22 de junio de 2020

La Florida española, el santuario donde los esclavos de las colonias inglesas alcanzaban la libertad

Recreación de Francisco Menéndez, líder de la milicia de «morenos» libres del Fuerte Mosé
Recreación de Francisco Menéndez, líder de la milicia de «morenos» libres del Fuerte Mosé - ABC

La Florida española, el santuario donde los esclavos de las colonias inglesas alcanzaban la libertad

Carlos II decretó en el siglo XVII la manumisión de los fugitivos negros y en 1738 se creó el Fuerte Mosé, un poblado de «morenos» libres que contaba con su propio líder


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El pasado 10 de junio unos manifestantes cubrían con pintura roja las efigies de Cristóbal Colón y Juan Ponce de León en el centro de Miami. En sus pedestales dejaban garabateados el símbolo comunista de la hoz y el martillo, y las siglas BLM de «Black Lives Matter» («Las vidas negras importan»).
La furia de las protestas contra el racismo en Estados Unidos que desató la muerte de George Floyd en Mineápolis se volvía a cebar así no solo con las estatuas de los líderes de la esclavista Confederación sureña, sino con figuras emblemáticas de la colonización española, cuyos monumentos en diferentes ciudades del país han pintarrajeado, derribado y hasta decapitado en las últimas semanas.

Los autores de estos actos vandálicos probablemente ignoran que la historia es mucho más rica que unos eslóganes de trazo grueso. La Florida española, de hecho, se convirtió en un auténtico santuario al que los esclavos de las colonias británicas –y luego de EE.UU.– huían para alcanzar su libertad.
Ya en la primera expedición de Ponce de León a la Florida en 1513, con la que comenzó la exploración europea del sureste de Norteamérica, viajaban al menos dos negros libres. Uno de ellos, de nombre Juan Garrido, participaría después en la conquista de México con Hernán Cortés.
Mapa de San Agustín, en el que se aprcia a la derecha el «Fuerte Negro»
Mapa de San Agustín, en el que se aprcia a la derecha el «Fuerte Negro» - ABC
La Florida, así como buena parte del actual suelo de EE.UU. entre el Atlántico y el Pacífico, fue parte de España durante tres siglos. En las tierras españolas, como en los dominios de otras potencias de la época, existió la esclavitud, pero al menos «la ley y las costumbres españolas garantizaban a los esclavos una personalidad moral y legal, así como ciertos derechos y protecciones que no se encuentran en otros sistemas esclavistas», destaca Jane Landers en «La nueva historia de Florida» (University Press of Florida, 1996), editado por el ya fallecido Michael Gannon.
«Tenían el derecho a la seguridad personal y a mecanismos legales por los cuales escapar a un amo cruel» y «se les permitía poseer y transferir propiedades y presentar demandas legales, un derecho significativo que en América evolucionó al derecho de autocompra», señala Landers, profesora de la Universidad Vanderbilt especializada en la historia de los afroamericanos. No es que en España y en sus territorios del Nuevo Mundo no hubiera «prejuicios raciales», apunta la experta, pero «el énfasis en la humanidad y los derechos del esclavo, y la actitud indulgente hacia la manumisión incorporadas a los códigos de esclavitud y la práctica social españolas hacían posible que existiera una importante clase de negros libres, primero en España y después en la América española».
Entre la población negra de los territorios españoles había individuos libres, esclavos, con propiedades, con educación y formando grupos sociales como cofradías y milicias que suponían «vínculos con la comunidad», sin que hubiera una«separación legal», explica la propia Jane Landers a ABC por correo electrónico. Esos hombres y mujeres, añade, «dejaron sus testimonios legales, sus documentos en la iglesia, etc… Tenemos sus historias porque tenían personalidad legal y religiosa».
En la Florida estaban permitidas los matrimonios interraciales, mientras que en EE.UU. no quedaron plenamente legalizados hasta 1967
En la Florida española estaban permitidas las relaciones e incluso los matrimonios entre personas de distinta raza. Más aún, según reveló hace dos años el también historiador Michael Francis, la primera boda cristiana documentada en lo que hoy es territorio continental de EE.UU. se celebró en 1565 en San Agustín entre un segoviano, un tal Miguel Rodríguez, y una negra libre procedente de Andalucía, Luisa de Abrego. Francis, profesor de la Universidad del Sur de Florida Saint Petersburg (USFSP) y director ejecutivo del proyecto « La Florida: el archivo digital interactivo de las Américas», realizó este hallazgo al consultar un caso de bigamia abierto contra la propia De Abrego años más tarde por el Santo Oficio de la Inquisición de México, que finalmente anularía el matrimonio con el segoviano por estar ya casada con otro hombre.
En cambio, en Estados Unidos las bodas interraciales no fueron plenamente legalizadas hasta 1967, cuando el Tribunal Supremo dictó una sentencia histórica en el caso «Loving contra Virginia» y declaró inconstitucionales las leyes antimestizaje que prohibían este tipo de enlaces, por entonces aún vigentes en 16 de los 50 estados del país.
Los afroamericanos libres tuvieron una importancia capital en la defensa de la Florida española frente a las potencias rivales y los corsarios y filibusteros que merodeaban por el Caribe. Las amenazas externas aumentaron con la fundación en 1670 de la colonia de Charles Town (hoy Charleston, Carolina del Sur), con la que los ingleses expandían su presencia en Norteamérica y el modelo de plantaciones con mano de obra esclava que aplicaban con crudeza en el Caribe. Los sojuzgados africanos empezaron a ver una esperanza en el trato más benigno que la Florida española daba a los negros.
Cédula real de 1693 en la que se concede la libertad a los fugitivos
Cédula real de 1693 en la que se concede la libertad a los fugitivos - ABC
En 1687 ocho hombres, dos mujeres y un bebé lograron escapar en canoa y llegar a territorio español, pidiendo amparo en San Agustín, ciudad fundada en 1565 por Pedro Menéndez de Avilés y la más antigua de EE.UU. habitada de forma ininterrumpida. En los años siguientes fueron llegando nuevas oleadas de fugitivos y, aunque inicialmente su estatus legal era algo ambiguo, casi todos fueron acogidos y bautizados, se casaron y obtuvieron un empleo retribuido. Finalmente, Carlos II dio naturaleza legal a lo que ya era una realidad por la vía de los hechos: el 7 de noviembre de 1693 garantizó a través de una cédula real que los esclavos, hombres y mujeres, huidos de las colonias británicas obtendrían la libertad con la única condición de que abrazaran «la fe verdadera».
El flujo de los desesperados africanos desde las colonias británicas llevó en 1738 al gobernador de la Florida, Manuel de Montiano, a crear un poblado formado por negros libres tres kilómetros al norte de San Agustín. El nuevo asentamiento, que recibió el nombre de Gracia Real de Santa María de Mosé y hoy es conocido como Fuerte Mosé, era «el primer pueblo formado por negros libres en EE.UU., estaba liderado por su propio comandante mandinga, que se bautizó con el nombre Francisco Menendez, y tenía su propia milicia», destaca a ABC Jane Landers.
A cambio, los milicianos prometieron ser «los más crueles enemigos de los ingleses» y arriesgar sus vidas al servicio de Su Majestad hasta «derramar la última gota de sangre en defensa de la Real Corona», como recoge un documento de aquel año. Y no pasaría mucho tiempo hasta que tuvieron oportunidad de demostrarlo.
Recreación artística del Fuerte Mosé
Recreación artística del Fuerte Mosé - ABC
El fundador de la nueva colonia de Georgia, James Edward Oglethorpe, se lanzó en 1740 a un ataque por tierra y mar contra la Florida. Mosé, que para el sistema esclavista de los colonos británicos representaba toda una amenaza, fue evacuado y sus habitantes se refugiaron en San Agustín, que fue sometida a un largo asedio. Pero los sitiados resistieron y, en un ataque conjunto de soldados españoles, milicianos negros e indígenas, recuperaron el poblado en lo que ha pasado a la historia en EE.UU. como «Bloody Mose» o «Mosé sangriento», por la fiereza de la lucha cuerpo a cuerpo y la muerte de al menos 75 de los invasores. Oglethorpe acabó levantando el sitio y regresando humillado a Georgia.
Los «morenos» libres de la milicia prometieron ser «los más crueles enemigos de los ingleses» y «derramar la última gota de sangre en defensa de la Real Corona»
Mosé fue reconstruido en 1752, ahora reforzado y con la incorporación de una iglesia y una casa para un sacerdote franciscano. En 1759 estaban censados allí 37 hombres, 15 mujeres, siete niños y ocho niñas. Sin embargo, en 1763 España se vio obligada a ceder la Florida a Gran Bretaña a cambio de recuperar La Habana, que había caído el año anterior en manos británicas. Así que los africanos que quisieron conservar su libertad se marcharon a Cuba junto con la mayoría de los españoles e indígenas cristianos de San Agustín, mientras que los nuevos colonos extendían a su nueva adquisición el cruel sistema de plantaciones de Carolina del Sur y Georgia. El pueblo de los negros libres quedaba abandonado para siempre.
Pero no fue este el final de la Florida española. En 1783, tras la independencia de las trece colonias británicas de Norteamérica, EE.UU. devolvió a España su antiguo territorio. Parte de los esclavos huyeron de sus señores para unirse a las aldeas seminolas y otros se acogieron a la vieja legislación española que les garantizaba un santuario.
Francisco Menéndez
Francisco Menéndez - ABC
Una buena parte de los varones negros trabajaban para el gobierno, en planes de fortificación, en el arsenal, descargando barcos, repartiendo el correo, cortando leña, como pilotos o remeros en las embarcaciones oficiales, pero también se los podía ver como carreteros, joyeros, zapateros, curtidores, carniceros o posaderos, entre otros oficios. Incluso alguno destacó como próspero comerciante. En cuanto a las mujeres, las había cocineras y lavanderas, pero también llegaron a tener pequeños negocios de artesanía o comestibles. Se conoce el caso de alguna mujer negra que poseía su propia esclava, otra muestra de una estructura social más compleja de lo que pudiera pensarse hoy día.
España solo renunció a esa política de santuario religioso para los esclavos cuando, en 1790, no pudo resistir la fuerte presión de los cada vez más poderosos EE.UU., a través precisamente de uno de sus padres de la patria, Thomas Jefferson, redactor de la Declaración de Independencia de 1776 y en ese momento secretario de Estado. En todo caso, quienes gozaban de libertad la seguían conservando, y se mantenía la posibilidad de comprarla u obtenerla.
En las décadas siguientes continuó el imparable ansia de expansión de EE.UU., con repetidas violaciones de la soberanía española, hasta que en 1821 finalmente la Florida se incorporó al territorio estadounidense. Los negros que quisieron seguir libres bajo las leyes y costumbres españolas zarparon de nuevo, ahora por última vez, hacia Cuba.
Los restos del Fuerte Mosé permanecen hoy bajo las aguas pantanosas a las afueras de San Agustín, en la costa noreste del estado de Florida. Un museo y un pequeño parque estatal rinden allí tributo a aquel santuario de libertad e invitan a conocer el verdadero legado de los españoles en EE.UU.

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