyera quitarse el sujetador y quemarlo en la primera llamarada disponible, pero al leer la nueva novela de Harlan Coben me doy cuenta de que ese icono grabado en la memoria colectiva es ya cosa de abuelas. La madre de Bolitar acompaña al padre en su lecho de muerte y lo que este protagonista de la mítica serie de intriga recuerda es eso, cómo esta venerable anciana que hoy acaricia la mano a su marido fue de las que un día quemó el sujetador y vistió la camiseta con el lema: “Las mujeres en casa… blanca”. Y me acuerdo de eso precisamente porque ya no está. Porque las revoluciones hoy ya no van de eso, o al menos no por el momento.
Por el contrario, lo que hoy nos cuenta Ignacio Cembrero es que, tras la caída del dictador, las mujeres de Túnez han corrido a ponerse el velo antes prohibido. Ben Ali había prohibido el hiyab en todos los edificios públicos y muchas empresas habían seguido su ejemplo. Pero acabada la dictadura, se acabaron sus leyes, sus prohibiciones. Este mismo año, antes de la revolución que ha extendido la esperanza en todo el norte de África, cientos de mujeres jóvenes se colocaron el hiyab durante el Ramadán para protestar, era uno de los primeros avisos que barruntaban jaleo para el dictador.
Y sé que la libertad consiste en eso, en ponerse el velo si una quiere, pero la sospecha de que se lo ponen porque es otro el que lo quiere es difícil de combatir. Ana Carbajosa, por ejemplo, ha charlado con variasblogueras de Gaza a las que Internet ha concedido una ventana abierta en la que respirar el aire que Israel y Hamás les han cercenado.
Asmaa Alghoul es una de ellas. Divorciada, harta de obedecer a la familia o el marido, por fin hizo lo que ella quiso y se quitó el velo. "Me lo quité y sí, la gente te critica ¿y?" Y además se inventó un blog.
En el otro extremo también hay argumentos. Ángeles Espinosa entrevista aquí a la dueña del único sex shop del Golfo Pérsico, y deja claro que, debajo de ese velo, se esconden grandes ideas para salvar matrimonios. Otras mujeres con las que ha charlado, formadas y activas, nos lo dicen a la cara: "Estamos hartas de que ustedes sólo se fijen en cómo nos vestimos. ¿Por qué no hablan de nuestros cerebros?"
El debate del velo también se ha encendido en España y nadie me va a convencer (y algunos lo han intentado) de que detrás de cada adolescente que se planta con la cabeza cubierta en un colegio español no hay un padre o una comunidad aterradoramente conservadora que se frota las manos ante una nueva asta para su bandera, otra muesca en su tablón. Bandera del atraso, la sumisión, claro. Mírenlo aquí: Pilar Álvarez ha investigado los casos en España y nos recuerda en este post que la última niña, la de Arteixo (Galicia), también tiene un solo portavoz: su padre. Así que no nos engañen.
Pero ni era de sujetadores de lo que iba esta revolución, decíamos, ni probablemente de velos. Es de crecimiento, de libertad, de dignidad, de educación, de lograr aire suficiente para respirar. La histórica feminista egipcia Nawal el Saadawi se lo cuenta aquí a Georgina Higueras: aspira a conquistar hoy de nuevo la plaza de Tahrir, en El Cairo, con su Marcha del Millón de Mujeres para dejar claro que, esta vez, no pueden quedarse atrás. Las primeras noticias son malas. El consejo de sabios de la revolución sólo tuvo una sabia entre 27 sabios. Y los primeros comités de transición de nuevo han dado la espalda a las mujeres. En Libia ni siquiera han tenido un gran protagonismo en las calles y son escasos los ejemplos de mujeres en la brecha, pero alguno hay. Nuria Tesón entrevista a Naima Rifi, una oficial del Ejército libio que se ha pasado al bando rebelde. Y su testimonio nos lleva a otro asunto feo: la explotación sexual en el Ejército libio, donde la elección de "vírgenes" por parte de Gadafi es más que una leyenda. "No me uní al Ejército para prestar servicios sexuales", relata con toda crudeza. También la activista Chefia Alibi se lo cuenta a María Antonia Sánchez-Vallejo: cuidado con las violaciones, llegan noticias de abusos y violaciones en los tupidas noches de los disturbios aún vivos de Túnez. Y esta ONG traza el mapa de la violencia sexual en Egipto.
En el fragor de la revuelta, pero desde el otro lado de la barrera estáMabrouka Khedir, una cámara tunecina a la que ha entrevistado Álvaro de Cózar, el enviado de EL PAÍS en la frontera libio-tunecina. Joven, rápida, activa, se encuentra día a día ante la resistencia de los hombres a que les grabe una mujer. La revolución le ha dado vida e ilusión de libertad, dice, pero sabe que compatibilizar esto con tener familia costará un mundo. "Por eso siempre pospongo lo de casarme". Otra que está deseando regresar a su Egipto para trabajar es Jihan El Thari, escritora y directora de documentales, que desde el festival de cine de Burkina Faso le cuenta a Álvaro Corcuera: "Estoy deseando volver y rodar en Egipto".
Y esa es la libertad. Volver a casa y rodar. Estudiar, trabajar, vivir, incluso enterrar a tus muertos con dignidad. Varias mujeres libias se lo cuentan a Bernardo Pérez en este vídeo denuncia: sus hijos desaparecieron en las mazmorras de Gadafi, quieren saber su paradero. ¿Hay algo más básico que eso?
No creo mucho en el santoral laico de los días internacionales, pero si hoy contamos todo esto es para explicar por qué EL PAÍS y su blog Mujeres han decidido dedicarlo este año a poner el foco en una generación de árabes y musulmanas que está ante su gran oportunidad, como cuenta Michelle Bachelet, presidenta de la ONU Mujeres.
Hemos tardado siglos en llegar hasta aquí, pero no hará falta esperar mucho para comprobar que la verdadera revolución ha llegado. Y no es la de sujetadores ni velos. Ni siquiera la de los tiros. Es la que ha llenado ya las universidades árabes de una mayoría de mujeres estudiantes frente a unos hombres en estampida. Esas futuras médicas, abogadas, profesoras o ingenieras tendrán su futuro en sus manos.
Y no se me ocurre ningún otro asunto más interesante para hoy que este: que el nuevo papel de las mujeres en igualdad impulse la vía hacia un mundo más potable.
El vídeo que ilustra esta entrada es de Yasmin Moll,estudiante de doctorado en antropología en la Universidad de Nueva York.
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