6 de febrero de 2020

APOSTOLADO


miércoles, 5 de febrero de 2020


APOSTOLADO – 06/02/2020

El motivo por la cual los revolucionarios se rebelan más contra la nobleza es porque piensan que el hijo de un noble no tiene el mérito de aquel que, por una acción heroica, se convirtió en noble. Por lo tanto, no tiene el derecho de heredar el premio que su padre mereció por aquella acción. De hecho, un hombre que haya practicado un acto de valentía, lega algo de ese acto, algo de ese mérito a sus hijos, siempre que éstos no sean indignos. Si un hijo es indigno, comete un crimen, por ejemplo, se comprende que pierda la condición de noble. Pero si es un hombre común y desciende de otro que realizó una gran acción de valor humano, máxime si tiene además un valor sobrenatural, que redundó en un bien para la cristiandad y para la nación, se hace acreedor de la gratitud del país. Si un hombre presta una parte de su fortuna a alguien muy rico, al morir éste, su hijo se convierte en titular de ese crédito, porque el crédito económico pasa de padre a hijo. Ahora bien, si eso ocurre con el crédito económico, ocurre también con el crédito moral, porque un hijo es heredero del nombre y del mérito de su padre.

Habitualmente tenemos una concepción del apostolado puramente individual, o sea, el apostolado hecho por una persona con otras. Esta visión no es falsa, pero está incompleta. Pues una clase social, como un conjunto, puede y debe hacer apostolado con otra clase social. Una clase debe ser considerada como un todo moral, ejerciendo un apostolado sobre la sociedad. Y ésta como un conjunto de clases que se moralizan recíprocamente.

El apostolado que debe ser hecho por la nobleza es, por excelencia, el apostolado de la tradición. Pues es una clase que debe ser tradicional y debe conservar las tradiciones de un pasado católico en una sociedad como la de hoy, que ha dejado de ser católica. Pío XII insiste en que el apostolado de la tradición es el mayor servicio que la nobleza puede prestar a la Iglesia y a la Patria. Nada mejor se puede hacer por la Iglesia y por la Patria que conservar esa tradición. El dibujo representa al emperador Francisco José participando de una fiesta popular. Ese respeto a la tradición, que hace parte del espíritu católico, constituye una misión no solamente de la nobleza, sino también de las élites tradicionales, análogas a la nobleza. Si éstas tuvieran conciencia de su papel, deberían brillar por el pudor, por el respeto a la moralidad, por la reverencia a todas las tradiciones del pasado. Y en vez de construirse casas extravagantes, amuebladas y decoradas con el mal gusto característico del arte moderno, deberían mantener la tradición del pasado tanto dentro como fuera de sus casas, e igualmente en el modo de vestirse, de comportarse, etc.

Este apostolado no es exclusivamente de los nobles. Quien no es noble también puede y debe enseñar al noble a ser noble. Cuando vea que un noble quiere rebajarse haciéndose el gracioso, el vulgar, etc., no debe reírle gracia, sino todo lo contrario, debe hacerle sentir su pesar. En cambio, cuando se encuentre con un noble que mantiene su tradición, debe manifestarle su respeto, su afecto y su estima. Es un apostolado de abajo hacia arriba.

La nobleza debe mantener vivo el esplendor de los siglos pasados que aún hoy la ilumina y la realza. Y ese papel lo debe conservar incluso en la mendicidad, para que aquel perfume de los siglos pasados, aunque sean apenas algunas gotas, aromatice aún al mundo contemporáneo y llegue hasta el Reino de María.

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