28 de noviembre de 2012
Un belga descubre 19 años después que su esposa había sido un hombre
Día 27/11/2012 - 09.25h
Un hombre belga de 64 años, identificado únicamente como Jan, se casó con Mónica en 1993, una chica indonesia que trabajaba en su casa como interna durante su primer matrimonio, pese a las dificultades planteadas por las autoridades de inmigración belgas.
Sin embargo, no ha sido hasta ahora, 19 años después, cuando el hombre ha descubierto que su esposa había sido un hombre hacía años, antes de someterse a una operación de cambio de sexo.
«Siento que he sido asaltado», aseguró el hombre al diario belga Nieuwsblad.
«Yo la traje a Bélgica. Y eso no fue fácil. Los tribunales belgas tenían serias dudas sobre la autenticidad de su nacimiento y sus documentos de identidad. Siempre creí que ella era una mujer atractiva, toda una mujer y no tenía rasgos masculinos».
Jan aseguró que él y su esposa habían decidido no tener hijosporque él ya tenía dos de su matrimonio anterior y confesó que ella le engañaba simulando que tenía la menstruación poniéndose compresas «para ocultar la verdad». «Incluso durante el sexo, nunca me di cuenta de nada», cuenta Jan.
Durante muchos años la pareja vivió una vida familiar normal y Mónica, de 48 años, era como una «hermana mayor» para sus hijos hasta que su matrimonio empezó a tener problemas después de que ella consigiuera un nuevo trabajo a tiempo completo. «Mónica empezó a cambiar radicalmente», señala.
«Mi hijo la veía a veces en un club nocturno con ropa muy llamativa,faldas muy cortas y blusas pequeñas», cuenta Jan, quien añade que descubrió todo el engaño después de encontrar «mensajes amorosos» de otros hombres en su ordenador.
Fue en ese momento cuando este belga empezó a investigar y un amigo le contó que «había escuchado rumores de que Mónica era en realidad un hombre operado. Yo no me lo podía creer. Mi hijo también había oído rumores», señala.
«Cuando llegó a casa, la empujé contra la pared. Esa noche llegamos a las manos. Mónica me confesó que había nacido niño pero que ahora era una mujer», cuenta Jan, quien se encuentra en tratamiento psiquiátrico por el «shock sufrido» y que ha emprendido acciones legales para anular su matrimonio.
«Esa persona ha engañado deliberadamente a mi cliente durante años, incluso estafado. Los niños, que desde hace tiempo viven con ella, están devastados», dijo Verjauw Liliane, abogado del belga
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¿Por qué cambiar algo que funciona?
LA CUARTA PÁGINA
¿Por qué cambiar algo que funciona?
El Estado autonómico es el mejor modelo para España y ya tiene más descentralización que la mayoría de Estados federales. Pero seguramente es preciso emprender reformas de calado constitucional y no solo legal
Para cada problema complejo hay una solución sencilla y equivocada; yo propondré la mía. La tesis que sostengo es minoritaria y provocadora: el Estado autonómico es el mejor modelo posible para España. Si no se ha enfadado y ha decidido seguir leyendo, explicaré por qué. En este momento, se está produciendo un choque frontal de trenes entre la tesis que invita, para ahorrar costes, corrupciones y abusos, a abolir o fragilizar el Estado autonómico para regresar a un hipotético modelo unitario, y la idea radicalmente contraria, que reclama huidas hacia adelante del modelo, hasta la eventual independencia de Cataluña (o del País Vasco, o de otros). La derrota electoral de CiU ha pospuesto, pero no resuelto el problema. Este debate político trae causa de una devastadora crisis económica: algunos defienden más Estado central para ahorrar o gastar mejor (convirtiendo a las autonomías en culpables de la crisis); otros la ruptura del Estado porque consideran que son víctimas de un expolio fiscal: el conejo de la independencia ha salido de la chistera de la petición de concierto fiscal, es decir, de la aspiración catalana al privilegiado régimen fiscal vasco y navarro. Frente a estas dos tesis, se intenta abrir paso una tercera vía conciliadora: la federal. El desconcierto y la desorientación son mayúsculos.
La mayor dificultad proviene del hecho de que todas las tesis en litigio contienen algo de verdad, pero no toda la verdad: para gastar mejor, hace falta re-centralizar ciertas competencias (más Estado central); hace falta adaptar de verdad la organización estatal al modelo autonómico (menos Estado central y, sobre todo, mejor colocación de las entidades locales en el puzzle estatal y autonómico); hace falta reconocer mejor las diferencias de algunos territorios (más asimetría); hace falta asegurar los mecanismos de colaboración entre territorios y la solidaridad en tiempos de crisis (más simetría); hace falta gastar mejor el dinero público, redimensionando todas las instituciones públicas. La cuestión es: ¿cómo alcanzar un equilibrio razonable entre tantos objetivos contrapuestos?
En primer lugar, ¿es el federalismo la solución? Yo no lo creo. Hay que comenzar advirtiendo una confusión conceptual: cuando en España se habla de “Estado federal” casi todo el mundo cree que estamos hablando de más autonomía y menos Estado central, casi como una suerte de último grado de descentralización antes de la independencia. Pero esto no es verdad. España ya tiene más descentralización que la mayoría de Estados federales. Por otro lado, el corazón del federalismo es la unidad entre territorios diferentes (no la separación) y la igualdad (al menos formal) entre ellos. Y aquí lo que se discute en Cataluña es más autogobierno y más diferencia con el resto del país, justo lo contrario de lo que supone el federalismo. El carácter nugatorio del extraño “concepto español de federalismo” se muestra en que da igual cómo nos llamemos (estado federal o autonómico) porque la cuestión crítica pendiente en ambos casos es cómo nos repartamos el dinero entre los territorios. That’s the point.
Da igual cómo nos llamemos: la cuestión crítica pendiente es cómo nos repartamos el dinero entre los territorios
El tránsito de un Estado autonómico a un Estado federal sería técnicamente complejo; habría que repensar todo el marco competencial, que tan trabajosamente hemos ido cincelando. Además, crear un nivel estatal de administración de justicia propio para cada nuevo Estado, coexistente con el federal, no parece una buena idea.
En un hipotético Estado federal español, Cataluña y País Vasco serían Estados, con una Constitución propia (y no ya un Estatuto de Autonomía). Esto tendría un enorme potencial simbólico y acaso podría servir para embridar la apetencia de singularización. Pero el dibujo autonómico del país no está preparado para un modelo federal; probablemente habría que reducir comunidades, agrupando territorios (lo cual se me antoja imposible). Y, sobre todo, si las actuales comunidades pasaran a ser Estados federados, solo un ingenuo podría pensar que las reivindicaciones nacionalistas catalanas, vascas, gallegas, etcétera, cesarían. La asimetría es un problema sin solución. En cierto sentido, el nacionalismo político es la expresión contable del sentimiento de diferencia. La palabra “federal” procede de la latinafoedus, que significa “alianza” o “pacto” entre varias personas pero de un modo distinto a un “contrato”: una relación “federal” es la creada por un grupo de personas que se ponen de acuerdo para formar un nuevo cuerpo, fundado en la buena fe de sus integrantes y sin perder sus respectivas identidades, la “libertad federal” (Lincoln comparaba el Estado federal a un matrimonio —tenía, ciertamente, una visión optimista del matrimonio—), mientras que un contrato se caracteriza por el cumplimiento estricto por las partes de sus respectivas obligaciones. Podríamos crear un Estado federal, pero es evidente que en España ni tenemos ni cabe esperar cualquier atisbo de “espíritu o lealtad federal”.
El modelo ha servido para mejorar los servicios públicos y para redistribuir la renta entre regiones ricas y pobres
Yo reivindico el modelo autonómico, que, con excesos y errores, ha sido, en lo sustancial, exitoso en el pasado: ha servido para mejorar los servicios públicos y para redistribuir la renta entre regiones ricas y pobres. Ahora bien, hay que distinguir el Estado autonómico como procedimiento y como resultado. Yo suscribo el modelo autonómico como procedimiento, no en su resultado actual. Me explicaré. El Estado autonómico como procedimiento es un método, abierto en el tiempo, para adoptar acuerdos entre actores políticos y territorios. Se trata de un modelo original (es una aportación genuinamente española), tremendamente elástico porque lo permite casi todo: tanto la devolución de competencias al Estado central como profundizar en el autogobierno autonómico; avanzar en la homogeneización territorial y también favorecer la asimetría de algunos territorios. Es un modelo que, frente a la rigidez del Estado federal una vez establecido, permite alcanzar con flexibilidad los acuerdos razonables entre principios contradictorios de los que antes hablaba. El Estado autonómico como procedimiento no coagula en ningún momento la política territorial, sino que permite encauzarla.
Evidentemente, ese procedimiento de adopción de acuerdos permite concluir diversos resultados. Hemos tenido Estado autonómico más de 30 años pero con diferentes rostros. El actual está en cuestión y debe revisarse en profundidad. Primero, porque la organización territorial estatal y local no está bien ajustada al modelo autonómico. Tras los sucesivos cambios, hemos ido amontonando instituciones sin ordenar el proceso (por ejemplo, la superposición entre la Administración autonómica periférica y las diputaciones provinciales o la sobredimensionada estructura del Gobierno central). Segunda, porque la tramitación del Estatut por parte de las instituciones centrales ha atendido torpemente la singularidad catalana en sus aspectos simbólicos. Tercero, porque la crisis económica ha mostrado la necesidad de racionalizar las instituciones centrales y las autonómicas, empezando por los Parlamentos, con una actividad legislativa cada vez menor, y siguiendo por las demás. Cuarto, porque urge encontrar mejores soluciones a la colaboración entre autonomías; en ese contexto se enmarca la siempre pendiente reforma del Senado.
Los responsables políticos están paralizados, Sin embargo, defender las instituciones es defender la democracia
Pero la clave de la crisis institucional no está en el modelo, que es aceptable (más aún: seguramente, el único que podríamos tener en España), sino en la incapacidad de los actores políticos de alcanzar resultados razonables en el momento actual. Alguien podrá objetarme: bueno, dado que hay que hacer una profunda reforma de la actual situación, ¿qué diferencia aporta de verdad este planteamiento? Primero, creo que es importante valorar el modelo que tenemos porque su crítica se funda en percepciones erróneas que solo sirven para deslegitimar las instituciones en un momento de profundo desprestigio de la Constitución y de vómito ciudadano de la política “oficial”. Los responsables políticos están desorientados y paralizados. Sin embargo, defender las instituciones es defender la democracia. Segundo, hay que reconocer que la criticada apertura de nuestro modelo territorial es, precisamente, su mayor fortaleza. Somos como somos. El Estado autonómico irá siendo como lo decidan los actores políticos del momento. Y la asimetría es, junto con su contrario, el dinamismo homogeneizador, un factor estructural del modelo, que nadie se engañe. De todos modos, las tensiones territoriales se dan en todo el mundo, no solo aquí. Tercero, ciertamente, es preciso emprender una profunda reforma de todas las instituciones, de calado constitucional y no solo legal. Y esta reforma requiere el mayor consenso posible. Vivimos un momento constituyente, lo asuman o no nuestros representantes políticos. Pero de entre todas las cosas pendientes de cambio, quizá sea el modelo autonómico como procedimiento lo único que no haya que cambiar.
Fernando Rey Martínez es catedrático de Derecho Constitucional. Universidad de Valladolid.
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Palestina en la ONU
EDITORIAL
Palestina en la ONU
El nuevo estatus en el organismo internacional debe servir de acicate para el proceso de paz
Sesenta y cinco años después de que los palestinos rechazaran la partición que decretó la Asamblea General de Naciones Unidas, vuelven ante ella para pedir que la Autoridad Nacional pase de entidad observadora en su seno a “Estado no miembro observador”, como el Vaticano. En un mundo que ha cambiado profundamente y en el que han surgido nuevas potencias, parecen tener asegurada una mayoría de los 193 miembros. Nadie puede ejercer en este ámbito un derecho de veto, a diferencia del Consejo de Seguridad, que frenó la petición palestina de ser admitido como miembro de pleno derecho en la ONU.
Para una entidad como la palestina, que aunque ha progresado en sus instituciones carece de los atributos esenciales de un Estado, empezando por la soberanía, la votación de mañana tiene un carácter esencialmente simbólico. Pero, pese a la vehemente oposición del Gobierno de Netanyahu y de EE UU, es quizás una penúltima oportunidad para relanzar un proceso de paz destinado a lograr que dos Estados, Israel y Palestina, convivan en paz y seguridad. Los últimos años han demostrado que israelíes y palestinos no podrán avanzar sin un acicate de la comunidad internacional, que Obama podría comenzar en su segundo mandato. Europa, sin embargo, está dividida por sus lastres históricos. El Gobierno de Rajoy parece finalmente decantarse por un voto a favor. Es lo que piden las circunstancias y los valores e intereses de España en una materia que ha de ser de objeto de consenso.
Israel teme que se abra la puerta a los palestinos para denunciarle ante la justicia internacional por violación de derechos en la ocupación y algunas de sus operaciones militares, además de asentar las fronteras de 1967 que rechaza. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, que necesita esta votación para sobrevivir en Ramala, debería ser prudente. De hecho, ha declarado estar abierto a negociaciones sin condiciones previas una vez se haya producido el proceso. Por lo que no es admisible que el ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Avigdor Liebermann, haya amenazado con derrocarle en caso de voto positivo, mientras EE UU alerta sobre una suspensión de ayudas a los palestinos ante lo que es un paso pacífico.
Israel cometió el error de no ver que Arafat —cuyo cadáver fue ayer exhumado para comprobar las causas de su muerte— había servido de dique de contención contra la islamización del caso palestino que representa ahora Hamás. El espejismo de un statu quo que se está rompiendo por la fuerza de la demografía palestina no va a garantizar la seguridad de Israel, como se ha visto en la última crisis con Hamás en Gaza. Sería deseable que este 29 de noviembre cerrara el paréntesis sembrado de violencia y muerte abierto en 1947, para permitir retomar la historia donde se interrumpió por una grave equivocación de los palestinos y del mundo árabe de entonces y una actitud intransigente de Israel. Pero servirá solo si todas las partes empujan para que sea algo más que un símbolo.
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Los dulces judíos de Herminia
EL PAIS - Por: Mikel López Iturriaga | 28 de noviembre de 2012
Herminia y su estrella. / AINHOA GOMÀ
En una callejuela de Ribadavia, uno de los pueblos más bonitos y mejor conservados de Ourense, se esconde una panadería única. No es sólo que en ella el tiempo se haya detenido en algún momento indeterminado anterior al siglo XX. Tampoco que lo presida un enorme horno de leña decorado con aperos viejunos de utilidad desconocida. Es que en vez de los rutinarios bollos, curasanes y baguetes congeladas, aquí se cuece una pequeña maravilla: la memoria recuperada de los dulces que comían los sefardíes, descendientes de los judíos expulsados de la península ibérica.
Mamules de frutos secos y agua de azahar, ghorayebah de harina de avellana, kamisch-broit de nueces, kijelej de mon con semillas de amapolas o kupferlin de almendra son algunas de las especialidades artesanas que vende Herminia Rodríguez, dueña del establecimiento. Esta gallega de 73 años, mirada inteligente y sentido del humor vivaz es famosa entre los judíos viajeros y golosos de todo el mundo, y a su tafona llegan rabinos, embajadores israelíes y hasta premios Nobel. Una pared llena de fotos enviadas desde distintas partes del globo da fe de cómo el lugar se ha convertido en un punto de máxima atracción en el circuito de juderías españolas, al que Ribadavia pertenece.
Herminia empezó a elaborar sus pastas y galletas hebreas en 1990, cuando el Centro de Estudios Medievales de la localidad le pidió que pusiera una mesa en la puerta con repostería. "Unos músicos judíos de Canadá venían a dar un concierto de música sefardí, y querían que hubiera un poco de ambiente", recuerda Herminia. "Puse los cakes con la estrella de David, los melindres y los mamules, que se llaman así porque parecen colmillos de mamut. No sabía los nombres, yo les llamaba 'dulce judío'. Cuando vieron la estrella se emocionaron tanto que me quisieron conocer. Un matrimonio que vive en Vigo me mandó las fotocopias del recetario más antiguo que hay. Después fue como una cadena, y me empezaron a mandar libros de París y de Norteamérica. Uno que está escrito en sefardí que me lo enviaron de la embajada de Israel. También me mandaron la januquiá que tengo ahí arriba", dice señalando la parte de arriba de la vitrina que aloja las bandejas de dulces.
En el mueble, el candelabro de nueve brazos y otros símbolos hebreos conviven con imágenes de la Virgen y figuritas de un belén, en un ambiente de tolerancia que ni el Toledo de Alfonso X el Sabio. "Los puse juntos para que no tengan celos. ¿No son todos del mismo sitio? Son vecinos. Yo no me meto en política, cada cual que tenga su religión y nada más". Yo añadiría que los bocadiños de almendras o de dátiles, los mostachudos de nueces y clavo y el resto del repertorio de delicias que aloja el mueble sería capaz de unir a creyentes integristas y ateos furibundos. Es una repostería aromática, robusta y contundente, con un sabor verdadero que te traslada a tiempos perdidos.
Masiñas de amapolas y 'mamules'. / AINHOA GOMÀ
Herminia elabora sus productos siguiendo las normas de la comida kosher. Se niega a hacerlos en otro sitio que no sea su horno de leña, y también a venderlos fuera de su tahona. Para probarlos, hay que pasar por aquí. Eso sí, sus precios son muy populares tratándose de un producto 100% artesano. "Lo que se hace a gusto es bueno: si estuviera pensando en ganar dinero, no lo haría. Desde que salieron los euros está todo al mismo precio. No subí nada. El surtido pasó de 1.000 pesetas a 6 euros. No pago ni bajo ni horno, porque son míos. Me dan la leña. Y si estuviera el alcalde me diría: no pagues impuestos".
Esta mujer que, en sus propias palabras, "no tiene cultura", hace gala de una notable agudeza mental. Cuando le confieso mi sorpresa por lo bien que pronuncia los nombres de pastas e ingredientes en idiomas como el yidish, inglés o francés, me suelta: "Eso es que tú no los hablas". Toma plancha. Las risas entre los que estamos en la tahona se repiten cuando Herminia rememora una visita de un antiguo presidente de la Xunta con la correspondiente corte de periodistas. "Les dije: 'Cuidado porque las semillas de amapola de las masiñas y los kijelej son afrodisíacas. Aunque a mí, la verdad, no me funcionan".
Es posible que el negocio de Herminia se vaya con ella a la tumba. Sus fanses en el departamento de Turismo del ayuntamiento de Ourense están intentando convencerle de que coja un aprendiz, pero ella se niega. "Cuando trabajo no quiero a nadie a mi lado", afirma. "Sólo pongo la radio gallega, porque me entero de todo y no me pregunta nada. Yo no sé decirle a otra persona llévame esto, o méteme esto en el horno. Tengo que ir yo".
Herminia con su horno y el muro de Facebook versión tahona. / AINHOA GOMÀ
Ella ha dispuesto que todas sus recetas, libros y papeles se cedan al Museo de Ribadavia.Ninguno de sus tres hijos parece estar interesado en continuar con los dulces, y la mayor, que apareció en la tahona en mitad de nuestra visita, explicó sus motivos en un impagable diálogo que paso a reproducir.
Herminia: Ellos no quieren llevar la vida que llevo yo. Esa [señalando a su hija] siempre me anda riñendo.
Hija: Esto no es vida. Trabajar sábados, domingos y fiestas de guardar. No poder estar con la familia ni con nadie, yo no lo quiero.
Herminia: No es vida para ti. Pero para mí sí, porque me gusta. Disfruto trabajando.
Yo: ¿Pero estás aquí siempre?
Herminia: No, descanso tres días. Al año.
Hija: ¿Quién quiere eso para sus padres? Yo nunca fui de vacaciones con ellos, no viajo con ellos, no puedo comer ni cenar con ellos.
Herminia: Pero mira, si estoy aquí no tengo accidentes de coche.
"Mi madre no es fácil de manejar", me cuenta su hija en un aparte, confirmando mis propias impresiones. "Es una mujer sin estudios, pero muy lista. Todo lo montó ella. Tomó las riendas del negocio y lo llevó hasta donde está ahora. Le sirve para mantenerse activa".
La incombustible Herminia se levanta cada día a las 4 de la mañana para trabajar y camina siete kilómetros diarios "de golfa". Antes de irnos le pregunto si le gustaría visitar Israel. "Sí, me gustaría ir con mi marido. Pero no solos, en excursión". Algo me dice que nunca lo hará: le costaría demasiado alejarse del horno que la hace feliz.
Un vídeo inédito de Azaña revive su famoso discurso de Barcelona
Un vídeo inédito de Azaña revive su famoso discurso de Barcelona
Un montaje une las imágenes de su intervención en la capital catalana con el sonido original
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De pie, con la cabeza alta y sin leer papel alguno, el presidente de la República, Manuel Azaña, se dirige a los políticos y personalidades congregados el 18 de julio de 1938 en el Ayuntamiento de Barcelona. Se cumplían dos años del intento de golpe de Estado que estalló en Guerra Civil. Azaña pronunció ese día su discurso más célebre, el de las tres pes, "paz, piedad y perdón". Fue una intervención de 71 minutos que intentó, de manera estéril, parar la sangría nacional. De aquel acto se conservaban, por separado, el archivo sonoro y unas pocas imágenes, apenas unos segundos, que grabó ese día la BBC para un reportaje sobre Barcelona. Ahora, 74 años después, la Universidad de Alcalá de Henares y la asociación cultural Foro del Henares han ensamblado ambas piezas en un conseguido montaje, inédito, de aquellas históricas palabras.
Jesús Cañete, estudioso de Azaña y coordinador de actos culturales en la Universidad de Alcalá, explica que las imágenes las localizó en la Filmoteca Nacional, en Madrid, mientras preparaba un trabajo sobre la historia de la ciudad complutense. Por otro lado, recuperó el audio, "que estaba remasterizado en el archivo de Radio Nacional". El resultado es un vídeo que se presentó en las jornadas sobre Azaña y Cataluña celebradas a finales de octubre en Alcalá, lugar de nacimiento de Azaña.
Para el historiador Santos Juliá, autor de la biografía Vida y tiempo de Manuel Azaña (editorial Taurus, 2008), este discurso, "el último que pronunció en su vida" el presidente de la República, fallecido en el exilio francés en 1940, abordó "la guerra entre españoles pero con la dimensión internacional que el conflicto había adquirido". Para el historiador, "Azaña pensó desde el principio que, sin la intervención de Francia y Gran Bretaña, la República no podía triunfar. Él no entendía la neutralidad de las democracias mientras Alemania e Italia ayudaban a Franco. Estaba convencido de que la derrota de la República sería el preludio de la derrota de Francia en la guerra europea que se avecinaba".
Avance franquista
A finales de 1937, meses antes de este discurso, el Gobierno republicano se había trasladado a Barcelona ante el avance de las tropas franquistas. El territorio controlado por el Ejecutivo estaba dividido en dos. La situación para la República era por lo tanto de "derrota inapelable", por eso Azaña habla de la necesidad de "una suspensión de armas bajo control internacional, que debía derivar en un plebiscito para que el pueblo español votara el régimen que quisiera", añade Juliá. "Este pensamiento le granjeó acusaciones de derrotista, cuando lo que buscaba era una rendición con garantías, aunque en aquel momento era algo ingenuo y muy complicado".
El historiador Santos Juliá dice que las palabras de Azaña le granjearon "acusaciones de derrotista"
Siempre con una dicción impecable y gran riqueza léxica, Azaña hizo a continuación "una llamada moral a que se reflexionara sobre el daño que estaba causando la guerra". Finalizó sus emotivas palabras con la conocida invocación a los muertos y su petición de paz, piedad y perdón.
Azaña pronunció aquel discurso sin llevarlo escrito. Tenía las ideas claras porque las había redactado en sus diarios y también había una parte importante de improvisación. Santos Juliá asegura que los discursos de Azaña son "un monumento a la oratoria". "Era impresionante la facilidad que tenía para desarrollar un pensamiento tan elaborado. Era un hombre que llegaba a la gente porque rompía con el tradicional discurso de los políticos, barroco y recargado". En su estilo, "unía el análisis político a la emoción por sus llamadas a la unidad y a la patria. Lo suyo no eran juegos florales".
Al día siguiente de aquel 18 de julio de 1938, la prensa contó lo vivido en el ayuntamiento barcelonés y "causó un impacto tremendo". Sin embargo, aquellos 71 minutos dramáticos no tuvieron ningún efecto político. "No paró la intención de Juan Negrín [el presidente del Gobierno], que pensaba que había que resistir y que si se lograba una victoria decisiva se cambiaría el curso de una guerra". Faltaban solo unos meses para el derrumbe de la República, certificado el 1 de abril de 1939. El hombre que había proclamado en la capital catalana: "A pesar de todo lo que se hace para destruirla, España subsiste", pasó a Francia el 7 de febrero de 1939, dimitió de su cargo veinte días después y falleció en Montauban el 4 de noviembre de 1940.
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