12 de febrero de 2020

GRANFINSIMO

martes, 11 de febrero de 2020


GRANFINISMO - 12/02/2020

Granfino se dice de una persona, un traje, un ambiente, etc. Un vestido granfino necesita, en primer lugar, ser nuevo, con esa forma de esplendor que sólo las cosas nuevas tienen. Todo lo que es granfino debe, además, causar un cierto asombro, hacer a la mujer parecer hombre, a la anciana tener aspecto de joven, o al anciano parecer un cursi. Debe dar a los muebles, a la casa o al templo una impresión de máquina, de fábrica, y debe de alguna manera producir la sensación de que viola las leyes de la física.

Su aspecto tiene que ser "democrático", nada de pompa, de solemnidad, de seriedad. Todo simple, lamido, con aires de niño en vacaciones. En compensación debe ser muy limpio. Y sobre todo caro. Cuanto más caro, mejor.

Por tanto, el granfinismo no es prerrogativa de las grandes ciudades, hasta las aldeas lo tienen. Ni es seña de identidad de una clase, hasta en las tabernas de barrio hay granfinos suburbanos. El granfinismo es un estilo, un género, una categoría, una enfermedad. Casi diríamos que forma una secta.

Los granfinos en sus respectivos niveles son todo, el resto no es nada. De ahí viene la idea de que la clase dirigente, si no tiene el monopolio del granfinismo, es como su matriz. Y que tener dinero, tener gusto, ser granfino, es una sola cosa. Pero ciertamente no lo son. El granfinismo es el triunfo de la vulgaridad y del mal gusto, teniendo a su servicio el dinero. Es fruto de un trinomio, pero que es lo opuesto del trinomio de la finura.

Para hacer algo fino, el dinero es útil, pero de ninguna manera es necesario. Al hacer algo granfino, el dinero es malgastado y sólo sirve para dar fuerza monstruosa a la vulgaridad.

Esta sala de nuestro grabado, de segunda categoría, por cierto, busca nítidamente, claramente, el granfinismo. El asiento del primer plano tiene cojines muy cómodos, que invitan al cuerpo a relajarse. Pero este respaldo y este asiento tan mullidos no se completan con reposabrazos. El completo relajamiento es incompleto. Además, el cuerpo que se relaja forzosamente pesa. Las delgadas patitas de ese mueble parecen especialmente destinadas a cargar seres diáfanos. Las personas sienten todo esto sin poderlo explicitar. Saben, además, que el asiento no se va a caer. Todo es contradicción rebuscada y astuta. Divertida. O, mejor dicho, graciosa. Nuevo a estrenar, elegante, costó lo suyo, en fin, granfino, o más bien granfinito. La alfombra da la impresión de mal peinada. Es lanuda, enredada, sin ser propiamente fofa. ¿Es de buena calidad? Sí, porque no está gastada. No porque se diría que salió de la fábrica antes de los acabados finales. Mientras no tenga ninguna mancha, ni se destiña, será graciosa y granfina. Esto durará poco. Manchada, desteñida, continuará alfombrilla, felpa horrible que irá a la basura. ¿El jarrón es un jarrón o un cilindro cualquiera? ¿Qué son estas varillas? ¿Fueron recolectadas, o cogidas sueltas en cualquier jardín, rodando por el suelo? ¿Y el cojín que flota solo y desolado en el sofá del fondo? ¿No es la figura del observador sensato, como misero escombro flotando descorazonado y sin lastre en este pequeño océano de contradicciones llamativas, pedantes y ufanas de sus propias cacofonías? Caro, un poco. Pretencioso, mucho. Extravagante, completamente. Granfino completamente. Fino, en absoluto.

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