13 de diciembre de 2019

GALEON

jueves, 12 de diciembre de 2019


GALEÓN – 13/12/2019

Imaginemos un galeón de categoría, fabuloso y español. Con aquella nota de majestad un tanto malhumorada, un tanto desconfiada y un poco refunfuñona, que caracteriza ciertas cosas de la arquitectura española. En la proa, un nicho para imágenes, trabajado, serio, alto, grande. La popa con aquel aire de viejo solar, muy noble. Reposa en el fondo del mar, con el mal humor y con la agresividad de un navío de guerra. Muy en el fondo, con una capa gruesísima de arena medio gelatinosa, de substancias desconocidas, de vegetales muertos, de musgos. De vez en cuando unos corales emergentes como esqueletos de piedra, irguiéndose a modo de dedos dentro del mar y que están apoyados en una pared del galeón, ayudándole a mantenerse en pie. Varios cañones oxidados. Dentro de uno de ellos se ve salir una miniatura de pulpo que vive allí y que hizo de aquello su casa. Por otro lado, se percibe el agua que se mueve con sus pulsaciones. La luz atraviesa el agua e ilumina aquel fondo del mar, el cual queda como una gelatina un tanto luminosa. Otras partes quedan en la obscuridad. Y cuando vienen esas pulsaciones, el galeón se mueve ligeramente y toda aquella especie de gelatina de arena en que está asentado también se mueve un poco, de acá para allá, de allá para acá. Siglos dentro del mar, el galeón está allí. Casi en pie, sustentado por bancos de coral y cosas así. Entero, pero un poco inclinado. Es una catástrofe completa. Sin embargo, no rodó por el fondo. Toda la gloria, todas las esperanzas, todo el futuro del galeón están sepultadas allí sin desesperación, sin frenesí, sin desánimo y sin contorsiones nerviosas como una afirmación de que él aún volverá. El mundo de la leyenda en general contaminado, pero con bonitos destellos, es una forma del mundo de las cosas superiores. Mejor todavía es figurase personajes que existieron, ampliándolos de tal manera que realicen un ambiente de cosas superiores e ideales.

Ese galeón arquetípico, fabuloso, representa una especial firmeza del sentido de finalidad, por el cual la persona raciocina de la siguiente manera: Siendo yo como soy, tan idéntico a mi matriz primera, ciertamente no me quebraré. Todos estos siglos, todas estas aguas, todas estas circunstancias, no son más que obstáculos que yo sobrepujo. Los enfrento superándolos y los supero dando de mí más que todo eso. Siento algo mayor que todo eso, que nace dentro de mí y que coloca la proa contra todo eso. Vendrá un día en que todo eso entrará en sus ejes.

El galeón de nuestras almas no tiene, es verdad, ningún consuelo durante ese tiempo de derrota. Es muy cierto. ¡A no ser el consuelo de la propia certeza! Es preciso decir que es una forma de coraje total, radical. Es una forma de fortaleza impresionante. El fondo del mar es especialmente augusto por el silencio y por la penumbra. El ruido de las olas no llega hasta el fondo y allí nada se oye. Es la región de la no sonoridad. Aislamiento, penumbra, silencio, apenas lo irracional existiendo allí dentro y sentado en ese irracional el infortunio de un sueño, de un imperio de las cosas superiores, que la estupidez y la brutalidad de los hombres no permitió que se realizase, pero queda con la proa apuntado el rumbo de la historia.

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