25 de febrero de 2020

FE

lunes, 24 de febrero de 2020



FE – 25/02/2020

La fe, otro de los rasgos esenciales del alma medieval, es también, bajo cierto aspecto, un acto de humildad. El hombre acepta las verdades que Dios le revela no porque las haya descubierto por la mera fortaleza de su razón o de sus sentidos, sino simplemente porque Dios las ha revelado.

Es evidente que el orgullo habría de rebelarse contra la Revelación. De ahí la negativa protestante a creer en la Presencia Real que los sentidos no perciben. De ahí también la negativa de admitir en la enseñanza del Papa una infalibilidad a la que la razón tiene que doblegarse. De ahí, también, la formación de una exégesis bíblica cada vez más racionalista, que finalmente negó la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, y la existencia misma de un Dios personal. El protestantismo degeneró en deísmo, el deísmo en panteísmo. ¿Y qué es el panteísmo sino la declaración de que todo es Dios, es decir, el triunfo de la igualdad en el cosmos? Porque si todo es divino por esencia, por naturaleza, todo es esencialmente, naturalmente igual entre sí, esencial y naturalmente igual a Dios.

Es para el maremagno del panteísmo que igualmente desaguan todas las corrientes de la filosofía moderna, originada directa o indirectamente del racionalismo y escepticismo protestante, y que en este sentido fluyen en paralelo con el pensamiento reformista del que nació el mundo Moderno.

Para completar este cuadro, falta apenas decir una palabra sobre la castidad. Según la doctrina católica, las relaciones entre los sexos sólo son lícitas en el matrimonio. Este a su vez es monogámico e indisoluble. El estado de castidad perfecta se requiere de los clérigos y religiosos, y es altamente encomiable en los laicos. Esta doctrina es el triunfo de la disciplina de los sentidos.

El protestantismo, revolucionario por esencia y, por lo tanto, enemigo de todos los frenos, comenzó por abolir el celibato sacerdotal y religioso, e instituir el divorcio. Lutero incluso consintió la poligamia cuando se trataba de príncipes. La Revolución Francesa comenzó el movimiento para introducir el divorcio en la legislación civil de los países católicos. Todavía faltaba dar un paso, del que Marx se incumbe decididamente: abolir el propio matrimonio. Es el paroxismo de la revuelta de los sentidos contra toda autoridad, todo freno, toda ley.

Panteísmo, igualitarismo político, social y económico absoluto, amor libre: este es el triple final al que nos conduce un viejo movimiento de más de cuatro siglos.

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