10 de junio de 2018
Teniente general Pampols: «Con un salafista yihadista no se puede negociar, solo aniquilarlo»
El teniente general Francisco José Gan Pampols, máximo representante de las Fuerzas Armadas en la Comunitat Valenciana, asegura que con un salafista yihadista "no se puede negociar" y cuando ya están implantados en una zona "lo único que se puede hacer es aniquilarlos" y, aunque defiende la prevención y el control como arma para luchar contra este terrorismo, advierte que esta guerra "va a ser larguísima".
En los "Desayunos de la Agencia EFE en el Colegio de Abogados de Valencia", el máximo responsable del Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad defiende que el salafismo yihadista se está extendiendo de forma "globalizada" y que, para atajarlo, hay que controlar las prédicas en las mezquitas, trabajar en la socialización de los individuos y controlar las redes y los flujos económicos.
"Con un salafista yihadista no se puede negociar. Es imposible porque no hay un elemento común, una zona de aproximación, está la subyugación o la eliminación, eso es lo que pretenden" con quien no comparta sus creencias.
Preguntado sobre si solo se les puede vencer con las armas, el también jefe del Cuartel General de Rápido Despliegue de la OTAN en Bétera, asevera que "en primer término sí: cuando los tengas implantados, lo único que puedes hacer es aniquilarlos y a partir de ahí atacar sus raíces".
"Ante un salafista yihadista decidido a actuar y armado lo único que se puede hacer es abatirlo o intentar capturarlo, pero ten la certeza de que si puede actuar, actuará, y lo hará de la forma más dolorosa y causando el mayor daño posible", alerta.
Gan Pampols incide en que "el yihadismo 3.0 se ha extendido" y es un "fenómeno global" presente en países como Irak, Siria o Nigeria, así como en Malasia, Indonesia, Pakistán, India, algunas zonas de Sudamérica y los países del Sahel (Mauritania, Senegal, Mali, Níger, Chad, Sudán y Somalia), países "susceptibles de radicalización" porque han perdido los medios de subsistencia tradicionalmente agrarios ante la influencia del cambio climático y porque "el radicalismo supone una fuente de ingresos".
El militar asegura que en Occidente el problema es de personas musulmanas de "segundas y terceras generaciones", en algunos casos arraigadas, pero que experimentan "procesos de radicalismo exprés" quizá porque "no tienen sentido de pertenencia a una sociedad", ya que "no se ha hecho el tránsito de los valores tradicionales a los actuales".
Explica que valores como la democracia o la diferencia entre la vida pública y la privada no existen en el Islam radical donde solo hay una forma de regirse, una comunidad y un ideal, lo que "llevado al radicalismo, les lleva a la aniquilación del adversario".
Para atajarlo primero "hay que tener conciencia del problema y no demonizar" solo por llevar hiyab o tener barba, impedir "que vivan en guetos aislados", controlar su socialización en los colegios, "obligarlos a que, sí o sí, compartan los valores de la sociedad democrática" y "controlar la prédica de las mezquitas" porque el límite de la libertad de culto es "el respeto a los principios básicos de la convivencia".
Gan Pampols considera también que intervenir sobre las creencias de un país tercero "es el camino más corto para radicalizar" y añade que "tiene que ser el propio país quien entre en las reglas del juego, y esto es muy complicado".
España, resalta, es "receptor nato de musulmanes" pero con porcentajes de población menores que en países como Francia y con otro tipo de modelo pero señala que "es un país con un bajo nivel de radicalización".
Valora la "encomiable" labor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y el Plan de Lucha contra la Radicalización Violenta que incide en que el proceso de integración "se base en el respeto a las creencias y la exigencia del compromiso", en el control de la prédica y en los procesos de radicalización en las cárceles.
"No se están haciendo las cosas mal pero hay que hacer más cosas", sostiene, y apunta a la necesidad de trabajar en la prevención de la radicalización "con el control constante de las redes" y sobre todo, "de los flujos económicos".
Indica igualmente que es "prácticamente atajar" la actuación de un "lobo solitario" salvo que se produzca un golpe de suerte, aunque recuerda que ese terrorista "siempre tiene alguien que lo radicaliza, hay una red detrás y no es flor de un día".
Afirma además que una de las grandes "vulnerabilidades" de Europa es su bajo índice de natalidad, sostenido en muchos casos por los nacimientos de hijos en las comunidades de inmigrantes de origen musulmán, lo que podría implicar el surgimiento de partidos islámicos.
"Es una tendencia y la única forma de poder acotarla es que la democracia tenga capacidad para defenderse y que, en ningún caso y por ningún tipo de votación, se pueda prescindir de la esencia democrática", como que los estados sean aconfesionales y las esferas públicas y privadas estén separadas, apunta.
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