20 de septiembre de 2019

HERENCIA

jueves, 19 de septiembre de 2019


HERENCIA – 20/09/2019

Desde los comienzos de la historia, la familia y la propiedad privada existen. No se trata sólo de una coexistencia fría y fortuita entre ambas instituciones, sino de una simbiosis íntima. La herencia es una institución en la cual la familia y la propiedad se apoyan mutuamente.

Ser propietario, tener familia, son situaciones que dan al individuo una justa sensación de plenitud de personalidad. Vivir como un átomo aislado, sin familia ni bienes, en medio de una multitud de extraños, le da una sensación de vacío, de anonimato y de aislamiento que es profundamente antinatural. Es fácil comprender la conexión íntima que existe, en las profundidades del alma humana, entre el derecho que el hombre tiene de apropiarse de los bienes y el derecho de constituir familia. En virtud del orden natural de las cosas, la familia origina un derecho de la esposa y de los hijos a los frutos del trabajo del marido o del padre. Y esto es tan cierto con relación a los frutos morales, honra, consideración, influencia, como a los frutos materiales, esto es, a las cosas útiles al cuerpo. Quien nace, pues, de un matrimonio particularmente dotado por la Providencia con bienes espirituales o materiales queda muy legítimamente favorecido desde la cuna, más que otros nacidos de padres dotados de prendas más comunes. Esta desigualdad inicial es justa, porque Dios, supremo Señor de todos los bienes, da a cada uno como le place. "La naturaleza benigna y la bendición de Dios a la humanidad iluminan y protegen las cunas, las besan, pero no las nivelan", escribió Pío XII.

Los documentos pontificios están llenos de textos a favor de la herencia como "ley plenamente inviolable de la naturaleza es que todo padre de familia defienda, por la alimentación y todos los medios, a los hijos que engendre. Y de igual manera la naturaleza misma le exige que quiera adquirir y preparar para sus hijos, pues son imagen del padre y como continuación de su personalidad, los medios con que puedan defenderse honradamente de todas las miserias en el difícil curso de la vida. Pero esto no lo puede hacer de ningún otro modo más que transmitiendo en herencia a los hijos la posesión de los bienes fructíferos"Santo Tomás de Aquino dice que "es de ley natural que los padres acumulen bienes para sus hijos, y que éstos sean herederos de sus padres".

Además, si quitásemos a los hombres el derecho de dejar sus bienes a la esposa y a los hijos, eliminaríamos uno de los estímulos más vivos al trabajo. Y esto sería muy contrario al bien común.

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