viernes, 5 de junio de 2020
SALVACIÓN – 06/06/2020
La idea de que todos los hombres se salvan es completamente contraria a las palabras del Evangelio y a la doctrina católica.
Sin embargo, el hereje Wojtyla, conocido como Juan Pablo II, sostuvo y enseñó que, en la Encarnación, el Hijo de Dios se unió con cada hombre en una unión inquebrantable, lo que hace imposible, según él, que vaya al infierno. Wojtyla enseñó explícitamente que esta unión entre Cristo y cada hombre dura eternamente.
En su primera "encíclica" escrita por él en 1979 Redemptor hominis, en el punto 13 dice: "Se trata de cada hombre, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno se ha unido Cristo, para siempre, por medio de este ministerio".
En la "encíclica" Redemptoris missio, publicada en 1990, en el punto 4 dice: "En el hecho de la Redención está la salvación de todos, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno Cristo se ha unido, para siempre, por medio de este misterio".
En la carta "encíclica" Centesimus annus promulgada en 1991 en su punto 53 dice: "No se trata del hombre abstracto, sino del hombre real, concreto e histórico: se trata de cada hombre porque a cada uno llega el misterio de la Redención, y con cada uno se ha unido Cristo para siempre a través de este misterio".
Nótese las palabras "para siempre" en las tres citas. En tres "encíclicas" Wojtyla afirma sin rodeos que cada hombre se une con Cristo para siempre. Esto significa que todos los hombres se salvan. El infierno es la separación eterna de Dios, pero nadie se separa nunca de Dios según él. Todos están unidos con Dios para siempre. Esto es la salvación universal.
Hay muchas otras citas que se podrían presentar para demostrar que Juan Pablo II enseñó que todos los hombres se salvan. Por ejemplo, en la homilía del 6 de junio de 1985 explicó como la sangre redentora de Cristo no está sólo disponible para todos, lo que es cierto, sino que en realidad llega a todos y salva a todos. Afirma: "La eucaristía es el sacramento de la alianza del cuerpo y sangre de Cristo, de la alianza que es eterna. Esta es la alianza que incluye a todos y a todos salva".
Su propio portavoz durante 22 años, Joaquín Navarro Valls, cuando murió le preguntaron en una televisión italiana qué es lo que más destacaría de él y respondió que su optimismo ya que estaba convencido de que "el final de la vida del hombre siempre es un final feliz".
elcruzado.org
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