12 de febrero de 2020

FINURA

lunes, 10 de febrero de 2020


FINURA – 11/02/2020

Lo normal en una sociedad bien ordenada, en una sociedad cristiana y orgánica, compuesta por clases diversas, armónicamente escalonadas e íntimamente entrelazadas unas en las otras, es que haya para todos abundancia de los bienes indispensables para la existencia, como el alimento, el vestido, la habitación, las medicinas corrientes y los medios de transporte comunes. Al contrario, los bienes que son meramente convenientes, no necesarios, como vinos de óptima calidad, exquisiteces, obras de arte, tejidos preciosos, medios de transporte lujosos, son mucho menos abundantes. Y, por el orden natural de las cosas, deben confluir para las clases dirigentes, más cultas, dotadas de más gusto para apreciarlos y de más capacidad para desenvolverse con ellos.

Estas consideraciones nos ponen en presencia de un trinomio: función dirigente, cultura, riqueza. Hay entre los elementos de este trinomio una afinidad natural, la cultura es el predicado propio de quien dirige, y la riqueza es a la vez instrumento de dirección y medio de destilar y quintaesenciar cultura.

Estos conceptos son banales. Sin embargo, la Revolución los niega de mil maneras. Se opone a la diferencia de clases, cultura y fortuna. Bajo su inspiración, en muchos lugares donde falta lo necesario se constituyen industrias de baratijas vistosas, objetos superfluos, baratos y de poca durabilidad, que dan al pobre, con el estómago vacío, la ilusión de ser rico. Y finalmente, gracias a las turbulencias económicas y sociales que engendra en todas partes, el trinomio del que hablamos se va descoyuntando. Las clases tradicionales, que representan el factor educación, el gusto, el alto estilo de vida, absorbidas por el placer o la inercia, se van volviendo cada vez menos cultas y menos ricas. Las profesiones intelectuales, en que la educación es el medio de vida, van teniendo una situación económica cada vez más modesta, a la que corresponde una situación social cada vez más apagada. El dinero fluye en inmensas cantidades para elementos sin tradición, sin cultura, sin instrucción y sin gusto.

Y de ahí viene una serie de ideas falsas que concurren en parte para el ambiente de confusión en que vivimos. Una de estas confusiones existe entre los conceptos de fino y granfino.

En la foto vemos una verja de hierro forjado que protege la entrada de un antiguo edificio, pavimentada con grandes tablones largos y bellos. Paredes de piedra. Todo muy barato. Cuánta afabilidad, cuánta seriedad, cuánta nobleza. Líneas distinguidas, natural dignidad de lo que es serio y correcto. ¿Es cara? En absoluto. ¿Es fina? Mucho. ¿Es granfina? Todo lo contrario.

Ciertamente, nada es más equivocado que confundir finura y granfinismo.

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