17 de septiembre de 2014

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Las guitarras firman la paz

Gallardo del Rey y Cortés reconcilian clásica y flamenca en la Bienal de Sevilla


Miguel Ángel Cortés y José María Gallardo del Rey, junto con sus guitarras.
“Siempre he querido reivindicar que hay una única guitarra, que es la española. Y esa guitarra tiene dos caras, como las monedas, y es lo mejor de la guitarra flamenca y de la guitarra clásica. Félix Grande hablaba en su momento de una guerra civil que había entre el flamenco y el clásico, pero quiero pensar que eso es un aspecto generacional que creo que está superado. Hoy hay cátedras de guitarra flamenca en muchos conservatorios y la mayoría de los guitarristas flamencos de nueva generación están muy motivados para escuchar música clásica y aprender música”. Con esta declaración de intenciones presenta el guitarrista clásico José María Gallardo del Rey el mano a mano que mantendrá esta noche con su hermano flamenco Miguel Ángel Cortés en el Espacio Santa Clara. El estreno absoluto de Lo cortés no quita su gallardo, en el marco de la Bienal de Sevilla, supone un diálogo entre dos maneras de sentir la guitarra con una madrina de excepción: Esperanza Fernández.
Uno ha recorrido medio mundo con los conciertos de Rodrigo y ha sido embajador de la guitarra en Nueva York. El otro, guitarra intuitiva y curtida al lado de las mejores voces y arreglada a la medida de la talla de grandes como Arcángel. Después de un año de trabajo por conciliar el espíritu de sus manos, esta noche se reencuentran al borde de la madrugada para llevar a Santa Clara el resultado de una búsqueda, de una hermandad, de dos maneras de entender las seis cuerdas que, como dice Gallardo “son muy diferentes pero complementarias”. “Cada guitarra aporta a la otra lo que quizá por técnica o por escuela no ha tenido la oportunidad de vivir. Pero hay un nexo importante en común. Miguel Ángel tiene la solera y el arraigo del flamenco muy tradicional y es un artista muy inquieto, y yo soy de formación clásica, pero tengo el corazón flamenco”, dice el clásico.


Los años han ido haciendo que sus caminos se cruzaran una y otra vez. La primera en los Jardines del Generalife, cuando Cortés era casi un niño y Gallardo mucho más joven, en una colaboración con María Pagés. Volvieron a coincidir al amparo de Carmen Linares y, un día, la mujer de Gallardo del Rey lo acompañó a un concierto de Cortés en Valencia y se le quedó mirando: “Esa es la guitarra flamenca que llevabas tanto tiempo buscando”. Desde entonces, comenzó la aventura. “Los primeros momentos fueron duros, pero el reto era que la guitarra diera un paso hacia delante y que estuviéramos el máximo tiempo posible tocando juntos en el concierto, no una parte cada uno y luego uno o dos temas al final. Buscamos un encuentro entre músicos, no un espectáculo en común”, explica Cortés.
Por eso configuraron un espectáculo que fuera un diálogo, una simbiosis, un reencuentro como el de aquellos hermanos emigrantes que se separaron en el puerto y ahora se ponen de nuevo frente a frente. La guitarra que fue al conservatorio y la que se tuesta al calor de las hogueras se ponían a prueba juntas pero, ¿cómo hacerlas hablar?. “Hoy no se engaña fácilmente al público: los músicos que tenemos inquietudes, para sacar un trabajo bueno tenemos que trabajar mucho”, dice Cortés, que confiesa que se dieron cuenta de que “lo más inteligente era hacer tres temas de la guitarra clásica aflamencados y luego coger otros tres de flamenca haciéndolos clásicos. El encuentro entre dos músicas se produce cuando todo empieza a fluir sin darse uno cuenta, día tras día”.
Esta noche cuando se pongan sobre el escenario, pasarán de la nana en la que Esperanza Fernández mostrará su voz más queda en el claustro del convento a la marcha procesional ‘Amarguras’ en la que reducen a 12 cuerdas la partitura de Font de Anta en una versión “en la que se puede respirar la manera de tocar de cada uno, porque rendimos homenaje a un maestro que no pertenece a ninguno de los dos”, según Gallardo.
Por lo demás, lo único importante es la guitarra, la única posible en Sevilla en una bienal. La que sigue guardando las esencias del sentir, la que representa sin palabras al flamenco, esa patria y esa casa en la que, como dice Cortés, “todo el mundo tiene su sitio”.

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