29 de marzo de 2020

MUERTES

viernes, 27 de marzo de 2020


MUERTES – 28/03/2020

Este mes celebramos a San José, patrón de la buena muerte, tan de actualidad por el castigo misericordioso para el mundo de la epidemia difundida por China. Todo sugiere que, en su muerte, fue asistido por Nuestra Señora y el Divino Redentor, que le ayudaron a elevar su alma a esa perfección pinacular para la cual fue creado. No era la perfección de Nuestra Señora, pero era una perfección extraordinaria. Cuando la mirada de San José, ya nublada, se estaba apagando para la vida, al contemplar a quien era su esposa y a quien legalmente era su hijo, se extasió con la continua ascensión en santidad de Nuestra Señora y de su Divino Hijo. Al verles elevarse así, también él crecía en su propia santidad. Esta triple ascensión continua en la humilde casa de Nazaret constituyó el encanto del Creador y de los hombres, tres perfecciones que alcanzaron el pináculo al que cada una debería llegar. Eran tres auges que se amaban intensamente y se compenetraban profundamente, perfecciones altísimas, admirables, pero desiguales, realizando una armonía de desigualdades como nunca antes hubo en la faz de la Tierra. Sin embargo, la jerarquía puesta por Dios entre esas sublimes desigualdades era de un orden admirablemente inverso: el que era el jefe de la Casa en el plano humano era el menor en el orden sobrenatural, mientras que el niño, que debería obedecer a sus padres, era Dios. Una inversión que nos hace amar aún más las riquezas y complejidades de cualquier orden verdaderamente jerárquico, y eso impulsa al alma fiel, deseosa de meditar sobre un tema tan elevado, a entonar un himno de alabanza, de admiración y de fidelidad a todas las jerarquías y todas las desigualdades establecidas por Dios.

También conviene tener en cuenta que por el don de profecía la Señora de todos los Pueblos conoció individualmente todos los hombres que existirían hasta el fin del mundo, con sus cualidades y defectos, y tiene con cada uno la misericordia incalculable de la mejor de las madres. Se debe pues, tener la certeza de que, pidiéndole cualquier cosa, se obtendrá. Puede ser que alguien pida algo que no sea para su propio bien. En ese caso, la Señora no dará. Sin embargo, hasta en eso entra la misericordia de Ella porque, conociendo mejor que nosotros lo que nos conviene, nos concede otra gracia más valiosa que la que nosotros le pedimos. Incluso aunque se esté en estado de pecado Ella tiene pena de nosotros y nos obtiene gracias preciosas para enmendarnos y brillar delante de Ella por toda la eternidad. Por tanto, no hay razón para quedarse nervioso y agitado, pues, aunque no comprendamos porqué está sucediendo algo muy triste con nosotros, debemos estar tranquilos ya que nuestra Madre vela por nosotros. Así es que la perfección consiste en mantenerse sereno y tranquilo, comprendiendo que todo se hace por la voluntad de Nuestra Señora. Ahí está el secreto de la calma.

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