15 de junio de 2016

EL PAIS: EDITORIAL. Sigue la incertidumbre - El debate no aclara los planes de los partidos para después del 26 de junio

Sigue la incertidumbre
El debate no aclara los planes de los partidos para después del 26 de junio

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De izquierda a derecha, Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias, momentos antes de iniciar el único debate electoral entre los cuatro antes del 26-J.
De izquierda a derecha, Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias, momentos antes de iniciar el único debate electoral entre los cuatro antes del 26-J. ULY MARTÍN

Como en anteriores encuentros entre candidatos a La Moncloa, el celebrado el pasado lunes por los aspirantes de los cuatro principales partidos no fue exactamente un debate, sino una representación en la que los líderes permitieron que tres periodistas estuvieran presentes, más como árbitros y cronometradores que como interlocutores de los ciudadanos. Más allá de la novedad de un debate a cuatro, este primer y, por desgracia, último debate no estuvo a la altura de un programa visto por una media de 10,5 millones de espectadores, que aguantaron ante el televisor en horarios incompatibles con la vida laboral y familiar.

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Tanto Mariano Rajoy como Pablo Iglesias dieron la impresión de estar más pendientes de no enajenarse a sus respectivos votantes del 20-D que decididos a ganar el debate. Ese planteamiento reservón sin duda benefició a Mariano Rajoy, que optó por utilizar el balance de sus años de gobierno como aval de la promesa de dos millones de empleos en la que insistió varias veces, aunque su credibilidad suscitara interrogantes en uno de los moderadores (y los suscite en este periódico).

Pedro Sánchez jugó algo más agresivamente, pero al tener que dividir sus ataques entre dos candidatos, Rajoy e Iglesias, no terminó de ser del todo efectivo. Fue duro con Rajoy, pero también con Iglesias, al que reprochó su falta de apoyo en la legislatura anterior —pero no quedó claro en qué consiste la oferta socialista y con quién pactará después del 26 de junio—. Pablo Iglesias y Albert Rivera, que por primera vez participaban en pie de igualdad con dirigentes de los partidos tradicionales, se lo tomaron con diferente actitud: más pugnaz Rivera en su enfrentamiento con Rajoy y con Iglesias; más moderado el líder de Unidos Podemos, con mayor interés en reprochar a Sánchez su hostilidad hacia Podemos y en ofrecerse al PSOE como socio que en desgastar a Rajoy a cuenta de la corrupción del PP: la pinza en su máxima expresión.

Por lo demás, el formato elegido ha mostrado sus limitaciones. Desde el principio dijimos que un solo debate entre aspirantes a la presidencia del Gobierno era insuficiente para abordar numerosos temas, y en la noche del lunes quedó claro lo fundado de esa advertencia. Muchas de las cuestiones evocadas lo fueron de forma excesivamente ligera y algunas, como la posición de España en Europa y en el mundo, merecieron escasos minutos y muy al final del programa, cuando la noche se encaminaba decididamente hacia la madrugada.

Nada de cuanto se dijo despeja la incógnita sobre el día posterior a las elecciones. De lo escuchado no se extrae la certidumbre de que alguien tenga un plan político suficiente para mover sustancialmente el voto en una u otra dirección, o para garantizar una solución de gobierno que acabe con la incertidumbre vivida desde el mes de diciembre. La mera hipótesis de tener que recurrir a unas terceras elecciones generales parece lo bastante grave como para que los partidos aclaren lo que se proponen hacer.


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