12 de abril de 2019

SOLEDAD

jueves, 11 de abril de 2019


SOLEDAD – 12/04/2019

Nuestro Señor, en el Huerto de los Olivos, sufrió el tormento de la soledad. No de la soledad que es calma, recogimiento, oración, la soledad que es el paraíso del alma verdaderamente interior, sino la soledad creada por la indiferencia general, por la incomprensión y por el odio.

En el momento en que el Señor se preparaba para morir por la humanidad, forzoso sería que a su lado estuviesen todos los que oyeron maravillados sus palabras. Tal era la repercusión producida por sus enseñanzas, que los hombres para oírlo se internaban en el desierto sin pensar en el abrigo o en el pan.

En el momento del dolor y del peligro ¿dónde están esas multitudes? Cuando el Señor hacía milagros el pueblo entusiasmado lo aclamaba. ¿Dónde está ahora ese pueblo? ¿Cómo explicar que a su lado ni siquiera figuren los leprosos a quien remedió, los ciegos y los mudos que curó, los muertos a quienes restituyó la vida? Esto se debe a que resulta fácil creer a la vista del milagro, pero es difícil afirmar nuestra Fe frente a los que no vieron milagros o no quieren creer.

Aclamar al Señor en medio de una multitud entusiasmada no es difícil. Pero soportar los sarcasmos, la incomprensión, la hostilidad, en los ambientes en que se profana la Fe, es muy difícil. Vibrar de entusiasmo cuando se escuchan las enseñanzas del Señor, es fácil. Pero poner en práctica sus mandamientos, cuando después de pasado el entusiasmo, cada uno retorna a la inexorable trivialidad de la vida cotidiana, es mucho más difícil. Es innegable que las multitudes se entusiasmaron por el Maestro. Su pecado no consistió en que el entusiasmo fuese débil, sino en que se quedase sólo en entusiasmo.

El momento de la angustia, de la persecución y del dolor llegó. Y helos ahí que duermen, abandonando al Maestro
Y por esto en el Huerto de los Olivos el Señor está solo, y ofreciendo por cada uno de nosotros los méritos de su inmensa soledad.

Los apóstoles habían dejado todo, negocios, familia, situación, para consagrarse enteramente al Señor. En el cumplimiento del deber cotidiano supieron ser eximios. No hubo cansancios, ni calumnias, ni sarcasmos que los hiciesen desertar. Entretanto, también estos dejan solo al Señor. Duermen abatidos, huyendo así en el entorpecimiento del sueño a la realidad de la vida demasiado pesada para sus hombros.

EXCERTOS DE COMENTARIOS DEL PROF. PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA DE AUTORIA DE NACHO ALDAY SIN REVISION DEL AUTOR.

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