9 de noviembre de 2018

NACHO ALDAY - FEÉRICO

jueves, 8 de noviembre de 2018


NACHO ALDAY - FEÉRICO – 09/11/2018

¿Realidad o cuento de hadas? Se tendría el derecho de dudar, considerando la armonía, la ligereza, la suprema distinción de este castillo, construido sobre las aguas, de una serenidad y de una profundidad dignas de servirle de espejo. Hasta se podría decir que esta inimaginable fachada fue hecha para ser vista principalmente en su reflejo de las límpidas aguas sobre las que posa.

Se trata de una realidad, sí, pero de una realidad feérica, nacida del genio francés. Es el castillo de Chenonceaux, construido en el siglo XVI. Se distingue por una armoniosa conjunción de fuerza y de gracia, de simetría y fantasía, tan típica del alma francesa.

Hay una continuidad estética entre el castillo real inmerso en el aire diáfano, y el castillo irreal “inmerso” en el río Cher. Los cinco arcos corresponden a cinco partes de la fachada que se repiten respectivamente. La armonía es perfecta. Tan perfecta que rayaría en la monotonía si lo que tiene de profundamente plácido no fuese armónicamente compensado y realzado por un contraste.

El segundo cuerpo del edificio, considerado en sí mismo, también presenta el contraste armónico entre fuerza y gracia. El aspecto de la fuerza es la base. El primero y segundo piso son más leves, con sus grandes ventanas y la poesía de sus torres. Las mansardas y el techo son de una lozanía, una diversidad, una belleza casi musical.

No es difícil imaginar cómo sería la vida en este castillo, en sus siglos de gloria, por ejemplo, en las noches calientes y plácidas, con todas las luces encendidas reflejándose sobre el río, la música saliendo por las ventanas abiertas hasta perderse entre las flores del parque o en la superficie dulcemente móvil de las aguas.

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