9 de febrero de 2019

NACHO ALDAY - HOLODOMOR

viernes, 8 de febrero de 2019


NACHO ALDAY - HOLODOMOR – 09/02/2019

Hasta la segunda mitad de los años 80 del siglo pasado eran muy pocos los que habían escuchado una extraña palabra de origen ucraniano detrás de la cual se ocultaba una de las mayores masacres del comunismo soviético.

Como había ocurrido en los años 60 con la aparición de “El gran terror”, el primer estudio sobre las purgas estalinistas de los años 30, fue el historiador británico Robert Conquest quien, con la publicación de “La cosecha del dolor” en 1986, desveló lo que Stalin se había esforzado en ocultar mediante la destrucción de pruebas documentales: el genocidio ucraniano que acabó con la vida de casi 4 millones de personas con un método tan especialmente cruel como el hambre. Porque eso es lo que literalmente significa el término holodomor, exterminio físico a través del hambre.

La obra de Conquest, escrita antes de la caída del muro de Berlín, significó un primer acercamiento a un hecho histórico que define como pocos la naturaleza criminal y asesina del régimen totalitario surgido del golpe bolchevique de 1917. Esa es una de las conclusiones que se desprenden de la lectura de “Hambruna roja”, publicado en España por la editorial Debate, obra en la que la historiadora estadounidense Anne Applebaum detalla cómo se planificó y se llevó a cabo un programa conscientemente diseñado por el Estado soviético con la doble finalidad política de eliminar físicamente a los campesinos que se resistían a la colectivización forzosa de las tierras agrícolas, sobre todo a los kulaks, pequeños propietarios de tierras y ganado, así como de reprimir cualquier síntoma de nacionalismo ucraniano. Stalin conocía la hambruna que sufría el país a comienzos de los años 30. Sin embargo, tomó la intencionada determinación en 1932 de endurecer las condiciones en Ucrania, incluyendo decenas de granjas colectivas y aldeas en las listas negras, bloqueando las fronteras del país para que la gente no pudiera irse y creando unas brigadas de incautación que iban de casa en casa quedándose con la comida de los campesinos. No se trata, por tanto, de una hambruna provocada por la meteorología o por la sequía. Ni siquiera por el caos. Y eso es lo que causó la mortalidad que se produjo en la primavera del 33, un patrón completamente diferente a lo que ocurrió en otros lugares de la Unión Soviética como Rusia o Kazajstán, donde también afectó la hambruna. De hecho, de los cinco millones de muertos en todo el país, casi 4 millones eran ucranianos.

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