23 de marzo de 2020

PABLO

domingo, 22 de marzo de 2020


PABLO – 23/03/2020

La historia del Apóstol San Pablo es rica en pormenores sustanciosos y un trazo característico de ella es que se trata de una historia de violencia. Fue un hombre violento en la persecución de la Iglesia naciente que deseaba exterminar. Respiraba violencia, deseo de exterminio y era famoso por ser enemigo radical de los cristianos.

En el camino de Damasco ocurrió un acontecimiento también violento cuando una luz venida del cielo le hizo caer del caballo oyendo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Cegado por el resplandor preguntó: ¿Quién eres, Señor? La respuesta fue: Yo soy Jesús, a quien tu persigues. Replicó entonces: Domine, quid me vis faceri?, Señor, ¿qué quieres que haga?

Curado de su ceguera y recuperado de su caída quedó listo para la lucha. Un cambio completo y estrepitoso, paso a predicar el nombre de Jesús, al que antes perseguía. Es el adalid de la violencia, que cambia con toda radicalidad para el lado del bien. Emprendió innumerables viajes apostólicos, enfrentó riesgos y realizó conversiones extraordinarias. Con eso la Iglesia se expandió. Después actuó violentamente contra el Imperio Romano, constituyendo el primer paso para la caída del paganismo.
 
Hasta el final de su vida fue santamente violento con relación a Dios Nuestro Señor. Exclamó: Combatí el buen combate, completé mi carrera, mantuve la fe y ya me está reservada la corona de la justicia. Es una especie de atestado brillante que da de su propia fidelidad. Es como un hombre con la conciencia tranquila se presenta ante Dios.

Los católicos decadentes calificarían eso como falta de humildad, pero como fue la exclamación de un santo no les queda más remedio que quedarse callados. Al católico relajado no le gustan las conversiones violentas, no le gusta pensar en conversiones de hombres sabios, en conversiones de hombres que cambian las cosas, pero son los violentos los que conquistan el reino de los Cielos.

Se debe pedir esa santa violencia. Él lucho para derrumbar el paganismo, se debe tener esa violencia santa para derrumbar en nuestros días el mal que está en el auge, más poderoso que el paganismo en su época.

La brasileña ciudad de San Pablo, consagrada al Apóstol, tiene la vocación de tener esa santa violencia, con el vigor, la fuerza, la intrepidez, la iniciativa, el sentido organizativo propio de aquellos que deben desarrollar una amplia acción, en cierto sentido imperialista, de ser el centro de la Contrarrevolución mundial.

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