23 de julio de 2018
Por qué hoy me avergüenzo de ser israelí
Por qué hoy me avergüenzo
de ser israelí
No creo que el pueblo judío haya vivido sufriendo persecución y
soportando crueldades sin fin para ahora convertirse en el opresor que somete a
los demás a sus crueldades
El
primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, llega a la reunión del Consejo de
Ministros en Jerusalén.REUTERS / VÍDEO:
REUTERS-QUALITY
En 2004 pronuncié un discurso ante la Kneset —el
Parlamento israelí— en el que hablé de la Declaración de Independencia del
Estado de Israel. La califiqué de “fuente de inspiración para creer en los
ideales que nos hicieron dejar de ser judíos y nos transformaron en israelíes”,
y proseguí diciendo que “este documento extraordinario expresaba este
compromiso: ‘El Estado de Israel se consagrará al desarrollo de este país en
beneficio de todos sus pueblos; se fundamentará en los principios de libertad,
justicia y paz, guiado por las visiones de los profetas de Israel; reconocerá
la plena igualdad de derechos sociales y políticos a todos sus ciudadanos, con
independencia de su religión, raza o sexo; garantizará la libertad religiosa, de
conciencia, idioma, educación y cultura”.
Los padres fundadores del Estado de Israel que
firmaron la Declaración veían en el principio de igualdad la piedra angular de
la sociedad que estaban construyendo. También adquirieron el compromiso —tanto
ellos como nosotros— de “procurar la paz y las buenas relaciones con todos los
países y pueblos vecinos”.
Setenta años después, el Gobierno israelí acaba de
aprobar una nueva ley que sustituye el principio de igualdad y valores
universales por el nacionalismo y el racismo.
Me llena de profundo pesar tener que repetir
exactamente las mismas preguntas que planteé hace 14 años cuando me dirigí a la
Kneset: ¿Podemos pasar por alto la distancia intolerable que separa la Declaración
de Independencia prometida de los hechos, la distancia entre la idea y la
realidad de Israel?
¿Encaja la situación de ocupación y dominio sobre
otro pueblo en la Declaración de Independencia? ¿Tiene sentido la propia
independencia a costa de los derechos fundamentales del otro?
¿Puede el pueblo judío, cuya historia es una
crónica de sufrimiento continuo y persecución implacable, consentir la
indiferencia hacia los derechos y el padecimiento de un pueblo vecino?
¿Puede el Estado de Israel permitirse el sueño
ingenuo de un final ideológico para el conflicto en vez de buscar una
resolución pragmática y humanitaria basada en la justicia social?
Catorce años después, sigo creyendo que, a pesar de
todas las dificultades objetivas y subjetivas, el futuro de Israel y su puesto
en la familia de los países ilustrados dependerá de su capacidad para cumplir
la promesa de los padres fundadores tal como la consagraron en la Declaración
de Independencia.
Sin embargo, nada ha cambiado verdaderamente desde
2004. Por el contrario, ahora tenemos una ley que confirma la condición de la
población árabe como ciudadanos de segunda clase. Por consiguiente, se trata de
una forma muy evidente de apartheid. No creo
que el pueblo judío haya vivido 20 siglos, la mayor parte de ellos sufriendo
persecución y soportando crueldades sin fin, para ahora convertirse en el
opresor que somete a los demás a sus crueldades. Precisamente esto es lo que
hace la nueva ley. Por eso, hoy me avergüenzo de ser israelí.
Daniel Barenboim (Buenos
Aires, 1942) es pianista y director de orquesta. Tiene nacionalidad argentina,
española, israelí y palestina.
Traducción de News Clip.
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