24 de noviembre de 2019

MADRE

viernes, 22 de noviembre de 2019


MADRE – 23/11/2019

El amor materno es algo que nunca decepciona. Una buena madre, sólo no debe ser solidaria con el pecado de su hijo. Excepto eso, es de una solidaridad integral, hasta el fin, inclusive contra su marido, contra lo que sea. Su hijo es su hijo y no hay más que hablar.

Ahora bien, esta noción se aplica a la Señora de todos los Pueblos, porque si así es o debe ser la madre, entonces la Señora que es la Madre de Nuestro Señor Jesucristo, Madre de todos los hombres, y Madre de todas las madres, tiene esa disposición materna elevada a un grado inimaginable.

De manera que, cualquier cosa que suceda o cualquier pecado que uno cometa debe acercarse a Ella y decirle: Madre mía ved que canalla soy. Yo sé que soy vuestro hijo, y Vos sabéis que sois mi Madre. Y en nombre de esto, confío en vuestra misericordia, me arrodillo delante de Vos y rezo la Salve. Porque yo sé que, si Judas Iscariote os hubiese pedido perdón, o tan sólo hubiese querido veros, con las treinta monedas de la infamia aún en el bolsillo, Vos no lo rechazaríais, conversaríais con él, y durante ese tiempo pediríais a vuestro Divino Hijo la gracia de que arrojara las monedas. Luego podía comenzar una conversión.

Por mal que uno haya actuado, no hizo lo que Judas. Y aunque tuviese la desgracia de ser como Judas, con la misma confianza debería acudir a Ella. Porque si es verdad que cada uno sabe quién es, sobre todo sabe quién es Ella. Uno conoce su propia infamia, pero conoce también la santidad de Ella. Y por eso, uno debería hacer lo que dice la oración del Acordaos, "gimiendo bajo el peso de mis pecados, me postro a vuestros pies pidiendo misericordia, no despreciéis mis súplicas". Uno sabe que merecen desprecio, pero no de Ella que es madre. Quién rezase "dignaos oír propicia nuestro pedido de perdón" tendría el camino abierto para el perdón. No hay duda. No debemos desesperar. Desesperar, ¡nunca!, porque existiendo Ella nunca se debe desesperar. Se debe mantener la esperanza incluso en las situaciones más tremendas.

Es frecuente que un alma, habiendo recibido una gracia eminente de Ella, de una gran enmienda, de haberle salvado en un gran apuro, al mismo tiempo recibe algo que es como si hubiese tenido un contacto con Ella. No es una visión, no es una revelación, nada de eso, pero es como si hubiese tenido un contacto con Nuestra Señora. Desde ese momento le queda algo para la toda la vida. Y la persona toma, por decirlo de alguna manera, un conocimiento experimental de lo que es la bondad de la Señora, su sonrisa, como si Ella le hubiese tocado con su mano en el hombro. Si Ella tocase con su mano celeste el hombro de cualquiera, la reconocería incluso sin verla. Se sentiría inundado de virtud y felicidad. Diría: fue su mano que me tocó.


No hay comentarios: