25 de diciembre de 2019

JESUS

martes, 24 de diciembre de 2019


JESÚS – 25/12/2019

Los pastores allí se presentan en amable intimidad con sus animales, así como con Nuestra Señora, San José y el propio Niño Jesús. Es la imagen conmovedora del Dios excelso, que lleva la irradiación de su grandeza hasta el extremo de tocar y elevar hasta lo que hay de más humilde y pequeño entre los hombres. Y que, no contento con esto, atrae y cubre de bendiciones incluso las criaturas irracionales.

Al contemplar esto, nuestras almas crispadas se distienden. Nuestros egoísmos se desarman. La paz penetra en nosotros y a nuestro alrededor. Sentimos que en nuestro prójimo algo también está ennoblecido y dulcificado. Florecen los dones del alma. El don del afecto. El don del perdón. Y, como símbolo, el ofrecimiento delicado y desinteresado de algún regalo.

Para que nada falte, el "hermano cuerpo" como decía San Francisco también tiene su parte en la alegría. Hecha la oración ante el pesebre, todos se sientan en la misma mesa. Se come sin glotonería. Se bebe sin embriaguez. Es la fiesta en que brilla la alegría de tener fe, de tener virtud, de haber realizado de modo sacro todas las acciones.

¿Alegría de Navidad? Sí. Pero mucho más que eso. Alegría de los 365 días del año, para el católico verdadero. Pues en el alma en la que, por la gracia, habita el Salvador, esa alegría dura siempre y jamás se apaga. Ni el dolor, ni la lucha, ni la enfermedad, ni la muerte, la eliminan. Es la alegría de la fe y de lo sobrenatural. La alegría del orden sacral.

"¡Oh! vosotros todos que pasáis por el camino, parad y ved si hay un dolor semejante a mi dolor", exclamó Isaías Profeta, anteviendo la Pasión del Salvador y la compasión de María. Pero él también podría haber dicho, profetizando las alegrías cristianas perennes e indestructibles que la Navidad lleva a su auge: ¡Oh! vosotros que pasáis por el camino, parad y ved si hay alegría semejante a la mía. ¡Oh! vosotros que vivís voluptuosamente para el oro, ¡oh! vosotros que vivís tontamente para la vanagloria. ¡Oh! vosotros que vivís torpemente para la sensualidad, ¡oh! vosotros que vivís diabólicamente para la rebeldía y para el crimen: parad y ved a las almas verdaderamente católicas, iluminadas por la alegría de la Navidad: ¿qué es vuestra alegría comparada con la de ellas? 

No se vea en estas palabras provocación, ni desdén. Ellas son mucho más que esto. Son una invitación a la Navidad perenne que es la vida del verdadero fiel: Christianus alter Christus, el cristiano es un otro Jesucristo. No, no hay alegría igual. Aun cuando el católico esté, como Jesucristo Nuestro Señor, clavado en la cruz. 

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