3 de enero de 2018
Reconozcamos al Estado palestino
Reconozcamos al Estado
palestino
Con su reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, Trump
dinamitó nada menos que 70 años de consenso internacional.Para favorecer que
ambos bandos vuelvan a negociar, la UE debe lanzar un mensaje contundente
Una vez más, el presidente Trump ha optado por la
vía unilateral en política exterior. Con su reconocimiento de Jerusalén como
capital de Israel, Trump dinamitó nada menos que 70 años de consenso
internacional. Y, una vez más, Trump ha aplicado una lógica que malinterpreta y
deteriora la realidad de Oriente Próximo, haciendo imprescindible que la UE dé
un paso al frente.
La lógica de la Administración Trump en Oriente
Próximo se apoya en su alianza con Arabia Saudí. Desde los tiempos de John
Fitzgerald Kennedy, todos los presidentes estadounidenses habían escogido uno
de los tres siguientes destinos para sus primeros viajes al extranjero: México,
Canadá o Europa. El presidente Trump, fiel a su estilo, rompió con estos
precedentes y eligió Arabia Saudí, donde participó el pasado mayo en una cumbre
junto con 54 países de mayoría musulmana. Este simbólico gesto vino acompañado
de un incendiario discurso en el que vilipendió al régimen iraní y abogó por su
aislamiento.
Justo después de pasar por Riad, el presidente
visitó Israel, donde insistió en su retórica anti-iraní. Arabia Saudí e Israel
no mantienen relaciones diplomáticas, pero si hay algo que tienen en común,
además de ser aliados de Estados Unidos, es su oposición frontal a Teherán.
Hace dos meses, el jefe de las fuerzas armadas israelíes llegó incluso a
mostrarse partidario de compartir datos de inteligencia con Arabia Saudí con
tal de contrarrestar a Irán, afirmando que “con el presidente Trump, hay una
oportunidad de construir una nueva coalición internacional en la región”. Esta
inercia se ha visto intensificada por el nombramiento de Mohamed bin Salmán
como heredero al trono saudí, y por su afán de impulsar un cambio de tercio tanto
en el plano doméstico como en el exterior.
Aprovechando las circunstancias, Trump ha querido
dar un golpe de efecto. Con sus declaraciones sobre Jerusalén, Trump ha situado
a los saudíes ante un dilema: ¿priorizar su defensa de la causa palestina, o normalizar
su relación con Israel para seguir robusteciendo la alianza contra Irán? De
hecho, estas semanas ya venían circulando rumores sobre un supuesto plan de paz
apoyado por Arabia Saudí y muy favorable a los intereses israelíes, aunque
tanto Washington como Riad negaron que estos rumores tuviesen fundamento
alguno.
Es cierto que algunas voces entre la población
saudí vienen proponiendo dejar más de lado la espinosa cuestión del estatus de
Jerusalén y el conflicto árabe-israelí en general. También es cierto que Trump
procuró matizar sus palabras y hacerlas más digeribles para los árabes,
aclarando que no estaba tomando partido sobre los límites geográficos de la
soberanía israelí en Jerusalén, y que el traslado de la embajada desde Tel Aviv
no se produciría inmediatamente. Sin embargo, como dice Martin Indyk, vicepresidente
de la Brookings Institution, los estadounidenses “pueden intentar limitar daños
todo lo que quieran, pero no serán capaces de hacerlo, porque Jerusalén es un
tema demasiado candente”.
Las protestas en Oriente Próximo no se han hecho
esperar, aunque haya primado la contención —que no debe confundirse con
indiferencia— y afortunadamente no haya tenido lugar la violencia a gran escala
que algunos temían. Tampoco se ha hecho esperar la reacción por parte de la
Organización de Estados Islámicos. En una cumbre extraordinaria celebrada en
Estambul, la OIC reafirmó “la centralidad de la causa de Palestina y Al-Quds
Al-Sharif [JERUSALÉN]para la comunidad musulmana”, reconoció a Jerusalén Este
como la capital de Palestina y condenó duramente la decisión de Trump. Cabe
recordar que Jerusalén alberga la mezquita de Al-Aqsa, el tercer lugar más
sagrado para los musulmanes.
A este hecho se refirió directamente el rey Salmán
de Arabia Saudí al advertir a Trump, poco antes de su anuncio, de la potencial
peligrosidad del mismo. Posteriormente, Riad tildó la decisión de
“injustificada” e “irresponsable”. Y es que Arabia Saudí no puede desmarcarse
de la defensa de los palestinos y ceder toda la iniciativa a otros países como
Turquía o incluso Irán, sobre todo tras haber cometido un error similar al
romper relaciones con Catar. Además, resultaría poco comprensible que los
saudíes apoyasen de pronto un plan radicalmente distinto a la Iniciativa de Paz
Árabe, conocida precisamente como “Iniciativa saudí”, que fue aprobada en 2002
y refrendada este mismo año.
Seamos claros: el escenario deseado por Trump es
una entelequia. En primer lugar, Arabia Saudí no está en disposición de hacer
las renuncias que se le reclaman. En segundo lugar, nunca podrá fructificar una
estrategia que excluya a los palestinos. Y, por último, afrontar un problema de
este calado alardeando de ser “gente de negocios, no políticos” —en palabras
del yerno de Trump, Jared Kushner, al que el presidente encomendó el proceso de
paz— está destinado a fracasar. Aunque Trump no ha descartado la solución de
los dos Estados, que es la que respaldan las Naciones Unidas, puede que con su
desmesura le haya puesto la puntilla. Y todo esto sin que exista siquiera una
presión social significativa en Estados Unidos que explique el golpe de timón
de su presidente.
Llegados a este punto, la mejor manera de favorecer
que ambos bandos vuelvan a sentarse a la mesa de negociación es reducir el
desnivel del terreno de juego. Y eso pasa por que la UE lance un mensaje tan
contundente como necesario: el reconocimiento inmediato del Estado de
Palestina. Más del 70% de los Estados miembros de las Naciones Unidas ya han
dado este paso, y es el momento de que la UE en su conjunto haga lo propio,
como preludio de una mayor implicación en la resolución de este conflicto de
extraordinaria importancia.
El camino hacia una solución basada en el
establecimiento de dos Estados debe partir de la Iniciativa de Paz Árabe. En
esencia, esta iniciativa estipula que la Liga Árabe reconocería a Israel a
cambio de su regreso a las fronteras pre-1967, si bien podría contemplarse un
enfoque más gradual y operativo. La solución biestatal —que garantizaría que
Israel pudiese preservar su carácter judío y democrático, y debería garantizar
la viabilidad del Estado palestino— sigue representando la salida más creíble
al conflicto árabe-israelí, y por tanto no debemos renunciar a ella. Pero si
queremos hacer realidad esa “separación desde el respeto” de la que hablaba en
los 90 Isaac Rabin, no hay tiempo que perder: cada segundo que pasa estamos más
cerca de un punto de no retorno.
Javier Solana es distinguished fellow en la Brookings Institution y
presidente de ESADEgeo, el Centro de Economía y Geopolítica Global de ESADE.
https://pt.wikipedia.org/wiki/Javier_Solana
Francisco Javier Solana Madariaga GCC (Madrid, 14 de julho de 1942) é um político espanhol filiado ao Partido Socialista Operário Espanhol (PSOE). Foi o nono secretário-geral da OTAN e foi Alto Representante para a Política Externa e de Segurança Comum da União Europeia entre outubro de 1999 e novembro de
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