La sorprendente conexión entre el Opus Dei y el rock español
La historia de la música española no
hubiese sido igual sin la participación de la institución religiosa
Rosendo
Mercado, al frente de Leño, actuando en el Parque de Atracciones de Madrid en
1979. En vídeo, algunas de las canciones que se grabaron para la discográfica
Chapa. WEB
OFICIAL DE ROSENDO / VÍDEO: EPV
Llevaba la camiseta pegada, una cazadora de cuero
estrecha y vaqueros de campana. O sea, vestía como estrellas del rock
setentero. Su nombre: Vicente Mariskal Romero.
Edad: veintitantos. Profesión: agitador y periodista. La época: mediados de los
setenta en España, con Franco recién fallecido y todavía en pie mucho de su
represor sistema. Su objetivo: poner en marcha la primera discográfica española
dedicada al rock español, que diese cabida a bandas que empezaban a dar sus
primeros pasos: Leño, Asfalto,
Bloque, Tequila... Y, de repente, apareció el Opus Dei.
"Lo que tenían que haber hecho estamentos
progresistas lo hizo la iglesia con una gran visión de negocio", dice a
ICON el periodista y locutor Vicente MariskalRomero (Isla
Cristina, Huelva), que en 2018 cumple 70 años. Y añade: "Fui compañía por
compañía ofreciendo la idea de crear un sello para los grupos españoles de
rock. Todas me dijeron que no. Hasta que llegué a Zafiro, unos visionarios del
Opus Dei. Gente de iglesia y muy de derechas, pero que supo ver una línea de
negocio".
"Nuestra jefa era numeraria del Opus. Me dijo:
'Manten a los peludos lejos de la oficina'. Esa fue una de las condiciones para
crear Chapa. Yo era el único contacto. Ella me decía constantemente que debía
'ser un buen chico' y cosas así"
Vicente Romero, creador de Chapa Discos
Se remonta Romero hasta mitad de la década de los
setenta, cuando en España triunfaban cantantes melódicos y cantautores. Era
1975. Franco acababa de morir y el rock vivía su época de máximo esplendor en
el resto del mundo. En España empezábamos a desperezarnos. En ese contexto
arrancaron su andadura bandas pioneras que, cantando en español, canalizaban a
través del rock lo que pasaba en la calle, pero que no interesaban en absoluto
a las discográficas. Sobrevivían instaladas en el más profundo underground.
Sin embargo, sí que interesaban al público de su
generación, ávido de libertad, de cambios y, sobre todo, de un rock en español
con el que identificarse. Eso lo sabía bien Romero, que ya gozaba de cierta
fama gracias a su labor como locutor radiofónico y a sus saraos en vivo, en los
que esos grupos sí tenían cabida. Con una respuesta del público que indicaba
que ahí estaba pasando algo y que propició la edición en 1975 del
recopilatorio Viva el Rollo, primera
grabación comunal con varias bandas emergentes como Burning o Tilburi...
cantando en inglés.
Vicente 'Mariskal' Romero, en los años setenta.
"Había grupos que imploraban por encontrar una
compañía. Una noche después de un festival en Campo de Criptana, Asfalto me
pillaron en una furgoneta y me convencieron para ayudarles. Así que me veo de
pronto haciendo la ruta de los sordos, que es
como se llamaba: consistía en ir por todas las compañías proponiendo que
apoyaran a grupos nacionales sin ningún resultado", relata Romero.
Vicente Romero en su emisora de Madrid
mariskalrock.com, en 2017. SAMUEL SÁNCHEZ
Como buen conocedor de la industria, el periodista
andaluz tocó todas las puertas y se acercó a Zafiro sabiendo que "cogían
lo que las multinacionales no querían". "EMI, CBS... Todas las
grandes corporaciones mundiales se empezaron a implantar aquí en los setenta y
con lo que venía de fuera tenían de sobra", señala, al tiempo que insiste:
"Cuando empecé a ofrecerles producto nacional me dijeron que no les
interesaba, que estaba loco, que el rock cantado en castellano no iba a
funcionar".
Romero propuso a las compañías crear un sello
discográfico para los grupos españoles. "Todas me dijeron que no hasta que
llegué a Zafiro. En teoría eran los más retrógrados, del Opus Dei. Pero
tuvieron valentía, se dejaron su dinero y abrieron las puertas a lo que no
quisieron las grandes discográficas, que ofrecían lo que venía fuera y, del
producto nacional, a Julio Iglesias, Mocedades, Camilo Sesto...".
Así nacía Chapa Discos, subsello
integrado en Zafiro que arrancaba en 1978 con la grabación de dos discos de
debut, uno de los madrileños Asfalto y otro de los cántabros Bloque, ambas
formaciones de rock urbano con tintes progresivos.
La mano derecha de Romero fue Luis Soler,
trabajador de Zafiro que se convirtió en aliado y director artístico de Chapa,
quien en la biografía de Leño, Maneras de vivir, de
Kike Babas y Kike Turrón, recuerda: "Embaucamos a la compañía para crear
un sello con producto nacional que recogiese todo ese movimiento que se estaba
fraguando. El súper director de Zafiro era García Marenco, alguien a quien ni
se veía en su despacho, alto standing. Era
un tipo ya mayor, el fundador, de la época de Marisol".
"Mi jefa era Carmen Grau, una que, en fin, ser
del Opus a su lado era ser liberal. Eran gente que me dejaban hacer, más o
menos, pero eran gente de censura", apunta Soler, al tiempo que describe
al productor ejecutivo, Antonio Ortega, como "un señor al que le daba lo
mismo todo eso del rock nacional". Romero añade: "Nuestra jefa,
Carmen Grau, era numeraria del Opus. Me dijo: 'Manten a los peludos lejos de la
oficina'. Esa fue una de las condiciones para crear Chapa. Yo era el único
contacto. Grau me decía constantemente que debía 'ser un buen chico' y cosas
así".
"Nos
obligaban a firmar un contrato por el que se quedaban con el 50 por ciento de
los derechos de autor. No sabíamos lo que firmábamos y así nos lució años
después"
Rosendo Mercado, fundador de Leño
Contra todo pronóstico, la apuesta de la
discográfica resultó ser ganadora, mucho más de lo que todos los implicados
esperaban, con Asfalto y Bloque vendiendo "excelentemente bien" con
sus debuts homónimos de 1978. "Así empezaron a darnos más cancha",
reconoce Romero, convertido en productor (sin nada de experiencia) de Chapa
Discos por exigencia de Zafiro, que pretendía así abaratar costes.
Admite el periodista su inexperiencia entonces,
pero defiende: "Puede que no sean los discos que mejor suenan, pero sí son
los que la gente sigue recordando, porque se hicieron con sangre, sudor y
lágrimas". Y agrega: "Los grabábamos con presupuesto para 50 horas en
el estudio Audiofilm de Madrid. Cuando salen Asfalto y Bloque venden 15.000 o
20.000 ejemplares. Eso era una burrada. Fue cuando nos dieron carta
libre".
Llegaron después el estreno del argentino
Moris, Fiebre de vivir (1978), con sus compatriotas
Tequila como músicos. Tras ellos, más nombres de la contracultura callejera del
rock de la Transición a finales de los setenta como
Leño, Cucharada, Ñu, Topo, Mermelada e incluso Kaka de Luxe. Una nómina
valiente entonces, clásica ahora, que se amplió con el heavy de Barón Rojo y
Obús en los primeros ochenta.
"Hicieron una cantidad de dinero
impresionante a cambio de prácticamente nada", destaca Romero, quien
incluso llevaba personalmente a los grupos para que "firmaran la
editorial", que consistía básicamente en ceder los derechos de las
canciones a la compañía.
Baron
Rojo, uno de los grupos más vendedores de Chapa Discos, a principios de los 80,
cuando tocaron en Londres. Posan a la afueras del Royal Albert Hall. WEB OFICIAL DE
BARÓN ROJO
"Yo no entendía lo que era eso entonces: el
grupo firmaba y nos metíamos a grabar", asegura Romero, quien subraya que
él nunca pidió derechos de autor. Y aquí viene la queja a Zafiro: "Los
contratos eran leoninos. Nadie sabe realmente los discos que se
vendieron". "Hay que reconocer también que nadie quería ese producto,
pero Zafiro arriesgó y a cambio se guardaba las espaldas con el tema de la
editorial", concede Romero, para apostillar después que ahora esos
derechos editoriales han acabado en la multinacional Universal y los originales
de las grabaciones en la también multinacional Sony.
En el libro Conversaciones con Rosendo (Fundación
SGAE, 2003), el rockero de Carabanchel habla así del contrato que firmó su
grupo, Leño, con Zafiro: "Nos obligaban a firmar un contrato editorial por
el que se quedaban con el 50 por ciento de los derechos de autor. No sabíamos
lo que firmábamos y así nos lució años después. A mi me preocupaba grabar, no
tenía ni idea de lo que pudiera generar. La verdad es que con los gerifaltes
[de Zafiro] no teníamos ninguna relación ni confianza, pero los currantes eran
todos fans de Leño". Cuando Leño se separaron, en 1983, la compañía puso
todas las trabas a Rosendo para frenar su carrera en solitario. Y lo consiguió.
Fueron a juicio y el rockero no debutó en solitario hasta dos años después, en
1985.
"Eran los únicos que fichaban a grupos de
rock, de modo que para las bandas aquello ya era un logro, aunque las
condiciones dejasen mucho que desear. Se aprovechaban de esto ofreciendo unos
derechos de autor que ni la caridad... Ganaron con todos muchísimo
dinero", explica Luis Soler.
El
logotipo de la compañía, que aparecía en todos los vinilos, que se reeditaron
buena parte de ellos hace dos años.
Esto hizo inevitables los encontronazos entre
artistas y discográfica, que aún hoy los músicos recuerdan con dolor. Pero
entonces no podían hacer nada contra personajes como "Octavio, el clásico
abogado engominado de la compañía", según le recuerda Soler, antes de
zanjar: "Utilizaba tretas y engaños".
Concede Mariskal en este punto que las tretas de la
compañía no fueron correctas, pero con la claridad que da la distancia, no duda
al poner en valor que Zafiro se gastara "el dinero para llevar a Asfalto a
Londres en 1979 y que con Barón Rojo hicieran
un esfuerzo impresionante para ir hasta Inglaterra y Japón". Por eso opina
que ambas bandas quizás fueran un poco "ingratas", pues la compañía
ganaba dinero, pero "también se esforzaba mucho, aunque estaba condenada a
morir y acabar absorbida por multinacionales". Y eso pasó: a finales de
los ochenta Zafiro (y con ella Chapa Discos) fue absorbida por BMG Ariola, que
luego fue comprada por Sony.
Aún sin olvidar los sinsabores, Romero (que sigue
en la brecha en el portal mariskalrock.com y como director de la
revista Heavy Rock) sigue hablando de aquellos años como
una "lucha bonita". Y añade: "Mereció la pena el esfuerzo, las
amarguras, las quejas de los músicos y todo lo que pasó. Después yo seguí mi
camino desde mitad de los ochenta. Pero fíjate, los antiguos trabajadores de
Zafiro nos reuniremos este febrero en Madrid para una comida. Ese legado sigue
vivo y eso es precioso".