29 de marzo de 2019

AZTECAS

viernes, 29 de marzo de 2019


AZTECAS – 29/03/2019

Medio millar de españoles lograron abrirse paso por un territorio ocupado por millones de personas porque muchos pueblos estaban hartos del sangriento régimen azteca. Cortés hizo una serie de alianzas con estos pueblos descontentos y encabezó la rebelión para derrocar a ese totalitarismo salvaje.

La “cultura” azteca era, según las evidencias históricas, una dictadura despiadada que se valía de tribus sometidas para realizar sacrificios humanos durante la temporada de festejos. Se calcula que miles de personas morían cada año para alimentar estas ceremonias. Después de dichos rituales eran desmembrados, cocinados e ingeridos por el pueblo.

Los expedicionarios que atravesaron el Atlántico dejaron constancia de las prácticas caníbales con las que se toparon desde el mismo momento en el que desembarcaron en Tabasco allá por 1519. Desde Bernal Díaz del Castillo, hasta el franciscano Bernardino de Sahagún lo contaron con detalles. Todos ellos describieron el trayecto que hacía el cuerpo de las víctimas cuando eran capturadas, sacrificadas y devoradas.

El ritual del holocausto siempre era el mismo. En primer lugar, lo subían a lo alto de una pirámide donde cuatro sacerdotes le sujetaban los brazos y las piernas. Después un quinto verdugo abría el pecho del desdichado con un cuchillo de pedernal y le arrancaba el corazón, que era ofrecido a los dioses y comido. Una vez sacrificados al demonio, porque la Santa Iglesia siempre ha enseñado que detrás de los falsos dioses está el demonio, los echaban rodando escalones abajo y al llegar al suelo les cortaban la cabeza para espetarla en un palo y el cuerpo lo llevaban a las casas donde era troceado para comerse los brazos, piernas, manos y pies. Las espaldas solían echárselas a los perros.

En todas las aldeas que tomaban los conquistadores había pequeños templetes con forma de pirámide repletos de cráneos de los que allí habían sido asesinados.

No solo era habitual el canibalismo, sino que encerraban en jaulas de madera a los que iban a ser sacrificados y les cebaban hasta que estuviesen gordos antes de matarlos para comérselos.

La antropóloga australiana Inga Clendinnen asegura en sus trabajos que lamentar la desaparición del Imperio azteca es como sentir pesar por la derrota nazi en la Segunda Guerra Mundial.

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