N O V E D A D E S
CONTRA-REVOLUCIONARIAS
domingo, 15 de marzo de 2020
FAZ – 16/03/2020

Sorprende el rechazo y el asco que tiene de lo que le rodea. Se mira a Sí mismo, mira al Padre Eterno y sabe que a sus pies está María Santísima, cor unum et anima una, corazón y alma unidos. No se ve en esos párpados cerrados el menor signo de compasión. Da la impresión de que estaban cerrados por el rechazo a ver el horror del pecado que cometieron los hombres. Se perciben las marcas de los golpes que recibió, su cabello fino y despeinado, su protesta frente a todo esto, pero también su dignidad.
Se ve fácilmente la responsabilidad suprema de su figura y la seguridad en Sí mismo. Recuerda ese episodio del Evangelio cuando los verdugos que iban a detenerlo le preguntaron si era Jesús Nazareno a lo que respondió: ¡Yo soy!, y todos cayeron de bruces. Tal era su majestad y seguridad. Esta respuesta recuerda la definición que le dio de Sí mismo a Moisés, cuando apareció en una zarza ardiendo. Moisés preguntó quién era y Él dijo: ¡Yo soy el que es! Si se dijera que la imagen de la Sábana Santa se define de esa manera estaría perfectamente definida, porque es una comunicación con el todo absoluto, una posesión del todo absoluto, una seguridad del Ser a través de la cual uno puede ver que Él es el estándar y la medida de todas las cosas, que juzga como Rey y como Dios todas las cosas, según Él mismo, lo cual es fantástico.
Al mismo tiempo, vemos lo que podría ser divinamente suave y afable en sus ojos, en el lenguaje y el timbre de voz. Es la coexistencia de todas las virtudes, de todas las perfecciones, en todos los grados que pueden encajar en la naturaleza, como un reflejo de la naturaleza divina vinculada a Él por la unión hipostática.
También es interesante notar la gravedad de la expresión. Murió víctima de un crimen atroz, del peor delito de todos, el deicidio producido por el mayor tormento de la historia.
Es como un juez ante sus verdugos, hay un rechazo, una censura, un desacuerdo y una condena a quienes le mataron, que es algo verdaderamente divino. Como si dijera: ¡Soy la Ley, soy el Juez y soy la Víctima! Y juzgo a estos tres títulos el crimen que se cometió contra Mí. Es realmente majestuoso.
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