24 de julio de 2015

El papel del Rey

El papel del Rey

Felipe VI cumple su tarea constitucional en Cataluña frente al desafío de Mas

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No debería ser noticia que un jefe de Estado defendiera el cumplimiento de la ley en la entrega de despachos de una nueva promoción de jueces; es algo natural. Desgraciadamente, en España hoy sí es noticia, porque el discurso del Rey de ayer se produce en Cataluña, donde el presidente de la Generalitat (máximo representante del Estado en la Comunidad Autónoma) amenaza con una declaración unilateral de independencia, alardeando de que lo hará burlando las leyes y despreciando los preceptos de una Constitución votada por una amplia mayoría de los catalanes y del resto de los españoles.
Felipe VI ha vuelto a ponerse en su sitio y cumplir su función constitucional frente al desafío soberanista de Artur Mas. Y ante la hostilidad del Ayuntamiento de la Ciudad Condal, que ha aprovechado la última visita del Monarca a Cataluña (lleva dos años viajando allí todos los meses) para llevar a cabo un infantil despliegue antimonárquico, la retirada del busto del rey Juan Carlos del salón de plenos. La alcaldesa, Ada Colau, ha anunciado la próxima eliminación de símbolos de la Corona y de nomenclatura vinculada a la monarquía de las calles y edificios de Barcelona.
El Rey interviene públicamente mediante gestos y pronunciamientos. También actúa de forma discreta dentro de la filosofía, heredada de su padre, de promover el diálogo y buscar consensos. Felipe VI ejerce su labor como jefe del Estado cumpliendo escrupulosamente con las funciones y las limitaciones que establece la Constitución: garante de la unidad de España, jefe de las Fuerzas Armadas, representante del país en el exterior y árbitro y moderador de la política.
Desde su proclamación como Rey, don Felipe ha sabido equilibrar sus gestos y sus declaraciones públicas, buscando el diálogo roto por los líderes independentistas catalanes. Lo ha intentado varias veces, pero se ha encontrado con el muro de Mas y sus socios, que han preferido seguir su camino hacia ninguna parte en vez de aprovechar la posibilidad de reconducir la situación y buscar una salida negociada. El viernes pasado, el Monarca pudo constatar que sus intentos de destacar “lo que nos une” habían caído en saco roto y que la posición del presidente de la Generalitat respecto a la secesión era “irreconducible”.
En esta tarea de buscar consensos y garantizar la unidad de España, Felipe VI no solo se ha encontrado con el obstáculo del frente secesionista. El Rey también ha estado en una situación de desamparo por la falta de una estrategia clara del Gobierno de Mariano Rajoy para buscar soluciones políticas que no se limiten al cumplimiento de la ley. La Corona no puede ejercer el papel de árbitro y moderador si no recibe el encargo del presidente del Ejecutivo y la hoja de ruta para avanzar en la búsqueda de unos consensos que tanto han contribuido antes al desarrollo democrático en nuestro país.
La cuestión catalana no la pueden solucionar los abogados del Estado. Hace falta un discurso político capaz de encajar a todos los catalanes en España. Y ese discurso incluye un cambio constitucional que reorganice el Estado de las autonomías.

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