25 de abril de 2018
El misterio tras la trágica muerte de Ramón, el hermano republicano de Francisco Franco
«IE-73». El Museo del Aire de Madrid guarda celosamente la cola destrozada de un avión cuyo numeral atesora una historia tan trágica como enigmática. A primera vista podría parecer que no son más que los desvencijados restos de uno de los centenares de aeroplanos que se usaron en España, pero ni mucho menos. Y es que, este pequeño amasijo de hierros fue testigo del accidente que acabó con la vida de Ramón Franco, hermano de Francisco y ferviente republicano en sus inicios, el 28 de octubre de 1938. Aquella jornada, el mismo hombre que había protagonizado el «raid» del «Plus Ultra» (gesta que le convirtió en un héroe internacional) falleció en extrañas circunstancias cuando su hidroavión cayó al mar durante una operación de bombardeo.
Desde entonces los historiadores han especulado con las causas que hicieron que el aparato que pilotaba Ramón, un experto aviador fogueado en mil tormentas, cayera de bruces contra las aguas después de haber salido de Mallorca con el objetivo de bombardear Valencia. ¿Sabotaje? ¿Accidente? A nivel oficial -y según creen una buena parte de los expertos- todo apunta a una casualidad. Y así se hizo saber en las páginas del diario ABC el 1 de noviembre de ese mismo año: «La versión más autorizada indica que el aparato cayó en posición de ala contra el mar, destrozándose totalmente. Los cuerpos de los heroicos tripulantes fueron proyectados fuera del aparato a consecuencia de la impetuosidad del choque».
Sin embargo, también se ha especulado con la posibilidad de que Ramón Franco se quitase la vida después de la ingente cantidad de vaivenes políticos que había protagonizado a lo largo de su carrera. No en vano trató de bombardear el Palacio Real con el objetivo de acabar con la monarquía para, años después, declararse fiel al franquismo. «Se ha especulado mucho sobre la muerte de Ramón: accidente, sabotaje, etc. Hoy se aventura una nueva hipótesis: pudo suicidarse ante el cariz que tomaba la Guerra Civil», explica Andrés Rueda Román en su obra «Franco, el ascenso al poder de un dictador». Por su parte, el popular periodista e investigador José María Zavala deja abiertas las posibilidades en su libro «Las páginas secretas de la historia».
Ramón Franco Bahamonde nació en El Ferrol allá por 1896, cuatro años después que su hermano mayor, Francisco. Y lo cierto es que, por entonces, no se llevaba muy bien con él porque le consideraba demasiado metódico y estirado. O, como resume el mismo Zavala en «Franco, el republicano», porque le veía como «el niño bueno de la familia». Con todo, nuestro protagonista siguió al futuro jefe del estado en su carrera militar y recibió su primer destino en 1914. Apenas dos años después fue enviado a Marruecos, donde España trataba de pacificar el envenenado protectorado que había recibido poco antes. En tierras africanas fue donde, tal y como explica Ramón Garriga en «Ramón Franco, el hermano maldito», se ganó el apodo de «Chacal» debido a su temeridad.
Por entonces, Ramón empezó a ser conocido entre sus compañeros por su promiscuidad (solía gastarse la soldada en los prostíbulos de la zona) y por su hiriente sentido del humor. Con todo, parece que no le interesó demasiado combatir a ras de suelo, pues en 1920 abrazó el pilotaje y se dio a las pocas bondades que, por entonces, tenía subirse a un aeroplano.
Tras obtener su licencia de aviador no lo dudó ni un segundo: debía acudir como piloto de guerra a Marruecos. Ávido de peligro, en esta guerra realizó más de 150 vuelos en dos años al mando de un hidroavión, los aparatos más cotizados y versátiles de aquella época. Por entonces seguía sin demostrar demasiado cariño por su hermano, al que evitaba en la zona de operaciones.
Aunque su mayor gesta todavía estaba por llegar. Mientras su hermano Francisco ascendía a pasos agigantados en el recién creado Tercio de Extranjeros, Ramón se propuso batir el récord mundial de distancia recorrida con escalas en vuelo viajando entre España y América. Y lo logró en 1926 a lomos del «Plus Ultra», un Dornier Do J Wal con el atravesó el Atlántico y arribó hasta Argentina sumando la friolera de 10.270 kilómetros a sus espaldas. Aquella gesta, que llevó a cabo junto al capitán Julio Ruiz de Alda, el teniente de Navío Juan Manuel Durán y el mecánico Pablo Rada le granjeó el carió de la comunidad internacional, le convirtió en un héroe español y le hizo ganarse el favor de Alfonso XIII.
La gloria le duró poco a Ramón. Tras convertirse en un héroe con el «Plus Ultra» falló dos veces al intentar dar la vuelta al mundo en aeroplano. Por si fuera poco, en los meses posteriores a su llegada a Argentina se ganó la enemistad del entonces dictador Primo de Rivera y de Alfredo Kindelán, jefe del Aire.
De hecho, en 1924 fue expulsado de la Aviación española tras recibir todo tipo de acusaciones por parte de sus enemigos políticos (entre ellas, la de desfalco). Por entonces, «Chacal» ya se declaraba republicano y profundamente antimonárquico. «Ramón y Paco se hallaban en las antípodas ideológicas, mientras el primero pretendía instaurar una república por la vía revolucionaria, el segundo se mantenía fiel, como un mastín, a la Corona y al catolicismo», afirma Zavala en su obra.
A partir de entonces, la vida de Ramón Franco fue un carrusel ideológico. En 1930, para empezar, colaboró en la proclamación de la Segunda República. Y lo hizo lanzándose de bruces contra el Palacio Real desde el aeródromo de Cuatro Vientos para bombardearlo (atentado que, finalmente, no llevó a cabo). Aquella jugada fue desastrosa, pues le granjeó el exilio.
Apenas un año tras estos hechos, cuando la monarquía fue abolida, regresó a España y fue rehabilitado como militar. Poco después se presentó a las elecciones en las listas de Esquerra Republicana e, incluso, llegó a viajar a Estados Unidos como agregado a la embajada. Solo volvería a España tras el levantamiento militar de 1936 llevado a cabo por su hermano Francisco.
Tras el levantamiento militar de julio de 1936, todos hacían cábalas sobre si Ramón seguiría fiel a la República o si, por el contrario, se uniría a su hermano. Al final, el piloto prefirió la sangre a las ideas políticas y se dirigió a España para reunirse con Francisco. Las conjeturas sobre la causa que motivó a Ramón a cambiar de bando nunca se han aclarado, aunque entre las más creíbles está la de la muerte de su gran amigo Julio Ruiz de Alda (falangista), a manos de varios milicianos armados en la cárcel Modelo de Madrid.
Al llegar al país Francisco le esperaba con los brazos abiertos, de hecho, le nombró jefe de la Aviación Nacional en Palma de Mallorca. La misma base desde la que se dedicó a bombardear posiciones republicanas.
Ramón Franco, el mismo héroe que la sociedad había adorado por su participación en las «raids» españolas, acometió su último vuelo el 28 de octubre de 1938, en plena Guerra Civil. Aquella jornada el entonces teniente coronel se subió a un hidroavión Cant Z-506 con órdenes de soltar una tonelada de bombas sobre la plaza republicana de Valencia. «Era un trimotor de fabricación italiana con una increíble particularidad: su estructura era toda de madera, lo cual da al lector una idea de lo vulnerable que resultaba el avión ante el menor impacto», explica Zavala en «Las páginas secretas de la historia».
El diario ABC (en su edición de Sevilla del 1 de noviembre de ese mismo año) explicó así la salida del aeródromo de «Chacal»: «El aparato, en que ha hallado la muerte el glorioso tripulante del Plus Ultra, don Ramón Franco, y, las otras destacadas figuras de la Aviación Nacional que le acompañaban, inició el vuelo el jueves por la tarde, desde la base de Palma de Mallorca». En el mismo artículo se desvelaba además que le acompañaban el teniente de navío Melchor Sangro («oficial especializado en ingeniería eléctrica y hombre de brillante carrera y españolísima ejecutoria política que el año 1931 fue expulsado del Ejército por negarse a firmar su adhesión a la República»); Joaquín Domínguez como bombardero; Emilio Gómez Martí haciendo las veces de sargento mecánico y José Canaves Costa como cabo de radio.
Junto a Ramón Franco partió también otro Cant Z-506, el de Rodolfo Bay, futuro piloto de Iberia y, posteriormente, fundador también de la aerolínea española Spantax. Es decir, un hombre experto en el mundo de los vuelos. Los pormenores de su participación los corroboró el militar en una entrevista concedida a la revista «Mach.82» en 1999. En la misma desveló incluso que, aquel día, sucedió algo que a ambos pilotos les pareció sumamente extraño:
«La mañana del 28 de octubre, cuando Ramón Franco y yo, con las respectivas tripulaciones, nos dirigíamos al embarcadero para subir a los botes que nos llevarían a los aviones anclados a la bahía, recibimos la orden de cambiar de avión; los pilotos solamente, no las tripulaciones, con lo que Franco subió al avión que estaba destinado para mí, y yo subí en el suyo, volando yo con su tripulación y él con la mía. La orden nos extrañó muchísimo por lo inusual, y así lo comentamos».
Sobre la hora de partida existe cierta controversia. El diario ABC, varias jornadas después de la tragedia, afirmó que los Cant Z-506 habían partido desde la base por la tarde. Por su parte, Bay se limita a señalar en la entrevista que fue durante «la mañana del 28 de octubre». En su libro, Zavala señala que los aparatos alzaron el vuelo «al filo de las seis de la mañana». Finalmente, Joaquín Bardaviodesvela en su obra «El reino de Franco. Biografía de un hombre y su época», que el último vuelo de Ramón Franco comenzó «el 28 de octubre de 1938, a las 4,45 de la mañana».
En cualquier caso, en lo que sí coinciden todos es en que Ramón Franco decidió salir de puerto a pesar de las pésimas condiciones meteorologícas. Así lo corroboró Bay en la mencionada entrevista de 1999:
«Despegamos: el tiempo era malo y había nubes aisladas que pasamos. Una vez encima de las nubes, y alcanzados los cuatro mil metros pusimos rumbo al Cabo Formentor, para no sobrevolar la población de Pollensa. Yo iba a la izquierda de Franco».
El diario ABC coincidió con esta explicación:
«Se sabe que el teniente coronel Franco, que estaba en antecedentes de la durísima marejada, y de la gruesa tormenta que se venía encima, se abstuvo de ordenar ningún servicio a sus subordinados, decidiendo él, como hacía siempre en estas circunstancias, emprender un vuelo de exploración y reconocimiento»
Al parecer, y a pesar de que se toparon con una considerable nube, todo iba bien. Sin embargo, de repente Bay notó que el aeroplano de Ramón comenzó a perder potencia. El militar intentó seguir a la izquierda de su jefe, pero le fue imposible. Al final, tuvo que hacer uso de los «flaps» para evitar perder el control del aeroplano.
Por su parte, Ramón perdió altura y se metió de bruces en el cumuloninbo. En palabras del futuro piloto de Iberia, aquella fue la última vez que vio a su teniente coronel. Desesperado, trató de contactar en varias ocasiones con la tripulación del hidroavión perdido, aunque sin éxito. Tampoco sirvieron de nada las diversas pasadas que llevó a cabo sobre las aguas para intentar hallar los restos del Cant Z-506. Al final, abandonó toda esperanza y regresó a la base para contar lo sucedido.
Así narró la tragedia el propio Bay en la entrevista mencionada:
«Cuando pasamos por encima de Formentor, el avión de Franco redujo mucho la velocidad y se quedó parado en el aire. Me vi imposibilitado para continuar a su lado. Intenté sacar flaps para no caerme y no pasarle, pero fue inútil. El avión de Franco se inclinó sobre el ala derecha e inició un picado que acabaría en el mar […] Yo regresé inmediatamente a la base para dar cuenta de lo ocurrido, abortando la misión».
El diario ABC, por su parte, dio la siguiente versión de lo sucedido:
«Se ha podido averiguar que, a los pocos minutos de iniciado el vuelo se percibieron algunas llamadas telegráficas de lugar que no pudo ser localizado. Ahora se ha confirmado que se trataba del aparato del teniente coronel Franco. Minutos antes de emprender el vuelo el aparato siniestrado lo hizo otro de las mismas características de este, que regresó a poco a su base, dando cuenta del imponente temporal que impidió materialmente el vuelo. A partir de aquel momento se comenzó a temer por la suerte del hidroavión de Franco y sus ocupantes.
Uno de los episodios más olvidados de la tragedia de este hidroavión fue la búsqueda que las autoridades franquistas protagonizaron en las jornadas posteriores. En palabras del diario ABC, lo que se hizo en primer lugar fue tratar de contactar con Ramón Franco enviándole una infinidad de mensajes durante toda la noche. Posteriormente, se enviaron multitud de buques con la esperanza de que el hidroavión hubiese logrado caer sobre el mar.
«En la mañana del viernes algunos cruceros intensificaron sus trabajos ante el convencimiento de que el aparato no, habría podido pasar de los alrededores de la isla. A partir de medio día amainó considerablemente la tormenta, pudiendo cooperar a la búsqueda los hidros de la base de Pollensa. Estos continuaron en tal servicio hasta el atardecer, pero no se cesó de intentar la localización del aparato o sus restos por medio de los reflectores de los barcos. Desde los primeros momentos, el Generalísimo fue informado de la desaparición del hidro que tripulaba su hermano, dándole cuenta de los trabajos que se realizaban para tratar de encontrar y salvar a los tripulantes»
«El sábado prosiguió infructuosamente la operación, en la que cooperaron muchos barcos minadores. Al atardecer de este mismo día ya se dio por descontado un fatal accidente, aunque no podían todavía preverse las consecuencias. Existía la esperanza de que el hidro pudiera haberse mantenido a flote, pero como hubo un recrudecimiento del temporal y volvió otra vez la gruesa marejada, se calculó que después de cuarenta horas el hidro debía haber zozobrado. Prosiguieron los trabajos con la finalidad de encontrar los restos de la aeronave y si era posible recoger los' cadáveres. Por la tarde, uno de los aparatos de exploración regresó a la base y dio cuenta de que había creído observar en la Punta de Formentor restos de un aparato».
«Al amanecer del domingo, el mejor estado del mar permitió que se desplazara hacia aquel lugar el minador Vulcano, acompañado de varias lanchas, para recorrer los lugares señalados y comprobar si los restos pertenecían al hidro desaparecido. A las nueve y media de la mañana una de las lanchas recogió un cadáver que flotaba sobre el mar. Se trataba del teniente Sangro. Su reloj marcaba las seis horas y cinco minutos. Momentos más tarde era encontrado también el cadáver del mecánico Gómez Martí».
Apenas una hora después, el mismo bajel halló el cadáver del teniente coronel franco en un estado pésimo, pues uno de sus pies había quedado severamente fracturado debido al impacto. Por si fuera poco, su cabeza presentaba una herida en la sien izquierda en forma de circunferencia. Un agujero que, a pesar de su profundidad, no sangraba debido al agua.
En un principio, aquellos que hallaron el cadáver barajaron la posibilidad de que el militar se hubiese suicidado de un disparo, pero rápidamente desecharon esa idea ya que, por sentido común, Ramón habría pasado sus últimos momentos de vida intentando levantar el morro del avión para evitar el impacto, y no sacando una pistola. También establecieron que era imposible que se hubiese quitado la vida una vez en el mar pues (viendo las condiciones en las que había quedado el aparato) era imposible que hubiese sobrevivido a aquel impacto.
Finalmente, se estableció que la muerte había sido producto de un trágico accidente, como bien explicó el diario ABC en su versión de Sevilla:
«La versión más autorizada indica que el aparato cayó en posición de ala contra el mar, destrozándose totalmente. Los cuerpos de los heroicos tripulantes fueron proyectados fuera del aparato a consecuencia de la impetuosidad del choque. No así el cadáver del radiotelegrafista, que se supone hundido entre los restos del hidroavión».
Bay, preguntado en la entrevista de 1999 sobre la posible causa de la muerte, no se mordió la lengua y apuntó directamente a una conspiración:
«Para mí está muy claro que fue un sabotaje. Muy bien preparado pero un sabotaje, sin duda. Es difícil demostrarlo al cabo de los años, pero no me cabe duda de que el avión estaba preparado para que ocurriera lo que ocurrió».
Una última versión sobre la muerte corrió como la pólvora en los años posteriores. Según desvela a ABC el escritor José Luis Hernández Garvi (autor, entre otros tantos, de «Ocultismo y misterios esotéricos del franquismo») en ella afirmaba que una mano oscura ubicado una bomba en el aeroplano para acabar con la vida de Ramón.
1-¿Cuál era la teoría de la hermana de Ramón y Francisco?
En una entrevista concedida en los años ochenta a Canal Sur, Pilar Franco hizo unas polémicas declaraciones. Frente a la cámara acusó directamente a la masonería de estar detrás de la muerte de Ramón. Según su relato, en aquellos lejanos días el aviador había recibido amenazas de muerte de los masones, que no le perdonaban el cambio de actitud que se produjo al abandonar la sociedad secreta y renunciar a sus ideales. Pilar afirmaba que su hermano estaba preparando un libro que habría llevado por título Burla del Grado 33 que contendría datos reveladores sobre las verdaderas intenciones de la masonería, poniendo en evidencia a sus miembros más destacados. Ante el temor de que pudieran salir a la luz, traicionando así su pacto de silencio, sus antiguos “hermanos” habrían planeado asesinarle.
2-¿Le afectó a Ramón esta supuesta amenaza?
Teniendo presente esa amenaza, Ramón Franco revisaba cuidadosamente su hidroavión antes de cada misión buscando algún indicio que pudiera delatar un posible sabotaje.
3-¿Sucedió algo extraño, según Pilar, aquel 28 de octubre?
La mañana de su último vuelo una inesperada llamada interrumpió su revisión. Un soldado desconocido se presentó ante él para avisarle de que al otro lado de la línea telefónica preguntaban por él desde el Cuartel General de Franco. El aviador corrió hacia el edificio de la base para atender la posible llamada de su hermano, pero al coger el auricular nadie le respondió al otro lado. Temiendo que tal vez se hubiera podido cortar la comunicación, solicitó que inmediatamente le pusieran en contacto con el Cuartel General. Cuando lo consiguió el responsable de la línea le dijo, para su sorpresa, que nadie le había llamado desde allí.
Siguiendo con el relato de su hermana, Ramón Franco se estaba preparando para subir a su avión cuando descubrió que una de las ruedas del tren de aterrizaje del aparato había sido rajada intencionadamente. Pidió entonces al personal de tierra que se la cambiaran lo antes posible, pero los mecánicos le contestaron que no había repuestos disponibles. Fue entonces cuando alguien le ofreció volar en otro de los aparatos que estaban de reserva. Para evitar una nueva demora aceptó esa solución, encendiendo los motores de un avión que no había tenido tiempo de revisar.
4-¿Creía, entonces, en la conspiración?
En el transcurso de la entrevista, Pilar Franco afirmaba con rotundidad que una mano siniestra colocó una bomba en el interior del avión que habría estallado en pleno vuelo. La hermana de Francisco no tenía ninguna duda, acusando directamente a los masones de ser los responsables del atentado, aunque no aportase más pruebas que su propio testimonio. En caso de que realmente hubiera existido una conspiración, en todo este tiempo no se ha podido identificar al misterioso soldado que distrajo la atención del aviador con la supuesta llamada, jugada dilatoria que le habría dado tiempo a él o a otros compinches para rajar el neumático del tren de aterrizaje. Sin embargo, este último detalle resulta contradictorio si tenemos en cuenta que el Cant Z.506 era un hidroavión dotado con flotadores que operaba desde el mar, teniendo como base unas instalaciones que carecían de pistas de aterrizaje y despegue.
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