Si desearan la muerte a los
[homosexuales]
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Mi amigo el abogado Joaquín Moeckel le puso
ayer un excelente ejemplo a Ángel Expósito en Cope para explicar el doble
rasero con el que se tratan los actos de incitación al odio. En relación,
por supuesto, con la horda de antitaurinos que ha aplaudido la muerte del
torero Víctor Barrio y ha deseado la muerte a todos los toreros.
Moeckel pidió que pensáramos en lo que
pasaría, por ejemplo, si las barbaridades contra Víctor Barrio y los toreros se
hubieran dirigido contra los [homosexuales]. La respuesta es obvia.
Me parece que no habría un solo juez
apelando a la libertad de expresión y dejando impunes esos tuits. Tampoco
esa jueza, María Fernanda Figueroa, que ha archivado el caso contra Facu Díaz
por considerar libertad de expresión escribir que “Quemar iglesias me parece
una barbaridad si no hay nadie dentro” lo archivaría, si hubiera dicho, por
ejemplo, que “quemar discotecas me parece una barbaridad si no hay [homosexuales]
dentro”. Y es que la Iglesia católica está tan poco protegida como la
tauromaquia…
Porque esto de la libertad de expresión es
usado por los jueces según y para quién. Y el artículo 510 se refiere al
“odio o a la violencia contra grupos o asociaciones” por motivos racistas,
antisemitas u otros referentes a la ideología, religión, creencias, sexo… Es
decir, la ideología y las creencias entran claramente dentro de los motivos
recogidos, y, por lo tanto, las creencias sobre la tauromaquia y la ideología
animalista que está detrás del movimiento antitaurino. Ideología que tiene
hasta partidos políticos, Pacma en nuestro país, por ejemplo, aunque en pocos
sitios hayan logrado representación parlamentaria, un diputado en Portugal por
el PAN.
La ley ofrece pocas dudas. Las dudas están en los
jueces y fiscales influidos por determinado clima social. Hasta ahora, al
menos, hasta que el mundo taurino se ha movilizado. Se acabó la
impunidad para la violencia antitaurina, como antes se acabó la impunidad
para la violencia racista o la sexista.
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