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Se han cumplido los pronósticos sin emoción. El arzobispo Ricardo Blázquez, vicepresidente de la
Conferencia Episcopal Española (CEE) desde hace seis años, sucede en la presidencia al cardenal Antonio María Rouco, que había relevado a Blázquez en 2008, que a su vez
desbancó a Rouco en 2005. No es un juego de palabras, sino la realidad del episcopado en los últimos veinte años: misma política, mismo discurso, mismos dirigentes. Por si había dudas, lo ha dicho el nuevo líder del catolicismo español nada más ser elegido: “No tengo programa. Entre todos los obispos lo diseñaremos para todos recorrerlo”.
Blázquez es arzobispo de Valladolid y tiene 72 años. Ha sido elegido este miércoles por la mañana en la primera votación por abrumadora mayoría (60 votos de 79 posibles). El arzobispo de Valencia, Carlos Osoro, ha obtenido para el mismo cargo 10 votos; el de Sevilla, Juan José Asenjo, 5; 2 el arzobispo vicario general castrense, Juan del Río, y un voto el obispo de Calahorra, Juan José Omella. Ha habido un voto en blanco.
Sin programa y sin ganas de ser candidato. Esa es la impresión que ha transmitido Blázquez en su comparecencia ante los medios de comunicación, a las 11.30 horas. Pese a todo, se ha expresado con voz mucho más firme que hace seis años, cuando desbancó del cargo, por sorpresa, a Rouco. El nuevo líder episcopal dedicó gran parte de su discurso a alabar la tarea de su predecesor, del que fue, durante cuatro años, obispo auxiliar en el arzobispado de Santiago de Compostela. También coincidieron en la
Universidad Pontificia de Salamanca cuando era su rector el ahora cardenal Fernando Sebastián, con Rouco de vicerrector. “Tenemos una amistad que ya prendió entre nosotros en Salamanca”, ha dicho.
El resto de la conferencia de prensa, apresurada porque los prelados debían reanudar las votaciones para elegir al resto de los cargos para el próximo trienio, ha sido un cúmulo de lugares comunes: sobre la importancia del Evangelio como esperanza general, sobre lo mucho que es mejor tener fe que no tenerla (“la increencia”, ha sido la palabra), y sobre cómo va a gestionar su mandato colegialmente con el Papa y toda la jerarquía. “La Iglesia es una casa con puertas abiertas, especialmente para aquellos que sienten la indiferencia de los demás y necesitan apoyo y comprensión, como los más débiles”, ha añadido.
Los otros cargos
A falta de cardenales mandan los arzobispos. En votaciones sucesivas en toda la jornada de ayer, Carlos Osoro, prelado de Valencia, se alzó con la vicepresidencia, con 49 votos, y los arzobispos Juan José Asenjo (Sevilla), Juan del Río (general castrense) y Julián del Barrio (Santiago de Compostela) fueron elegidos para formar parte con Blázquez del poderoso Comité Ejecutivo de la CEE, en el que también se sienta el cardenal Rouco mientras sea arzobispo de Madrid (como miembro nato).
La asamblea cierra hoy el resto de sus cargos, con la elección de las presidencias de comisiones, de las que salen los nombres del comité permanente episcopal. Ayer ya fueron designados César Franco al frente de Enseñanza y Catequesis; Gines García, en Medios
de Comunicación; y Julián López para presidir la comisión de Liturgia.
Ha tenido también las inevitables alabanzas para Francisco, por su campechanía y cordialidad y porque “ha testificado que el amor de Dios se tiene que manifestar con amabilidad, especialmente en las situaciones de mayor postración de las personas, como los enfermos, los necesitados o los indigentes”. “El Papa es un regalo de Dios a la Iglesia. Quiero mostrar la comunión cordial, afectiva, efectiva con Francisco, desde siempre sin fisuras”, subraya.
Se le ha preguntado sobre posibles diferencias con el cardenal Rouco en materias como el aborto, la enseñanza de la religión o la unidad de España. “Los pastores de la Iglesia deben imitar al Señor, no otras formas de comportamiento”, ha dicho. Sin embargo, ha habido un matiz en la respuesta sobre el aborto al pedir “respeto para la vida en todo su trayecto y todas sus circunstancias, no solo en el comienzo y en el final, también en el caso de los niños de la calle y de los convertidos en soldados muy prematuramente, abusando de su debilidad”.
Como en 2005, la elección de Blázquez ha suscitado reacciones muy positivas, en el Gobierno y en los partidos, y menos optimistas en algunos sectores de la Iglesia católica. El ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, ha felicitado al elegido, seguro de que “pondrá su mejor voluntad y mejor acierto”, y el portavoz parlamentario del PP, Alfonso Alonso, ha ponderado su trayectoria en el País Vasco, donde Blázquez fue obispo de Bilbao. “Me gusta su perfil. Es un hombre que tiene capacidad de diálogo y conocimiento de la Iglesia y de la realidad española”, ha dicho a la agencia Efe. Incluso el PSOE ha mostrado alguna esperanza, en la idea de que el nuevo presidente “marque diferencias con su antecesor”. “Sería bueno para la sociedad”, subraya el secretario general del Grupo Socialista en el Congreso, Eduardo Madina.
Desde Cataluña, donde el discurso alarmista del cardenal Rouco sobre la ruptura de la nación suele chirriar incluso entre las jerarquías eclesiásticas, se ha alzado la voz del abad de Montserrat, Josep Maria Soler. “Creo que Blázquez sabrá llevar la línea que está marcando el papa Francisco de renovación, de fidelidad al Evangelio y de presentación positiva del mensaje de Jesús. Es hombre inteligente, reflexivo y un buen teólogo. También es un buen pastor, como se ha visto en las distintas diócesis en las que ha estado”, ha dicho el abad benedictino.
El rector de la Universidad Pontificia de Comillas, Julio Luis Martínez, ha destacado del nuevo presidente de la CEE que es “un constructor de puentes” y que se parece al papa Francisco en su “talante evangélico” y en su “estilo de pastor”.
En cambio, el secretario general de la
Asociación de Teólogos Juan XXIII, Juan José Tamayo, no cree que Blázquez termine con “este ciclo de casi 20 años de alianza de la Iglesia católica en España con los sectores políticos más conservadores, ni que se desvincule de las organizaciones integristas, o que respete el pluralismo”. Tampoco cree que con él la Iglesia sea inclusiva y “deje de ser excluyente de las mujeres, de los homosexuales y de los discriminados por razones de etnia o cultura”. “Si fuera al ritmo de Francisco, al menos de la intención solo expresada que tiene Francisco, con eso me conformaría”, concluye este pensador destacado de la Teología de la Liberación.
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