11 de marzo de 2014

Rouco se despide con dardos al “pobre nivel del discurso político”

Rouco se despide con dardos al “pobre nivel del discurso político”

El presidente de la Conferencia Episcopal Española será sustituido mañana

El cardenal critica los "graves problemas de identidad de la nación"

Ricardo Blázquez, de 72 años, se perfila como posible sucesor

Frío y académico como nunca, en tono profesoral, el cardenal Antonio María Rouco dedicó esta mañana su último discurso al frente del episcopado español a hacer la historia de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Ello le ha permitido despedirse sin apenas referencias al presente, tan habituales en su largo mandato, salvo un afilado dardo contra la clase política actual. “El nivel inte­lectual del discurso público es más bien pobre, afectado por el relativismo y el emotivismo”, dijo.
 Presidente de la CEE durante 12 años (de 1999 a 2005 y entre 2008 a 2014), y arzobispo de Madrid desde 1994, el cardenal Rouco no ha visto ni un solo fracaso en la tarea del episcopado, pese a dibujar una situación muy crítica de su Iglesia. La culpa es de los otros, vino a decir. Para argumentarlo no citó a Sartre —“El infierno son los otros”, dijo el filósofo existencialista—, sino a los papas Juan Pablo II y Francisco, al primero de manera constante. Sostuvo: “La situación no es fácil. Nos encontramos ante una cultura mundana, que arrincona a Dios en la vida privada y lo excluye del ámbito público. Por eso, sufrimos el envejecimiento alarmante de nuestra so­ciedad, con el matrimonio y la familia atravesando una crisis profunda; la cultura disgregadora y materialista del tener y disfrutar se percibe en muchos campos, en particular, res­pecto de los inmigrantes, afectados, como también las clases medias, por la crisis cultural y económica; la misma nación española se encuentra con graves problemas de identidad, amenazada por posibles rupturas insolidarias; el nivel inte­lectual del discurso público es más bien pobre, afectado por el relativismo y el emotivismo. Todo ello configura una situa­ción cultural que bien podemos calificar de poscristiana”.
El cardenal cree que España necesita una "nueva evangelización"
 Salvo estos dardos al mundanal ruido nacional, el cardenal más poderoso de la historia reciente de la Iglesia romana en España se despide con guante de seda, dejando de lado momentos en los que sacó a la calle a sus fieles, arropado por decenas de obispos, para protestar airadamente contra leyes aprobadas por el Parlamento o para torcer el brazo a Gobiernos legítimamente constituidos.
 El balance de los casi 50 años de historia de la Conferencia Episcopal —se cumplen en 2016— dijo abordarlo “precisamente cuando nos disponemos a iniciar un nuevo período de esta historia con la elección de nuevos cargos para los próximos tres años”. Efectivamente, mañana por la mañana, hacia el mediodía, el cardenal Rouco ya no será presidente de la CEE. La oficina de comunicación ya ha convocado conferencia de prensa con el elegido, a las 12 horas.
 Los obispos votan esta noche a modo de tanteo y mañana reinician la plenaria con la certeza de sumar votos suficientes para elegirle sustituto antes de esa hora. Nadie entra como candidato seguro, pero quien parece sumar más apoyos es el arzobispo de Valladolid Ricardo Blázquez, de 72 años. Ya fue presidente entre 2005 y 2008, cuando era obispo de Bilbao. Hombre de maneras más moderadas, pero igualmente conservador, recibirá de Rouco, si accede al cargo, una iglesia dividida, fragmentada y desprestigiada, cada día con menos fieles y menos poder pese a buscarlo con ahínco. El mismo cardenal de Madrid parece reconocerlo al afirmar que España es hoy una nación martirial y de misión, necesitada de una “nueva evangelización”.
Esta mañana volvió sobre el tema, terminado su repaso a los documentos de la CEE en medio siglo de historia. Dijo, para cerrar el discurso: “Se ha hecho mucho: damos gracias a Dios por nuestra Conferencia Episcopal. Pero queda mucho más por hacer. La propia Conferencia Episcopal, según desea también el papa, habrá de avanzar en su organización interna y en la eficacia del servicio que presta y que está llamada a prestar. ¿Será con­veniente renovar de nuevo los Estatutos en la línea de una mayor participación de todos sus miembros? La gran tarea pendiente es la tarea de la misión, la tarea de la nueva evangelización, a la que nos invita con tanta convicción y capacidad de movilización del papa Francisco. ¿Cómo hacerlo en la España actual? El papa nos ha dado pis­tas sugerentes y valiosas en su discurso del pasado día 3, con motivo de nuestra Visita ad limina”.

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