16 de febrero de 2009

Kantauri lidera a 50 presos enfrentados a los jefes de ETA por romper la tregua

ABC - Lunes 16, febrero 2009 - Últ. actualización 15:56h

Kantauri lidera a 50 presos enfrentados a los jefes de ETA por romper la tregua

Critican que la dirección «no ha hecho más que meter la pata» durante el denominado «proceso de paz»

Más de 700 presos registrados en los ficheros del «aparato de makos»

La banda reactiva los homenajes a los ex reclusos

Aralar y los batasunos franceses, a por el mando de la «izquierda abertzale»

D. MARTÍNEZ / J. PAGOLA MADRID
Domingo, 15-02-09
El «colectivo de presos políticos vascos», utilizado a menudo por los cabecillas de ETA con fines estratégicos y propagandísticos, se está convirtiendo, tras la ruptura de la tregua, en una carga explosiva en mal estado que le puede estallar en cualquier momento a la dirección de la banda. Alrededor de medio centenar de reclusos, entre los que figura el ex cabecilla José Javier Arizkuren Ruiz, «Kantauri», reprochan a «Txeroki» y a sus «lugartenientes», algunos de los cuales se mantienen atrincherados en la cúpula, la ruptura del «proceso de paz» y la «falta de capacidad operativa» de los «comandos», que han llevado a ETA a «la más grave situación después del franquismo».
La, para ETA, alarmante situación en el «frente carcelario» se agudizó mientras Garikoitz Aspiazu, estuvo al frente del «aparato militar», y mantiene toda su intensidad tras su caída, ya que los «txerokis» conservan sus cotas de poder incluso en el «frente político».
Antes de dejarse capturar, a «Txeroki» le preocupaba especialmente el grado de crítica al que, durante el debate interno suscitado tras la ruptura de la tregua, habían llegado las «aportaciones» de los presos recluidos en la cárcel de A Lama, en La Coruña, según fuentes antiterrorista consultadas por ABC. En aquel momento se encontraban en este centro José Javier Arizkuren Ruiz, «Kantauri», jefe del «aparato militar» durante la tregua de Estella; José Ángel Etxezarreta Mancisidor colaborador del «comando Araba» y delegado de LAB en Telefónica; Fernando Etxegaray, que recientemente reingresó en prisión tras aplicársele la «doctrina Parot» o Ugaitz Pérez Zorriketa, que cumple condena por actos de «kale borroka». Pero las críticas se han ido extendiendo, como auténtica onda expansiva, a otras cárceles.
«Meteduras de pata»
Muchos de estos internos reprochan a la dirección «txeroki» el hecho de que, pese al fracaso del «proceso de paz» y a los devastadores golpes policiales, que han mermado como nunca su capacidad operativa, no se haya escuchado en el seno de ETA «ni la más mínima autocrítica». En concreto, en una de estas aportaciones, trasladadas al «zuba» (comité ejecutivo), se hace alusión a que la organización criminal atraviesa «la más grave situación después del franquismo». Otro se atrevía a denunciar que «en las gestiones durante la negociación, ETA no ha hecho más que meter la pata y jugar con ligereza».
La, para ETA, alarmante situación en el «frente carcelario» se agudizó mientras Garikoitz Aspiazu, estuvo al frente del «aparato militar», y mantiene toda su intensidad tras su caída
A Garikoitz Aspiazu, tan incompetente como bravucón -«yo maté a los guardias civiles en Capbreton»- le parecieron de extrema gravedad estos reproches, entre otros motivos, porque podrían profundizar en la creciente desmoralización detectada en el colectivo de presos etarras. Y, lo que para los cabecillas es más graves, porque al igual que hace unos años lo hicieron etarras como «Pakito», «Txelis», Pikabea, Urusolo, «Pedrito de Andoain, Carmen Sorozábal o «Iñaki de Lemona», ahora otro medio centenar de presos, tanto de la ETA vieja, como de la nueva, plantean en los debates internos el abandono de la «lucha armada», más por razones tácticas -resignados a la derrota policial- que por cuestiones éticas. Por ello, «Txeroki» y sus «lugartenientes» han intentado acallar estas críticas con el objetivo de ajustar las conclusiones del debate a sus propias estrategias. Antes de su detención, se estaba dedicando a confeccionar una lista de los presos más críticos que, en su opinión, estaban alimentando el «derrotismo» entre el resto del colectivo. Eso sí, había exigido a sus colaboradores más cercanos las máximas medidas de discreción para evitar que las aportaciones de estos presos que mantienen actitudes «inadmisibles para un militante», cayeran en manos del «enemigo», esto es, de las Fuerzas de Seguridad. «Txeroki» tenía previsto, antes de su detención, exigir cuentas a estos presos disidentes ante un «comité» e incluso expulsarles del colectivo.