3 de marzo de 2009
Barcelona recuerda el «martirologio» del arte religioso durante la Guerra Civil
ABC 02/03/09
Barcelona recuerda el «martirologio» del arte religioso durante la Guerra Civil
Una exposición y un libro evocan la destrucción, entre las llamas y la rapiña, del patrimonio de la Iglesia
El vuelo de Saint - Exupéry; por Jesús García Calero
ÀLEX GUBERN BARCELONA
Durante unos meses, Barcelona fue una gran hoguera. En el verano de 1936, aplastada la rebelión militar y mientras las primeras columnas organizadas por sindicatos y partidos se encaminaban a la que entonces era la primera línea de frente, Aragón, las iglesias ardían. Casi 300 sacerdotes fueron asesinados sólo en Barcelona -1.500 en el conjunto de Cataluña- en una rabiosa ola de anticlericalismo que, a la vez que las patrullas de control de la FAI imponían la revolución social, se llevó también por delante una gran parte del patrimonio histórico y cultural que atesoraba la Iglesia.
Eso también es «memoria histórica», aunque en este caso, y en relación con el patrimonio destruido, «no puede haber reconciliación», simplemente «ya no existe». Así se expresa Josep Martí Bonet, responsable del Museo Diocesano de Barcelona y comisario de la exposición «El martirio de los templos», donde se repasa de manera exhaustiva la destrucción del patrimonio artístico y arquitectónico durante la Guera Civil en la Archidiócesis de Barcelona. La exposición se ha plasmado también en un libro editado con la colaboración de la Generalitat, que se convierte, en palabras de su autor, en un estremecedor «martirologio» de las obras de arte que se perdieron.
40 iglesias destruidas
«La «memoria histórica» puede ser una buena auto terapia si se practica por las dos partes», prosigue Bonet, que señala la exposición del Museo Diocesano sólo como un intento de «hacer patentes las heridas de un notable sector de la tragedia para, a continuación, curarlas».
Como documenta de manera pormenorizada la muestra, el alcance de la destrucción fue masivo: sólo en la archidiócesis de de Barcelona 40 iglesias fueron totalmente destruidas, mientras que todo el resto de templos, hasta llegar a 500 y a excepción de 10, fueron parcialmente dañados, profanados o saqueados. En las otras archidiócesis catalanas se corrió la misma suerte.
Santa María del Mar
Las llamas y, en buen número de casos, directamente la rapiña -como se ha recogido recientemente en la peripecia del pistolero de la FAI Josep Serra- acabó por ejemplo con 464 retablos (37 de estilo gótico, 44 renacentsitas...), que ocuparían 2,5 kilómetros lineales si se pusieran uno junto a otro; también se perdieron o se quemaron 244 órganos, entre ellos el de Santa María del Mar de Barcelona, considerado uno de los mejores de Europa, junto a centenares de otros objetos artísticos.
La información aportada se basa en la investigación que durante tres años ha llevado a cabo Martí Bonet y su equipo, basada a su vez en la información que en 1941 recopiló mosén Manuel Trens, cuya aventura documental merecería un estudio por sí misma.
La destrucción de archivos fue menor, pues en muchos casos fueron ocultados o escondidos: «Sólo se destruyó un 45 por ciento».
Parroquia a parroquia, «El martirio de los templos» arma un sistemático inventario de destrucción y muerte. Un ejemplo tipo, no el más grave, podría ser el de Sant Genís, en L´Ametlla del Vall_s: «Saqueado en 1936, altares e imágenes fueron quemados en el exterior... el edificio fue usado durante el periodo de revolución como almacén del sindicato agrícola... desaparece una talla de 34 centímetros de la Mare de Déu del Roser, de 1623».
La información aportada se basa en la investigación que durante tres años ha llevado a cabo Martí Bonet y su equipo, basada a su vez en la información que en 1941 recopiló mosén Manuel Trens, cuya aventura documental merecería un estudio por sí misma. Con el convencimiento de que había que sistematizar en un estudio toda la destrucción de los templos en España, Mosén Trens se embarcó en una monumental investigación que sólo pudo completar de manera parcial.
De la revolución al anticuario
En base a unas fichas estandarizadas, escribió a todas las diócesis de España preguntando por todo el patrimonio perdido y el alcance de la destrucción. Comenzó el catálogo por Tarragona con la edición de unos fascículos titulados «Monumentos sacros de lo que fue la España roja». La ambición de su trabajo le acabó superando. No obstante, la información que consiguió reunir en relación a Barcelona ha permitido ahora armar una recopilación sistemática de lo sucedido durante aquellos años. Unos datos que coinciden con otro informe aportado en el libro, en este caso elaborado en 1938 por la Generalitat republicana, institución a la que se reconoce haber preservado, en parte, la Catedral, el Monasterio de Pedralbes o Montserrat, pero a la que se reprocha su evidente tibieza con los desmanes anarquistas.
Transcurridos setenta años de aquellos sucesos, se ha conseguido recuperar algunos de aquellos objetos, piezas de orfebrería o platería, por ejemplo, que algunos trabajos han coincidido en colocar en un itinerario que «solía ser México y después EEUU». De la revolución social al mostrador de un anticuario.
Barcelona recuerda el «martirologio» del arte religioso durante la Guerra Civil
Una exposición y un libro evocan la destrucción, entre las llamas y la rapiña, del patrimonio de la Iglesia
El vuelo de Saint - Exupéry; por Jesús García Calero
ÀLEX GUBERN BARCELONA
Durante unos meses, Barcelona fue una gran hoguera. En el verano de 1936, aplastada la rebelión militar y mientras las primeras columnas organizadas por sindicatos y partidos se encaminaban a la que entonces era la primera línea de frente, Aragón, las iglesias ardían. Casi 300 sacerdotes fueron asesinados sólo en Barcelona -1.500 en el conjunto de Cataluña- en una rabiosa ola de anticlericalismo que, a la vez que las patrullas de control de la FAI imponían la revolución social, se llevó también por delante una gran parte del patrimonio histórico y cultural que atesoraba la Iglesia.
Eso también es «memoria histórica», aunque en este caso, y en relación con el patrimonio destruido, «no puede haber reconciliación», simplemente «ya no existe». Así se expresa Josep Martí Bonet, responsable del Museo Diocesano de Barcelona y comisario de la exposición «El martirio de los templos», donde se repasa de manera exhaustiva la destrucción del patrimonio artístico y arquitectónico durante la Guera Civil en la Archidiócesis de Barcelona. La exposición se ha plasmado también en un libro editado con la colaboración de la Generalitat, que se convierte, en palabras de su autor, en un estremecedor «martirologio» de las obras de arte que se perdieron.
40 iglesias destruidas
«La «memoria histórica» puede ser una buena auto terapia si se practica por las dos partes», prosigue Bonet, que señala la exposición del Museo Diocesano sólo como un intento de «hacer patentes las heridas de un notable sector de la tragedia para, a continuación, curarlas».
Como documenta de manera pormenorizada la muestra, el alcance de la destrucción fue masivo: sólo en la archidiócesis de de Barcelona 40 iglesias fueron totalmente destruidas, mientras que todo el resto de templos, hasta llegar a 500 y a excepción de 10, fueron parcialmente dañados, profanados o saqueados. En las otras archidiócesis catalanas se corrió la misma suerte.
Santa María del Mar
Las llamas y, en buen número de casos, directamente la rapiña -como se ha recogido recientemente en la peripecia del pistolero de la FAI Josep Serra- acabó por ejemplo con 464 retablos (37 de estilo gótico, 44 renacentsitas...), que ocuparían 2,5 kilómetros lineales si se pusieran uno junto a otro; también se perdieron o se quemaron 244 órganos, entre ellos el de Santa María del Mar de Barcelona, considerado uno de los mejores de Europa, junto a centenares de otros objetos artísticos.
La información aportada se basa en la investigación que durante tres años ha llevado a cabo Martí Bonet y su equipo, basada a su vez en la información que en 1941 recopiló mosén Manuel Trens, cuya aventura documental merecería un estudio por sí misma.
La destrucción de archivos fue menor, pues en muchos casos fueron ocultados o escondidos: «Sólo se destruyó un 45 por ciento».
Parroquia a parroquia, «El martirio de los templos» arma un sistemático inventario de destrucción y muerte. Un ejemplo tipo, no el más grave, podría ser el de Sant Genís, en L´Ametlla del Vall_s: «Saqueado en 1936, altares e imágenes fueron quemados en el exterior... el edificio fue usado durante el periodo de revolución como almacén del sindicato agrícola... desaparece una talla de 34 centímetros de la Mare de Déu del Roser, de 1623».
La información aportada se basa en la investigación que durante tres años ha llevado a cabo Martí Bonet y su equipo, basada a su vez en la información que en 1941 recopiló mosén Manuel Trens, cuya aventura documental merecería un estudio por sí misma. Con el convencimiento de que había que sistematizar en un estudio toda la destrucción de los templos en España, Mosén Trens se embarcó en una monumental investigación que sólo pudo completar de manera parcial.
De la revolución al anticuario
En base a unas fichas estandarizadas, escribió a todas las diócesis de España preguntando por todo el patrimonio perdido y el alcance de la destrucción. Comenzó el catálogo por Tarragona con la edición de unos fascículos titulados «Monumentos sacros de lo que fue la España roja». La ambición de su trabajo le acabó superando. No obstante, la información que consiguió reunir en relación a Barcelona ha permitido ahora armar una recopilación sistemática de lo sucedido durante aquellos años. Unos datos que coinciden con otro informe aportado en el libro, en este caso elaborado en 1938 por la Generalitat republicana, institución a la que se reconoce haber preservado, en parte, la Catedral, el Monasterio de Pedralbes o Montserrat, pero a la que se reprocha su evidente tibieza con los desmanes anarquistas.
Transcurridos setenta años de aquellos sucesos, se ha conseguido recuperar algunos de aquellos objetos, piezas de orfebrería o platería, por ejemplo, que algunos trabajos han coincidido en colocar en un itinerario que «solía ser México y después EEUU». De la revolución social al mostrador de un anticuario.