Gil Tamayo: «Los obispos no están en castillos, sino en la calle, con la gente»
ABC - Día 08/12/2013 - 12.27h
El nuevo secretario general de la Conferencia Episcopal considera que la sentencia de Estrasburgo que deroga la doctrina Parot es una «aberración»
Para muchos era un gran desconocido hasta que el padre Federico Lombardi lo llamó al Vaticano para que se encargara de los medios de comunicación en lengua española durante la celebración del cónclave que eligió al Papa Francisco. Pero el padre José María Gil Tamayo (Zalamea de la Serena, 1957), no solo es un viejo conocido en la Iglesia española, sino también una persona muy querida. Recién llegado a la secretaria general de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el sacerdote y periodista mira su nuevo cargo con mucha ilusión y responsabilidad.
-Usted llega a un puesto que tiene dos funciones bien distintas y definidas, por un lado la de secretario general y, por otra, la de portavoz, ¿cuál cree que es más prioritaria en este momento de la Iglesia en España?
-Creo que las dos son concomitantes. Por un lado, tengo que reflejar la realidad de la Iglesia en lo que hace referencia a la Conferencia Episcopal y, por otro, contribuir, animar y coordinar todos los servicios que tiene esta casa, cuya última finalidad es ayudar a los obispos en las diócesis de España. Pero no trabajamos en un arcano por eso lo haremos con transparencia para que la opinión pública tenga una imagen real de la Conferencia Episcopal y por extensión de las diócesis.
-¿Cree que los obispos tienen especial interés en trabajar la imagen que transmite la Iglesia al elegir un periodista como secretario general?
-Sí efectivamente. Creo que cada vez se va más a esto. En la sociedad de la información, la comunicación institucional ha adquirido mucho empuje y por una razón muy sencilla, porque es la manera más eficaz de llegar a la opinión pública. En nuestro caso, la comunicación no solo afecta a la dimensión evangelizadora de la Iglesia, que es como se ha visto fundamentalmente -usar los medios de comunicación para llegar a más gente con el mensaje del
Evangelio-, sino también a su dimensión de gobierno. Las instituciones de la Iglesia recurren cada vez más a la comunicación para explicar sus decisiones porque los ciudadanos quieren saber por qué se va en una determinada línea pero preservando la privacidad que tiene la Iglesia como cualquier institución o persona. Hay un ejercicio cada vez mayor de trabajar la comunicación para ser más eficaz en la opinión pública y sobre todo para atender un derecho que es el derecho de los ciudadanos, pero sobre todo el de los católicos a conocer lo que hace y lo que piensa la Iglesia y sus pastores.
"Hay que atender el derecho de los ciudadanos a saber lo que hace y piensa la Iglesia"
-¿Cree en ese sentido que la Conferencia Episcopal ha sido un obstáculo para que la sociedad conozca la labor o el papel de la Iglesia?
-Creo que la Conferencia Episcopal no ha sido un obstáculo. La Conferencia Episcopal no es el gobierno supremo de la Iglesia en un país. La Iglesia se hace presente en las diócesis y el obispo no es ni un representante del Papa ni un representante de la Conferencia Episcopal, sino que cada obispo en su diócesis representa a Cristo como cabeza de esa Iglesia particular. La Conferencia Episcopal no es una estructura de jurisdicción, es una estructura de servicio y su papel está en ayudar a los obispos, no en suplantarlos.
-¿Podemos interpretar su elección como un cambio de ciclo dentro de la Conferencia Episcopal?
-Lo que sí es claro es que no hay una alternancia a este gobierno en la Conferencia Episcopal porque no es esa la clave en la que hay que leer la continuidad de la Iglesia. No es que ahora llega la oposición al Gobierno anterior sino que es un cambio. Por una parte, generacional y, por otra parte, estatutaria. Como secretario estaré para ayudar y para poner al servicio de ese trabajo común los servicios de esta casa, pero en absoluto supone una alternancia sino una continuidad en la sucesión, en la corresponsabilidad por el bien de la Iglesia en España.
-¿Cree que el estilo del Papa Francisco pueden influir en el perfil del nuevo presidente que elijan los obispos?
-No lo sé. El Papa Francisco está influyendo en el perfil del trabajo de los pastores de la Iglesia. Su estilo, que vemos tan claro en laExhortación Apostólica publicada recientemente, influye, pero no solo en los obispos sino también en los sacerdotes, en su estilo sencillo de vida, en su cercanía a la gente, en sus prioridades. El Papa ha formalizado estos criterios en esa Exhortación Apostólica que es casi como una síntesis de su programa. Tiene un estilo nuevo y eso nos va a influir ciertamente a todos.
-¿El Santo Padre se ha convertido en un Papa incómodo para los sacerdotes, los obispos e incluso los laicos...?
-Una de las peculiaridades del Papa es que está haciendo la virtud amable. En absoluto está siendo un Papa incómodo porque su exigencia viene acompañada con esa invitación a que es posible porque Dios nos ayuda y porque tenemos que empeñarnos en ser más conformes al Evangelio. El Papa nos hace una llamada de atención a todos para mejorar, pero lo hace con gracia, con cercanía. La gente percibe que se ha pasado de “es como nosotros” a “es uno de los nuestros”.
-¿La Iglesia en España está preparada para soltar lastres estructurales y mentales como propone el Santo Padre en su Exhortación Apostólica y salir al encuentro de los que no creen?
-Esa agilidad que nos pide el Papa a la Iglesia con esa conversión pastoral tiene un referente: la vida de la antigua comunidad cristiana y las exigencias del Evangelio. Lo que hay de estructura es cambiable y lo que hay de esencialidad es inmutable. Y el Papa nos invita a esa esencialidad que nosotros también hemos de vivir en este contexto y en esta Iglesia que peregrina en España y que está desde los tiempos apostólicos. Y esto no solo repercutirá en el bien de nuestro país como una contribución única que siempre ha hecho la Iglesia al bien común sino también y sobre todo en América Latina por el peso y la influencia de la Iglesia en España.
-¿Hay algún temor entre los obispos de que la Iglesia se convierta en una institución indiferente para la sociedad?
-Los obispos son gente cercana y quizás esa sea una de las tareas pendientes con la opinión pública: poner en cercanía la vida real de los obispos porque la gente de a pie, la gente de las diócesis conoce la cercanía de sus obispos. Los obispos no están en unos castillos, en unos palacios encerrados, están pateándose y están “oliendo a oveja” si usamos las palabras del Papa Francisco, recorriendo sus diócesis y en contacto con la gente. Yo que vengo de trabajar dos años en una parroquia lo he visto y lo veo en los obispos que conozco personalmente. Son gente muy de la calle, muy de a pie y nada principescos. Todos tenemos que examinarnos y mejorar y el Papa Francisco nos invita a ello.
-¿Por que cree que cuando abordamos en España cuestiones que tienen que ver con derechos fundamentales como el derecho a la educación o el derecho a la vida se clericalizan o se ideologizan como dijo usted recientemente?
-En nuestro país nos falta mucho tramo para adquirir más conciencia de sociedad civil. El ámbito político no agota en absoluto la representación social como no la agota la representación sindical o la patronal. En la sociedad hay muchas instancias intermedias en las que los ciudadanos se ven representados y tienen una palabra que decir en los asuntos que afectan a todos. La Iglesia es ahí una institución relevante. Quien confunda a la Iglesia con un partido político, con un contrincante de oposición está equivocando la perspectiva. Esto no significa que la Iglesia tenga que silenciar su voz porque sus propios fieles tienen derecho a ella y resulta que en nuestro país el 70% de la población se confiesa católica. La Iglesia tiene una voz no solo en los asuntos que son específicamente religiosos entre comillas sino también en las grandes cuestiones que afectan a la vida del hombre o la mujer, la sociedad, el trabajo, la familia, la vida y los grandes derechos. La Iglesia tiene una vocación de calle, de espacio público. Desde el comienzo del cristianismo ya arrastramos una larga historia en que eso ha intentado impedirse. Es más, hoy en día es la religión más perseguida en el mundo.
-Estamos a la espera de que el Gobierno presente el anteproyecto de la nueva ley del aborto. ¿Qué le parece la opción de volver a una ley de supuestos?
-La Iglesia siempre va a estar en la defensa de la vida y esta es una cuestión irrenunciable. Pero esta no es una cuestión eclesiástica, ni de credo. Esto hay que dejarlo muy claro porque entonces se sacraliza o se ve a la Iglesia como un partido que confluye. No. Nosotros estamos ahí porque estamos por una opción de derecho natural, una opción por la dignidad de la persona humana. La
Iglesia no toma de forma superficial el aborto. Hay un drama, un dolor, la muerte de un inocente. Ante eso la Iglesia no puede callar, pero lógicamente en la plasmación legal la Iglesia siempre verá mejor lo que sea menos malo, pero partiendo de un principio irrenunciable y radical: hay que eliminar el aborto como opción para la mujer, para la sociedad porque es atentar contra la vida de un ser humano inocente.
«La Iglesia siempre verá mejor lo que sea menos malo»
-Vivimos un momento muy difícil después de que el Tribunal de Estrasburgo haya permitido la salida de la cárcel de algunos etarras y presos que han cometido delitos muy graves tras la derogación de la doctrina Parot, ¿qué mensaje tiene la Iglesia para las víctimas?
-Primero la cercanía, la comprensión. Tengo un pensamiento que es una opinión personal, pero creo que cuando se lleva al extremo el positivismo jurídico se termina en esta aberración, en la que la balanza de la justicia se ha ido más del lado de la impunidad que del lado de las víctimas. Yo creo que esto no es justo sencillamente.
-Usted también sabe que acabamos de conocer los resultados del informe Pisa y los alumnos españoles vuelven a suspender en Matemáticas ¿Qué cree que está fallando en el sistema educativo español?
-Creo que nuestro sistema educativo falla porque a la hora de afrontarlo pensamos más en clave ideológica que en clave de sentido de Estado y bien común. La educación tiene que dejar de ser en este país una manera de mercadeo político e ideológico. Tiene que ser una cuestión de Estado en el que se prime el respeto a los derechos fundamentales de los padres, la libertad y la calidad de enseñanza. Que deje de ser el terreno de juego de ideologías políticas y sea cada vez más el campo de formación intelectual de nuestros jóvenes.
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