NOTAS
SOBRE LO INACEPTABLE EN LA FILOSOFIA Y LA TEOLOGIA DE LA LAUDATO SI’
Arnaldo Xavier da Silveira
Original en portugués:
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“El hombre es criado para
alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar
su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el
hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De
donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan para su
fin, y tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden”
(San Ignacio de Loyola – Ejercicios Espirituales)
1. Introducción: una “visión filosófica y teológica del ser humano y de la creación” de
sabor panteísta y evolucionista.
Entre las
reacciones desfavorables a la reciente Encíclica Laudato si’, del Papa Francisco, hay un aspecto que ha sido poco considerado
en las publicaciones antimodernistas: su nebulosa “visión filosófica y teológica del ser humano y de la creación” (n.
130). Sin embargo, esa nueva Antropología y esa nueva Cosmología, de sabor
panteísta (1) y evolucionista, son inaceptables a la luz de
la Teología católica y de la sana Filosofía. En efecto, no está claramente
afirmada la absoluta trascendencia de Dios (apenas referencias de paso, como en
el n. 79 (2); tampoco la distinción entre la criatura y
el Creador, y la noción metafísica de la creación ex nihilo, por un acto libre de Dios.
Estas
notas están redactadas con todo el respeto que se debe al Sumo Pontífice, pero
en las actuales circunstancias la verdad debe ser desvelada totalmente, para
honra de la Santa Madre Iglesia y preservación de la integridad de la buena
doctrina.
Sin
desprecio de las críticas que ya se han formulado a los aspectos económicos,
sociales o científicos del documento — en general fundamentadas —, nos parece que tales aspectos son
menos profundos y graves de que esa nueva concepción del hombre y del universo.
Un
estudio más profundo de los principios metafísicos que inspiraron la Encíclica
Laudato si’ debería examinar detalladamente cada tesis que ella defiende,
conforme las buenas reglas de apologética católica tradicional; lo que, sin
embargo, no parece necesario en estas breves anotaciones, que tienen, sobre
todo, un carácter de pública denuncia y de alerta a los fieles. No pretendemos
presentar un análisis exhaustivo de la Encíclica, limitándonos en estas
consideraciones a la visión filosófica y teológica arriba mencionada, y
destacando algunos puntos que hablan por si al católico de buena formación, que
es a quién nos dirigimos.
2.Un misticismo panteísta y evolucionista
inspirado en Teilhard de Chardin
En la Encíclica
Laudato si’, el Papa Francisco se propone
presentar una “visión filosófica y
teológica del ser humano y de la creación” (n. 130). A partir de esa
concepción del hombre y del universo, el desarrolla, de forma no sistemática,
pero que no se puede negar, una nueva Teología, una nueva Moral, una nueva
Liturgia, una nueva noción de los Sacramentos y de la oración, una nueva
espiritualidad, y hasta una nueva Mariología. Con base en esos conceptos,
ofrece también soluciones que terminan por proponer una autoridad
internacional, por encima de los gobiernos nacionales (cfr. n. 175).
Esa visión
filosófica y teológica está conforme al misticismo panteísta y evolucionista
del P. Pierre Teilhard de Chardin SJ, citado nominalmente en el documento (nº 83).
Veamos algunos ejemplos:
·
“La meta del camino del universo
se sitúa en la plenitud de Dios, que ya fue alcanzada por Cristo resucitado, fulcro de la maduración universal” (n. 83).
Esa
afirmación, de sabor inmanentista y evolucionista, es muy semejante al concepto
teilhardiano del “Punto Omega”, punto de unificación de la evolución de todos
los seres creados, identificado con Cristo. Para no tener duda cuanto a la
inspiración en Teilhard, la Encíclica remite al lector para la obra de este
Jesuita, en la nota a píe de página:
·
“En esta perspectiva se sitúa la aportación del P.
Teilhard de Chardin” (n. 83, nota 53).
Y de hecho son las concepciones teilhardianas
las que nos dan la clave para la lectura del documento y entendimiento de la nebulosa “visión filosófica y teológica del
ser humano y de la creación” que la Encíclica propone, y de todas sus
consecuencias. (VER EL APENDICE I).
No está demás recordar que las obras de
Teilhard de Chardin fueron objeto de un Monitum
(advertencia) del Santo Oficio, el 30.06.1962, en que se afirma que sus
escritos abundan en ambigüedades y “contienen
incluso graves errores que ofenden a la doctrina católica” (3).
3. Obscura concepción trinitaria
El estraño misticismo de la Encíclica se
refleja en las mismas relaciones entre la Trinidad y la Creación:
·
“El Padre es la última fuente de todo, fundamento amoroso y comunicativo
de todo lo que existe. El Hijo, que Lo refleja y por Quien todo fue creado, Se
unió a esta tierra, cuando fue formado en el seno de María. El Espíritu, vínculo infinito de amor, está íntimamente presente en el corazón del
universo, animando y suscitando nuevos caminos” (n. 238).
·
“Una Persona de la Santísima Trinidad Se insertó en el universo creado,
compartiendo la misma suerte con el hasta
la cruz. Desde el principio del mundo, mas de modo peculiar a partir de la
encarnación, el misterio de Cristo obra veladamente en el conjunto de la
realidad natural, sin con ello afectar su autonomía” (n. 99).
·
“Conforme la experiencia cristiana, todas las creaturas del universo
material encuentran su verdadero sentido en el Verbo encarnado, porque el Hijo de Dios incorporó en su
persona parte del universo material, en donde introdujo un germen de
trasformación definitiva” (n. 235).
·
“Cristo asumió en Sí mismo
este mundo material y ahora, resucitado, habita en lo íntimo de cada ser, envolviéndolo con su cariño y penetrándolo
con su luz” (n. 211).
·
“El universo se desarrolla
en Dios, que lo llena completamente” (n. 233).
4. - Los sacramentos: materia divinizada
En la Encíclica, esos
conceptos, que parecen divinizar el universo material, se reflejan en una nueva
Teología de los Sacramentos y en una nueva Liturgia:
·
“Los sacramentos
constituyen un modo privilegiado en que la naturaleza es asumida por Dios y
trasformada en mediación de la vida sobrenatural. A través del culto, somos
convidados a abrazar el mundo en un plano diferente” (n. 235).
·
“La Sagrada Eucaristía (Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo) es caracterizada por la Encíclica como “un
pedazo de materia”:
·
“La creación encuentra
su mayor elevación en la Eucaristía. La
gracia, que tiende a manifestarse de modo sensible, alcanza una expresión
maravillosa cuando el mismo Dios, hecho hombre, llega hasta tal punto que Se
hace comer por su creación. En el apogeo del misterio de la Encarnación, el Señor quiere llegar a nuestro íntimo a
través de un pedazo de la materia” (n. 236).
La Eucaristía también es
enseñada como un “acto de amor cósmico”
que envuelve a todo el Universo.
·
“En la Eucaristía, ya
está realizada en la plenitud, siendo el centro vital del universo, centro
desbordante de amor y de la vida sin fin. Unido al Hijo encarnado, presente en
la Eucaristía, todo el cosmos da gracias a Dios. En efecto la Eucaristía es, por si misma, un acto de
amor cósmico” (n. 236).
En términos teilhardianos, el Universo, salido de Dios, volvería para Dios por la progresiva unificación de todos los seres
materiales, incluso hombre. Así es reconstituido
en su totalidad el todo primitivo.
En esa línea de pensamiento, Dios no
crea solamente el Universo, pero el Universo recrea a Dios.
La Encíclica dice, citando al patriarca cismático
Bartolomé de Constantinopla:
·
“Además
de eso nosotros, los cristianos, somos llamados a “aceptar el mundo como sacramento de comunión … Es nuestra humilde
convicción de que lo divino y lo humano se encuentran en el menor detalle de la
túnica inconsútil de la creación de Dios, incluso en el último grano de polvo
de nuestro planeta” (n. 9).
5. - “Espiritualidad ecológica”
A lo largo del documento, la “ecología”, el “medio ambiente”, la “naturaleza”
son enseñados como absolutos por los cuales se debe guiar toda la actividad
humana – moral, espiritual, económica, económica,
educacional, etc. Con base en esos principios, Francisco propone una “espiritualidad ecológica”:
·
“Deseo
proponer a los cristianos algunas líneas de espiritualidad ecológica que nacen
de las convicciones de nuestra fe, pues aquello que el Evangelio nos enseña
tiene consecuencias en nuestro modo de pensar, sentir y vivir (…): no es
posible empeñarse en cosas grandes solo con doctrinas, sin una mística que nos
anime, sin «una
moción interior que impulse, motive, estimule y de sentido a la acción
personal y comunitaria» [Evangelii Gaudium, 261] … Tenemos que reconocer que nosotros,
cristianos, ni siempre recogimos e hicimos fructificar las riquezas dadas por
Dios a la Iglesia, en las cuales la
espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo, ni de la naturaleza o de
las realidades de este mundo, pero vive con ellas y en ellas, en comunión con
todo lo que lo que nos rodea ” (n. 216).
El Papa pide
una “conversión ecológica” y presenta
el ecologismo como estando en la esencia de la vida virtuosa:
·
“(…) la
crisis ecológica es un llamamiento a una profunda conversión interior (…) una
conversión ecológica, que supone dejar emerger, en las relaciones con el mundo
que los rodea [los cristianos], todas las
consecuencias del encuentro con Jesús. Vivir
la vocación de guardianes de
la obra de Dios no es un opción personal ni un aspecto secundario de la
experiencia cristiana, pero es parte de la esencia de una existencia virtuosa” (n. 217).
Esa “conversión ecológica” implica la conciencia de “no
estar separado de las otras creaturas, pero de formar con los otros seres del
universo una estupenda comunión universal ” (n. 220). Esa “espiritualidad
ecológica” nos hace sobrios, humildes, sin el deseo de dominar (cfr. nn.
224-225) y nos ayuda a oir las “palabras
de amor” de la naturaleza (cfr. n. 225).
6. Una
nueva Mariología ecológica
Esa nueva “espiritualidad” modifica también la
devoción a María Santísima en una clave ecológica:
·
“María, la madre que cuidó de Jesús, ahora
cuida con cariño y preocupación materna de este mundo herido. Así como lloró
con el corazón traspasado la muerte de Jesús, así también ahora Se compadece
del sufrimiento de los pobres crucificados y de las creaturas de este mundo
exterminadas por el poder humano” (n. 241).
7. Llamamiento a un “maestro espiritual” de
la Gnosis islámica
El Papa
Francisco cita para apoyar su nueva “espiritualidad
ecológica” a un “maestro espiritual” de
la Gnosis islámica sufista:
·
“Un maestro
espiritual, Ali Al-Khawwas, (…) dijo: «(…) Los iniciados llegan a captar lo que dicen el
viento que sopla, los árboles que se inclinan, el agua que corre, las moscas
que zumban, las puertas que rechinan, el canto de los pájaros, el tañer de las
cuerdas, el soplido de la flauta, el suspiro de los enfermos, el gemido de los
aflictos …»”
[n. 233, nota 159].
8. La tierra tratada como ser vivo
En varios
lugares la Encíclica trata a la tierra, a la naturaleza y al ambiente como si
fueran seres racionales (4):
·
“Esta
hermana [la tierra] clama contra el
mal que le provocamos por causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes
que Dios puso en ella.” (n. 2).
·
“Por eso, entre los pobres más abandonados y
maltratados, se cuenta nuestra tierra
oprimida y desbastada, que «gime
y sufre los dolores del parto» (Rom. 8, 22)” (n.2).
Se debe
notar el uso de la categoría marxista de “pobre” como “oprimido”.
·
La Encíclica recomienda un enfoque ecológico para “oír
tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (n. 49).
·
“Estas
situaciones provocan los gemidos de la hermana tierra, que se unen a los
gemidos de los abandonados del mundo, con un lamento que reclama de nosotros
otro rumbo” (n. 53).
La Encíclica habla en una “relación
interior” del hombre consigo mismo, “con los otros, con Dios y con la tierra”
(n. 70). Y, más adelante, dice que el Levítico “buscó asegurar el equilibrio y la equidad en las relaciones del ser
humano con los otros y con la tierra en donde vivía y trabajaba” (n. 71).
Ahora bien, solo hay relaciones de equidad entre los seres racionales, entre
las personas. Así, conforme la Encíclica, el
hombre deja de ser el Rey de la creación corpórea (ver APENDICE
II).
9.
Conclusión
Por todo lo que acabamos de
analizar, la “visión filosófica y
teológica del ser humano y de la creación” enseñada por la Encíclica es incompatible con el dogma católico y con
la sana filosofía, por lo tanto no se puede aceptar. Lamentamos tener que
ser obligados a señalar, subrayando que es inaceptable, no sólo por los graves
errores que contiene, pero también por sus insinuaciones, ambigüedades, todos
ellos orientados para favorecer una cosmovisión panteísta.
Tal como se ve, no se reconoce en
la Encíclica Laudato si’ la voz fiel,
suave y firme del Buen Pastor que la Iglesia siempre nos enseñó. No se
reconoce, igualmente, los trazos sobrenaturales de las enseñanzas de San Pablo,
conforme las cuales no puede recibirse otro Evangelio, aunque sea anunciado por
“un angel que baje del cielo” (5).
Se pregunta: ¿un documento
oficial de la Iglesia, con la solemnidad de una Carta Encíclica, puede merecer
tales reservas, sin que con eso no estén golpeados los
principios de la indefectibilidad de la Iglesia y de la infalibilidad del
Magisterio? En mi trabajo sobre la Hipótesis
Teológica de un Papa Hereje (6) traté ese
asunto.
“Le resistí en la cara, porque merecía
reprensión”. Con esa frase el Apóstol San Pablo justifica
su resistencia a San Pedro respecto a la observancia de los ritos judaicos por
los cristianos.
¿Será legítimo, en casos
extremos, oponerse a las enseñanzas de los papas que no están garantizados por
lo infalible o resistir a las decisiones del Soberano Pontífice? Respondemos a
esa pregunta, trascribiendo a continuación algunos textos relacionados con la
resistencia pública a los actos del Papa.
·
Santo Tomás de Aquino enseña,
en diversas partes de sus obras, que en casos extremos es lícito resistir
públicamente a una decisión papal, como San Pablo resistió en la cara a San
Pedro: “(…) habiendo peligro próximo para la fe, los prelados deben ser
argüidos, incluso públicamente, por los súbditos. Así, San Pablo, que era
súbdito de San Pedro, lo arguyo públicamente, por causa de inminente escándalo
en materia de Fe. Como dice la Glosa de San Agustín, ― “el propio San Pedro dio
ejemplo a los que gobiernan, para que cuando estos se aparten alguna vez del
buen camino, no retrocedan creyendo indigna una corrección que proceda incluso
de sus súbditos” (7) .
·
Francisco Suarez, SJ
(1548–1617) “Si [el Papa] decreta una orden contraria a
las buenas costumbres no se debe obedecerle; si intentara hacer algo
manifiestamente opuesto a la justicia y al bien común, será lícito resistirle;
si atacara por la fuerza podrá ser rechazado, con la moderación propia a la
justa defensa (cum moderamine inculpatae
tutelae)” (8).
·
San Roberto Bellarmino, SJ
(1542-1621) –
“(…) así como es lícito resistir al Pontifice que agrede el cuerpo, así también
es lícito resistir al que agrede a las almas, o que perturba el orden civil, o
sobre todo, aquel que intentara destruir a la Iglesia. Digo que es lícito
resistirle no haciendo lo que ordena e impidiendo la ejecución de su voluntad;
no es lícito, sin embargo, juzgarlo, castigarlo o deponerlo, pues estos actos
son propios de un superior ” (9).
·
Cornélio a Lapide, SJ (1567–1637) Enseña
el ilustre exégeta que, conforme San Agustín, San Ambrosio, San Beda, San
Anselmo y muchos más Padres, la resistencia de San Pablo a San Pedro fue
pública, para que de ese modo, el escándalo público dado por San Pedro fuera remediado
con una amonestación también pública (10). Después
de analizar los diversos temas teológicos y exegéticos suscitados por la
actitud asumida por San Pablo, Cornelio a Lapide afirma que los superiores
pueden ser regañados, con humildad y caridad, por los inferiores, para que la
verdad sea defendida; es lo que declaran, con base en este trecho (11), Santo Agustín (12),
San Cipriano, San Gregrorio, Santo
Tomás. Ellos enseñan claramente que San Pedro, siendo superior, fue
regañado por San Pablo con razón, pues, dice San Gregorio (13):
Pedro se calló para que, siendo el primero en la jerarquía apostólica, fuera también el primero en humildad.
10. Post scriptum
Las presentes Notas ya estaban redactadas cuando hemos
tenido conocimiento de una entrevista concedida por correo electrónico por la
Profesora Deborah Terezinha de Paula a la Revista IHU on-line, del
Instituto Humanitas de la UNISINOS, publicada con el título Laudato si’: un texto de Teilhard de Chardin.
La entrevistada es diplomada en Pedagogía por la Universidad Federal de Juiz de
Fora, es Master en Ciencia de la Religión, recientemente defendió la tesis de doctorado
“Diafanía en el Corazón de la Materia: la
Mística de Teilhard de Chardin”. Es relevante el hecho de que la entrevista
fue concedida a un órgano de la Universidad UNISINOS, dirigida por los
sacerdotes jesuitas de Río Grande del Sur, que la acoge con calor, y que, en
2005, organizó un simposio de gran repercusión en los medios especializados,
con motivo del cincuentenario de la muerte de Teilhard, revelando la
comprometedora adopción, por los
círculos católicos de proyección, y en especial por la UNSINOS, de las tesis de
Teilhard de Chardin.
Teilhard presente en las
entrelineas de la Encíclica
La revista de la UNISINOS observa
que el pensador francés está muy presente en esa Encíclica, y se refiere a que
la entrevistada “revela que el
pensamiento del místico aparece no solamente en las citas directas”. “Es como si estuviera en las entrelineas”,
escribe la misma Profesora Deborah. Y continúa: “cuando el Papa destaca la presencia de Dios en los elementos de la
naturaleza, se tiene la impresión de estar oyendo al mismo Teilhard”; y más
aún: “el mismo título de la Encíclica, que nos convoca a una alabanza universal
mediante un cuidado con la casa común, me recuerda a Teilhard de Chardin”.
El Cristo Universal
Escribe la entrevistada: ”El Cristo Universal de Teilhard no es un
nuevo Cristo, pero es el mismo Cristo de la Fe evangélica”. Más aún: “Es el hombre que nació de una mujer, el
niño nacido en Belén, Dios que por la Encarnación asumió el mundo material para
elevarlo consigo. Es el joven que desafió el poder en defensa de los más
débiles, pagando con la propia vida el precio por su osadía. Es aquel que por la Resusrreción habita e
ilumina ahora todo el ser. Es el Cristo que, habiendo pasado por el mundo,
ahora habita el cosmos, convocándonos a todos a una conversión de amor”.
Continúa la Profesora Deborah: “Cuando habla en el deber humano de
colaborar con el Creador en la obra de la Creación (LS 14, 124ss), el Papa
seguramente retoma Teilhard, que varias veces hablo de ese deber, que él
entiende como un deber sagrado. Cuando nos damos cuenta de la relación que nos
une a todo cuanto existe, en fin, cuando
crece en nosotros aquello que el místico francés definiría como sentido
cósmico, llegamos pues, a la percepción de nuestra naturaleza molecular”.
Escribe la Profesora Deborah:
“Teilhard asume la evolución como telón de fondo de su explicación del mundo. En
Comment je crois, él sintetiza su credo de la siguiente manera: «Yo
creo que el Universo es una Evolución. Yo creo que la Evolución camina para el
Espíritu.Yo creo que el Espíritu se completa en lo Personal. Yo creo que lo
Personal supremo es el Cristo Universal» ”.
Dada la índole de eses textos, no
se puede dejar de preguntar si la evolución, partiendo de la creación y seguida
por la Encarnación, no pasaría por la etapa en que, como dice la Profesora
Deborah, Cristo “ahora habita el cosmos”, y por un proceso de maduración de
“conversión de amor”, llegaría,
como se lee en la Encíclica, a la “plenitud
trascendente” de Dios, “en donde el Cristo resucitado abraza e ilumina todo”,
el “Cristo Universal” de Teilhard de Chardin (n. 83). Como se ve, todo el
lenguaje de Teilhard de Chardin y de sus seguidores es un conjunto de metáforas
literarias y confusas que tienen en vista disfrazar sus doctrina de fondo panteísta.
Lo llaman de mística a eso, mientras que la verdadera mística católica es
clara, inteligible, se encaja en la lógica y en la racionalidad de la Escolástica.
¿Un panteísmo cristiano?
Escribe la
entrevistada: “Esa capacidad especial de ver a Dios en todas las cosas, ese
profundo recibimiento de la espiritualidad paulina del Dios todo en todos,
resultó con que la mística teilhardiana fuera equivocadamente asociada a las
místicas panteístas por las cuales el mismo Teilhard se dice seducido”.
La entrevistada: “En su proceso de evolución interior él se
sintió tentado por el panteísmo y, hombre de harmonía por excelencia, trabajo
mucho en el sentido de refutarlo y al mismo tiempo integrarlo en su visión del
mundo. En su autobiografía él habla del riesgo que el enfrentó no con el
panteísmo, pero con la pérdida de «[…]
una forma
inferior (la forma corriente y fácil) del Espíritu panteísta: el panteísmo de
efusión y de disolución […]. Para ser todo, fundirme con todo». Ese tipo de
panteísmo es rechazado por el místico que, captando a Dios en el Mundo, no
identifica Dios y mundo. Mientras que el panteísmo seduce por la idea de una
unión perfecta en donde las diferencias serían anuladas en la mística teilhardiana
las diferencias son valorizadas. El Creador, tal como lo piensa el jesuita,
abraza las creaturas, pero su abrazo no las absorbe en sí. La verdadera unión
no hace perder la personalidad. Es necesario unirse a otro sin dejar de ser lo
que se es. Y, verdaderamente, explica el religioso de Auvergne, esta es la
aspiración de toda mística: «[…] unirse (esto es, volverse el Otro),
permaneciendo sí mismo», aspiración que, conforme Teilhard, solo el
cristianismo salva a través de la persona de Cristo, lo humano-divino que sin
dejar de ser Dios es hombre y sin dejar de ser hombre es Dios”.
Teilhard habría conseguido voz y
vez en Roma
A propósito del Monitum publicado por la Santa Sede en
1962 contra las obras de Teilhard, escribe la entrevistada que los escritos de
él “pasaran y hoy consiguen voz y vez en el propio ambiente que intentó silenciarlo,
señal de nuevos tiempos, de una Iglesia capaz de dejarse vivificar por el
Espíritu que sopla en donde quiere. Antes de la Laudato si’, dos pontífices
habían retomado Teilhard: Juan Pablo II y Benedicto XVI; pero ninguno de ellos
en una encíclica, y de forma tan contundente. Si hubo una única referencia
directa al Padre Teilhard, yo diría que la Carta [Encíclica] está toda impregnada de su pensamiento”.
Apéndice I
Teilhard, ¿qué dices de ti mismo?
El panteísmo explícito
de Teilhard de Chardin
Recordemos brevemente
el pensamiento de Teilhard de Chardin en lo que tiene de más esencial,
destacando lo que está, de una u otra manera, subyacente en el texto de la
Encíclica Laudato si’.
1.
Teilhard: “Soy esencialmente panteísta de
pensamiento y de temperamento”
El mismo Teilhard
afirma su panteísmo en varios escritos. Entre
estos, en la carta de 14.01.1954:
·
“No admito la posición ‘anti panteísta’ que me atribuís.
Yo soy, por el contrario, esencialmente
panteísta de pensamiento y de temperamento: y yo pasé toda mi vida gritando que hay un verdadero ‘panteísmo de
unión’ (deus omnia in omnibus) (un pan cristiano, decía Blondel) frente del
pseudo-panteísmo de disolución (oriental)” Deus omnia. Y en este capítulo, no
encuentro en mí ninguna simpatía por el Creacionismo bíblico (excepto en la
medida que este fundamente la posibilidad de Unión). De lo contrario, a mi me parece que la idea de la creación
bíblica, es más bien infantil y antropomórfica” (a).
Como ya dijeron los
griegos y como repite San Paulo, todo está en todo. La expresión es peligrosa,
porque, mal entendida, conduce al panteísmo. Su verdadero sentido es que Dios
es la causa eficiente de todas las creaturas (porque las creo y las sustenta en
el ser), y también es causa ejemplar y causa final de las mismas. Los seres
creados son verdaderos seres, como tienen esencias verdaderas, propiedades
verdaderas, etc. Pero el ser , la esencia, las propiedades, etc., del ser
creado son muy diferentes de las de
Dios, que esas palabras se aplican análogamente a Dios y a las creaturas. Es
esa analogía que marca el rechazo de cualquier panteísmo en la doctrina
católica, a la vez que explica el verdadero sentido del principio omnia in ómnibus.
En otra carta, del 2,1,
1951, Teilhard propone
·
“Una forma superior y sintética de ‘misticismo”, en el que la fuerza y la seducción del panteísmo
oriental convergen en una culminación” (b).
El explica su
objetivo:
·
“Lo que yo propongo hacer es reducir la
distancia entre el panteísmo y el cristianismo, enseñando aquello que se podría
llamar de alma cristiana del panteísmo o
el aspecto panteísta del cristianismo ” (c).
Parafraseando a
Tertuliano, que dijo que el alma humana es naturalmente cristiana, Teilhard de Chardin
afirma que ella es naturalmente panteísta.
·
“La tendencia al panteísmo es tan universal y tan
persistente que debe haber algo en ella, un alma (un alma naturalmente
cristiana), una verdad que reclama el bautismo” (d).
El pretende crear una
nueva “espiritualidad” cristiana-panteísta.
·
“Con relación a mi “Evangelio”… mis
posibilidades y tendencias … [son] de
ayudar a crear una atmosfera espiritual … eso, es evidente, es una actitud
esencialmente cristiana, pero enriquecida por la confluencia de la mejor y más
sutil esencia de aquello que está escondida por detrás de varios panteísmos”
(e).
El en una carta a su
amiga Lucille reafirma de nuevo su panteísmo:
·
“Yo
soy antes de nada y esencialmente un panteísta nato” (f).
2.
Cristo: “el último centro para el cual camina toda la
evolución”
J.L. Illanes Maestre,
profesor de Teología Dogmática en la Universidad de Navarra, España, en un
artículo sobre Teilhard de Chardin, después de describir el evolucionismo del
Jesuita y hablar del “punto omega”, sintetiza:
·
“Postulada así la existencia de Dios como principio cósmico de
convergencia, Teilhard termina de expresar su sistema sobreponiendo al punto
Omega de la evolución el Cristo de la Fe. Cristo es, pues, enseñado por Teihard
como Dios que se sumerge en las cosas y
se introduce en el psiquismo total de la tierra y, de esta forma, se convierte
en el último centro de la reunión universal para el cual camina toda la
evolución” (g).
Se trataría de un pan psiquismo en que el espíritu está inmerso
en la materia, de la que se va libertando poco a poco por el proceso evolutivo
impulsionado por Cristo.
(e) idem, ibidem.
(g) J.L. Illanes Maestre, Teilhard de Chardin, Pierre, in Gran
Enciclopedia Rialp, Ed. Rialp, Madrid, 1975, vol.22,p. 138.
Apéndice II
El hombre deja de ser el Rey de la creación corpórea
La Encíclica Laudato
si’ afirma o insinúa, en varios trechos, sin las necesarias distinciones, que
los seres no racionales dan gloria a Dios por sí mismos, por el hecho de
existir, y que el hombre debe tener esto en cuenta, y tratarlos con el debido
respeto.
1.- La doctrina tradicional
No hay duda de que
todos los seres irracionales dan una gloria a Dios que los teólogos llaman objetiva. Pero por medio del hombre
ellos participan de la gloria formal que el hombre da. Son como un instrumento
magnífico por medio del que el hombre toca una harmoniosa sinfonía de gloria a
Dios. Conforme la interpretación tradicional del libro del Génesis y el
principio enunciado por Santo Tomas de Aquino de que lo menos perfecto existe
para lo más perfecto (II-II, q. 64,
a.1), el hombre siempre fue visto como Rey de la Creación corpórea. Así se
expresa H. Pinard en la entrada Création, en el Dictionnaire de Théologie Catholique:
·
“… de
hecho todos los Padres [de la Iglesia]
y los teólogos consideran al hombre como la coronación providencial del mundo sensible:
todo está ordenado para él ya que sin él las cosas no alcanzarían su finalidad;
la naturaleza no tendría la voz para alabar a Dios … El hombre fue el último
creado, dicen los Padres, porque convenía exactamente, antes de introducir al
rey del universo, que todo estuviera preparado” (III, col. 2172).
El P. José F. Sagües
S.J., en su tratado De Deo Creante et
Elevante, dice con precisión:
·
“Nuestra afirmación (…) de que el mundo existe por
causa del hombre, y sin duda para que lo sirva para garantizar a la
glorificación de Dios, es de fe divina y católica; y si se toma en cuenta cada
una de las cosas que existen en el
mundo, es verdad cierta en teología.”(Sacrae Theologiae
Summa, v. II Tractatus II, n. 204).
2.- La nueva doctrina
La Encíclica va a
mudar este enfoque tradicional. A continuación en el segundo parráfo la idea
del dominio del hombre sobre la tierra es contestada:
·
“Crecemos pensando que éramos sus propietarios y
dominadores, autorizados a saquearlos” (n. 2).
Téngase en cuenta el
subterfugio: unir la noción del Génesis, de que el hombre debe dominar la
tierra, con la de “saqueadores”. Ese
mismo recurso será usado más adelante para deshacer la claridad del mandato de
libro sagrado:
·
“y los bendijo Dios, diciéndoles: ‘Procread y
multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar,
sobre las aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se
mueve sobre la tierra” (Gén
1,28)..
Dice
la Encíclica:
·
“Si es verdad que nosotros, los cristianos, algunas veces interpretamos de manera incorrecta las Escrituras,
hoy debemos decididamente rechazar que, del hecho de ser creados a imagen de
Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre
las otras creaturas” (n. 67).
La Iglesia nunca enseño que el dominio
del hombre sobre la naturaleza y los animales fuera absoluto, en el sentido de
que él pudiera hacer lo que quisiera, sin tener en cuenta el último fin de
todas las cosas. Pero, al decir que antes se interpretaba “algunas veces” incorrectamente las Escrituras, se sugiere que la
doctrina clásica del dominio del hombre sobre la naturaleza derivaba de malas
interpretaciones en el pasado. Esa idea es reforzada más adelante:
·
“Hoy, la Iglesia no dice, de
manera simplificada, que las otras creaturas están totalmente subordinadas al
bien del ser humano, como si no tuvieran un valor en sí mismas y fuera
posible disponer de ellas como queramos… “ (n.
69).
Conforme el mismo texto, existe una “reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza.” (n. 67). ¿Cómo puede haber
reciprocidad y responsabilidad entre el “ser
humano” (racional) y la “naturaleza”
(irracional)?
Más adelante, la Encíclica también une
artificialmente el “dominio” con la “arbitrariedad”:
·
“Pero también estaría equivocado pensar que los otros seres vivos deben
ser considerados como meros objetos sometidos al dominio arbitrario del ser
humano” (n. 82).
En ningún lugar de la Encíclica se
menciona al hombre como rey de la creación, pero insiste en deponerlo de esa
condición. Así, en el n. 68 (in fine) afirma que “la Biblia no da lugar a un antropocentrismo despótico, que se
desinteresa de las otras creaturas.”
Resumiendo, la Encíclica enseña al hombre
no como el dominador de la naturaleza, del mundo sensible, el cual usa para dar
gloria a Dios, pero invierte prácticamente ese orden y pone al hombre no como
dominador, pero como servidor de la naturaleza sensible a la que debe obedecer
y someterse.
[1] Panteísmo: como el
mismo nombre lo dice, es la doctrina conforme al cual todo es Dios. Varían las
formulaciones doctrinales de las diversas corrientes panteístas.
[2] Seguimos el texto
y la enumeración de los párrafos de la traducción en portugués (de Portugal) copiada de la página
web de la Santa Sede (Carta Encíclica
Laudato si’, del Santo Padre Francisco, sobre el cuidado de la casa común,
24 de mayo - Fiesta de Pentecostés de
2015). Subsidiariamente, acudimos a los textos publicados en Brasil por las
Editoras Paulinas y Loyola, São Paulo, 2015. Las citas de los textos de la Encíclica se harán exclusivamente con la
indicación de los números de los párrafos; por ejemplo: (n. 239).
[4] Es verdad que muchos
místicos auténticos, e incluso las Sagradas Escrituras, usan muchas veces de un
lenguaje antropomórfico, al referirse a las creaturas inanimadas o
irracionales. Pero el contexto ecológico-panteísta de la Encíclica hace con que
ese recurso metafórico se vuelva sospechoso.
[5] San Pablo, Gálatas, 1,8.
[6] In Considerações sobre el ‘Ordo Missae’ de
Paulo VI, edición multicopiada, 1970, São Paulo; publicado en francés con
el título La Nouvelle Messe de Paul VI:
Qu’en Penser? (Diffusion de la Pensée Française, Chiré-en-Montreuil, 86190 Vouillé,
França, 1.975).
[7] Ad Gal., 2,14.
[8] De Fide, disp. I, sect. VI, n. 16.
[9] De Rom. Pont., lib. II, c. 29.
[10] Ad Gal., 2, 11.
[11] Gal., 2, 11.
[12] Epist. 19.
[13] Homil. 18 in Ezech.
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TRADUCTOR. José María Rivoir