17 de junio de 2018

Segunda vuelta electoral en Colombia: democracia o totalitarismo

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Segunda vuelta electoral en Colombia: democracia o totalitarismo
Eugenio Trujillo Villegas
Director – Sociedad Colombiana Tradición y Acción

Escrito para Corrispondenza Romana – Roma - Italia

El próximo 17 de Junio será la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia. La disputa será entre los dos candidatos más votados en la primera vuelta del pasado 27 de mayo. Iván Duque, líder de una coalición de partidos de centro-derecha que obtuvo el 39% (7,5 millones de votos) y Gustavo Petro, de extrema izquierda, quien obtuvo el 25% (4,8 millones de votos).
Por primera vez en la historia reciente de Colombia, tenemos unas elecciones presidenciales con candidatos radicalmente opuestos en su concepción del Estado. Lo que está por decidirse es si los colombianos van a optar por continuar en una democracia con todos sus defectos, si eligen a Iván Duque; o si van a preferir lanzarse al vacío de la revolución totalitaria si escogen a Gustavo Petro. Para comprender en profundidad lo que está en juego, veamos la esencia de las dos opciones:
La propuesta de Gustavo Petro
Petro, con profundos orígenes marxistas que nunca ha ocultado, fue uno de los fundadores del M-19 en sus años de juventud. Hizo parte del comando de esta organización terrorista cuando realizó la sangrienta toma del Palacio de Justicia en 1985, pero no alcanzó a participar en ese horrendo crimen, pues pocos días antes fue encarcelado por ser uno de los artífices del robo de gran cantidad de armas a una guarnición militar. Fue amnistiado e indultado en uno de los numerosos procesos de paz del pasado y se convirtió en prominente político de la extrema izquierda.
Ha prometido convocar una Asamblea Constituyente con el fin de transformar a su antojo todas las instituciones del País, y así imponer a toda Colombia el desacreditado Acuerdo con las FARC. Sus propuestas económicas se centran en la supresión de la minería en gran escala, lo cual acabaría con la producción del petróleo, del gas, del carbón y del níquel, que son la columna vertebral de la economía colombiana. Promete una reforma agraria socialista y confiscatoria, amenazando expropiar las tierras dedicadas a los cultivos de caña de azúcar y de palma africana, y en general las de todas las empresas agropecuarias, para repartirlas entre la población campesina. Ha proclamado que hará en Colombia una revolución bolivariana, al estilo de sus amigos de Venezuela Chávez y Maduro, y que conducirá a nuestra Patria por los senderos del socialismo de estado.
Tales exabruptos no resisten ningún análisis económico serio. Esas quimeras sólo caben en la cabeza de los comunistas, que tienen como principal objetivo económico extender e imponer la miseria tanto como sea posible. Además, es lo único que saben hacer.
Para ello, el primer paso es desarticular el aparato productivo del País, como lo han hecho en
Cuba, Nicaragua, Venezuela y Corea del Norte. Cuando la mayor parte de la población ha sido
reducida a la miseria, los gobernantes se hacen dictadores y casi nadie es capaz de
enfrentarlos, por lo cual se quedan indefinidamente en el poder. Los que pueden huyen
despavoridos y los que se quedan se convierten en una masa amorfa, sin voz ni voto, que
padecen las consecuencias infames e infrahumanas del socialismo, mil veces fracasado
donde quiera que se haya implantado.
Además, en el plano moral, promete generalizar el aborto y promover la agenda de
las minorías homosexuales, lo cual contribuye al desmoronamiento de la familia. En
síntesis, los principios marxistas definen su programa de candidato presidencial.
La propuesta de Iván Duque
El contendor de esta propuesta aterradora es el candidato Duque, quien fue el
indiscutible ganador de la primera vuelta electoral. Su candidatura nació de la
articulación de todos los opositores al plebiscito que rechazó el Acuerdo de paz con
las FARC, que se realizó en octubre de 2016. Esa enorme coalición, que une al centro y a
la derecha, fue depurando desde entonces la escogencia de su candidato. Primero a través de
encuestas internas y después por medio de una consulta popular, hasta que Duque terminó
siendo el escogido.
Su propuesta fundamental tiene dos aspectos: apoyar la propiedad privada y la
economía de libre empresa, como única alternativa para promover el sano desarrollo del
País. Pero también, regular el alcance de los Acuerdos con las FARC, que en caso de ser
aplicados al pie de la letra, traerían la ruina para Colombia.
Este rechazo profundo de la opinión colombiana al Acuerdo con las FARC fue lo que
catapultó a Duque hasta el lugar donde se encuentra ahora. Su principal base electoral está
en todos aquellos que votaron por el NO en el pasado plebiscito, y que ahora son muchos
más, al verificar las continuas burlas del grupo guerrillero a los pactos de La Habana.
Sin embargo, a muy pocos días de las elecciones, se ha venido presentando un
fenómeno inimaginable por parte de ambos candidatos. Como camaleones, se han lanzado a
la conquista de los electores indecisos y de aquellos que votaron por los otros candidatos
que no pasaron a la segunda elección.
Petro le ha dado vuelta a su discurso de extrema izquierda. De un momento a otro ha
decidido que no convocará ninguna asamblea constituyente, que no expropiará los grandes
complejos agropecuarios, que no desmontará la industria petrolera y minera, que ya no
quiere una revolución socialista en Colombia, y que no ha sido amigo de Chávez ni de
Maduro. ¿Podemos creer en su nueva e inesperada retórica, si durante 30 años ha
proclamado exactamente lo contrario? Es como un lobo feroz que esconde sus colmillos,
oculta sus garras, disimula su cola, mientras se arropa con una piel de cordero para
mostrarse inofensivo ante el público, en el momento culminante de las decisiones.
Pero, por otro lado, causa perplejidad que también el candidato Duque haya
cambiado su discurso procurando el favor del mismo electorado indeciso. Ahora ya no se
muestra contrario a los Acuerdos con las FARC, dice que los va a respetar, y ya no se
presenta como el portavoz de la victoria en el plebiscito, sino que propone una convergencia
inaceptable con los defensores del Acuerdo. ¡Tremendo error, que le puede costar muy
caro! Pues, aunque gane las elecciones, que es lo más probable, desde muy temprano
comenzará a perder los apoyos que lo van a llevar a la presidencia.
Colombia no será Venezuela
Colombia tiene muy presente la trágica situación de Venezuela, en la cual un
demagogo marxista, con el apoyo desenfrenado de la multinacional comunista del Foro de
Sao Paulo, se tomó el poder hace 20 años, desencadenando una de las mayores catástrofes
humanitarias de nuestro tiempo. En consecuencia, la imposición del socialismo del siglo XXI
llevó a la más rica de las naciones latinoamericanas a la miseria más abyecta, produciendo
un éxodo masivo de venezolanos en condiciones miserables, de lo cual somos testigos en
todas y cada una de las calles de nuestra Patria.
¿Será que los colombianos vamos a escoger el camino de Venezuela en las próximas
elecciones? Pidamos a Dios y a la Santísima Virgen que prevalezca el sentido común y
que esto no sea posible. Y que los promotores de lo que sería un gran desastre para la
Patria, sean derrotados en forma contundente e inequívoca, de tal forma que ni ahora ni en
el futuro tengan cabida sus propuestas maléficas, antinaturales y disparatadas, que solo
conducen a la destrucción del País.

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