29 de abril de 2018
Vientos independentistas agitan las aguas de Taiwán
Vientos independentistas agitan las aguas de Taiwán
La recién nacida
Alianza Formosa, un grupo constituido por políticos y empresarios, aspira a
celebrar el año próximo un referéndum de autodeterminación
EL
PAIS - Taipéi 26 ABR 2018 - 14:28 BRT
Vista
del Teatro Nacional, en Taipéi. D. CHANG EFE
La amenaza nuclear
norcoreana ha empezado a disiparse, pero desde hace décadas existe
en el Pacífico otra amenaza latente que podría emerger como la nueva causa de
conflicto en esta parte del planeta. Los vientos de independencia parecen
soplar más fuertes que nunca en Taiwán (oficialmente República de China,
ROC). El procés catalán se
ha seguido con extrema atención, generando artículos favorables a la secesión y
quizás no sea casual que este mes se haya creado la Alianza Formosa, un grupo
constituido por políticos y empresarios que aspira precisamente a la
celebración el año próximo de un referéndum de autodeterminación. Pero votar
sobre soberanía, territorio,
nombre o bandera no solo choca con su propia Constitución, sino
con una recién aprobada ley de referéndum y sobre todo, con el principio de Una
Sola China.
Ese principio afirma
que sólo existe un país llamado China, con dos naciones —una de
ellas Taiwán—. Su único representante es el Gobierno de Pekín, algo que la isla
reconoció en el llamado Consenso de 1992. Por eso, si Taiwán se atreviera a
declarar la independencia, China la invadiría ya que la considera parte de su
territorio. ¿Sobreviviría la isla a una invasión? “Yo creo que sí. Tiene
cientos de misiles crucero y de misiles anti-buque con los que podría hundir a
gran parte de la armada china”, afirma Ian Easton, autor del libro La amenaza de la invasión china: la defensa de Taiwán y la
estrategia americana en Asia.
Pero los taiwaneses no piensan lo mismo: según una
encuesta publicada este mes por la Fundación Taiwanesa de Opinión
Pública, sólo el 27% cree que
podría ganarle la guerra a China. Según esa misma encuesta, el 37,4%
de la población apoya la idea de un Taiwán independiente, mientras que el 25%
prefiere mantener el statu quo y otro 23% se inclina por la unificación, aunque
los números bailan dependiendo de quien haga la encuesta. Según la Fundación
Taiwán por la Democracia, el 91,1% de la población apoya conservar el statu
quo, un 2,4% apoyaría una declaración de independencia unilateral, y apenas un
1,5% querría unirse a China. Eso sí, el 70% de los encuestados estaría
dispuesto a participar en una guerra contra China si ese país decidiera
anexionarse Taiwán a la fuerza.
“Taiwán es, de facto, un país
independiente. Tiene todos los elementos que necesita un país para serlo: es
una democracia vital, con sus elecciones, sus leyes, su presidente, su propio
Ejército, su propia moneda y hasta su pasaporte. Nos falta el
reconocimiento internacional y la posibilidad de participar en instituciones
internacionales como la ONU, donde no se nos reconoce, pero eso no
nos hace no ser un país [sólo 20 Estados sin peso diplomático la reconocen y
esa elección hace que China les repudie]. Aún así, tenemos que seguir
trabajando para poder tener todos los mismos derechos que cualquier otro país”,
explica desde Londres Lin Fei-fan, uno de los líderes del Movimiento Girasol,
el equivalente taiwanés al 15-M español, aunque con otro mar de fondo: en 2014
los jóvenes taiwaneses ocuparon el Parlamento durante casi un mes para frenar
un acuerdo comercial con China que le habría entregado al gigante asiático un
inmenso poder económico que los taiwaneses temían se transformara en poder
político.
En Taiwán, la amenaza de invasión
china es parte del paisaje emocional: hace tantos años que la
población convive con ella que ya nadie se despeina cuando Xi Jinping lanza una
de sus diatribas contra la isla, casi constantes desde que congeló relaciones
con el Gobierno de la presidenta Tsai
Ing-wen en 2016. No obstante, tampoco bajan la guardia, ya que
conocen bien la historia: en Asia casi todos miran hacia China con recelo.
Pero, teniendo en cuenta las cifras y su existencia de facto como país, ¿tiene sentido luchar por un
referéndum independentista? A Fei-fan, la Alianza Formosa le parece una buena
idea para “seguir avanzando para dar a conocer internacionalmente la situación
de Taiwán”, que es la barroca fórmula semántica que suelen utilizar casi todos
los taiwaneses pro-independencia, ya que pronunciar abiertamente esa palabra
sigue siendo un asunto delicado en la isla. De ahí lo significativo de la
Alianza Formosa, impulsada entre otros por Kuo Bei-hung, presidente de la
influyente Formosa TV, y por tanto con capacidad para propagar su
mensaje.
No obstante, para algunos observadores
internacionales la independencia está lejos. “Podría llegar a haber un
referéndum pero el Gobierno taiwanés no está listo para cambiar el nombre y la
bandera. No se ha llegado a un consenso en el país. Es más, el Gobierno de Tsai
Ing-wen quiere evitar a toda costa cualquier excusa para un ataque chino. Creo
que aún tendrán que pasar dos o tres décadas”, asegura Ian Easton.
Más partidos
La Alianza Formosa está integrada entre otros por
dos expresidentes, algunos miembros del PDP (el partido del Gobierno),
activistas de todo el espectro social, cientos de empresarios, organizaciones
taiwanesas en el exterior y tiene la bendición, aunque no formen parte de ella,
de partidos pequeños como el New Power Party (NPP), un tercer partido que,
como Podemos en España, es producto de las inquietudes de las nuevas
generaciones. Entró en el parlamento en 2016 con cinco diputados, rompiendo con
el bipartidismo del KMT y el PDP. Su líder es Freddy Lim, un célebre cantante
de heavy metal que cambió los escenarios en los que
su banda, Cthonic, reivindicaba la identidad cultural taiwanesa por el congreso
y que también aspira a la independencia, aunque con matices.
“La palabra independencia para los taiwaneses es
muy complicada porque, aunque la mayoría de nosotros nos sentimos
independientes, y de hecho lo somos —si quieres venir a Taiwán el visado te lo
damos nosotros, no China—, lo cierto es que esa palabra adquirió connotaciones
negativas durante los años de Gobierno del KMT. Por eso, la mayoría de la gente
prefiere decir ‘queremos normalizar nuestro sistema de Gobierno’, que hemos
heredado de aquel partido y que ya no se corresponde con la realidad taiwanesa.
El año pasado aún pagábamos por un comité dedicado a Mongolia y al Tibet, o sea
que gastábamos dinero público en una rémora del pasado. La República de China
eventualmente tendrá que dar paso a Taiwán y creo que la Alianza Formosa puede
abrir camino”, explica Lim a este periódico.
El papel de EE UU
En la ecuación también es clave el papel de Estados Unidos,
que mantiene desde hace cuatro décadas una posición ambigua: no
reconoce la soberanía de China sobre la isla, pero tampoco la independencia de
Taiwán, aunque es su principal proveedor
de armas. John Bolton, el nuevo consejero de Seguridad
estadounidense, ha expresado a menudo sus simpatías por Taiwán e incluso ha
defendido que EE UU debería tener tropas en su territorio. En junio se inaugura
la nueva embajada de facto en la isla
—oficialmente, Taiwán y Estados Unidos no tienen relaciones diplomáticas, pero
sí existe el American Institute in Taiwan—. Esta semana, el tabloide
gubernamental chino Global Times equiparó
esa posibilidad a un apoyo explícito a la independencia de la isla que podría
llevarles “al borde de la guerra”, aunque desde que comenzó la disputa
arancelaria entre China y Estados Unidos, Pekín considera casi todo una
provocación. De llegar a producirse,
esa guerra tendría consecuencias catastróficas para la zona, sobre
todo por la posibilidad de una escalada con la participación de otros países en
el conflicto.
En Taiwán nadie quiere ser parte de ese escenario
así que, de momento, la batalla se mantiene en el terreno de la diplomacia,
haciéndose oír poco a poco. Este mes su pelea se concentra en la Organización
Mundial de la Salud, a cuya Asamblea General, que se celebra el 21 de mayo, no
ha sido invitado, ni siquiera como observador. Los virus no entienden de
fronteras, claman los taiwaneses para poder acudir.
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