30 de octubre de 2019

INDISOLUBILIDAD

martes, 29 de octubre de 2019


INDISOLUBILIDAD - 30/11/2019

Es necesario acabar con esta historia de los prejuicios, dicen algunos.

En realidad, el único prejuicio realmente pernicioso es aquel que está en la base de todos ellos, que es el de no tener ninguno. En este sentido se llegó a tal extremo que una persona despojada de prejuicios se convirtió en sinónimo de persona absolutamente sin vergüenza. Tanto es así que los célibes empedernidos, libres del prejuicio del matrimonio indisoluble, no deseaban casarse porque sólo querían caminar hacia el matrimonio con la idea de un divorcio posible.

Si se trata de acabar con prejuicios, no vemos porque se ha de parar a mitad de camino. Algunas personas consideran que es demasiado que una persona pueda casarse cuatro veces, aunque una sola vez les parece que sería poco.

Ahora bien, este es un prejuicio injustificado y tonto. Si la cuestión es poder reajustar la situación matrimonial hasta que funcione, no hay que limitar el número de las experiencias. Lo mejor, en este sentido, sería suprimir, de una vez por todas, el matrimonio, no teniendo otra regla que el arbitrio de las partes.

¿La inmoralidad? Prejuicio, puro prejuicio.

Hay incluso quienes piensan que el vínculo del matrimonio es inmoral porque genera uniones ilícitas. Habiendo un divorcio, estas uniones ilícitas se hacen legítimas.

Es decir que el criterio de la moralidad se convirtió en que exista un registro oficial, hecho por un notario.

¿Puede haber prejuicio más absurdo? ¡Una unión será moral o inmoral según constan o no de algunas palabras garabateadas en un pedazo de papel del Estado! Si el matrimonio indisoluble es un prejuicio social, el divorcio es nada menos que un prejuicio burocrático.

Por ahí se ve que sólo hay dos actitudes coherentes frente al matrimonio: su negación o su indisolubilidad. El divorcio es la hipocresía de quien no tiene el coraje de encarar de frente lo que realmente piensa.

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