20 de febrero de 2012

Argentina cambiará la ley para acoger a científicos españoles

Argentina cambiará la ley para acoger a científicos españoles

El ministro de Ciencia destaca que reciben solicitudes por el sueldo y las instalaciones

Buenos Aires planea establecer un cupo anual para investigadores

El ministro de Ciencia de Argentina, Lino Barañao. / RICARDO CEPPI
Hace tiempo que Argentina decidió no resignarse a que inventen otros. Bajo el mandato de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner el país ha venido aumentando su Producto Interior Bruto en un promedio del 6% al año. El resultado es que desde 2003 se incrementó en diez veces el dinero destinado a financiar nuevos proyectos y en los últimos seis años han regresado 873 científicos argentinos al país. Ahora, también hay investigadores españoles llamando a la puerta. El encargado de abrirla es el ministro, docente y prestigioso investigador químico Lino Barañao, de 58 años, premiado por su participación en la clonación de animales genéticamente alterados para producir leche con hormonas de crecimiento.
“No las hemos cuantificado, pero tenemos solicitudes de becarios españoles que quieren doctorarse y también investigadores de España que desean radicarse aquí. Así como en otras épocas han ido los argentinos a trabajar a España, ahora podemos recibir a científicos españoles. Tenemos un centro binacional de genómica vegetal en Rosario que está en proceso de construcción, que ya tiene previsto la incorporación de españoles. La idea es ampliar esto a otras disciplinas”.
“Que empiecen a venir extranjeros nos toma un poco por sorpresa”
El problema sobrevenido son los trámites burocráticos necesarios para acogerlos y la posible protesta que se pueda generar entre los propios científicos argentinos en busca de becas y empleo. “Estamos tratando de modificar nuestra reglamentación para facilitar este proceso. No había una experiencia reciente sobre esto. Que empiecen a venir extranjeros nos toma un poco por sorpresa. También tenemos que establecer un cupo de acogida”, señala.
Los españoles y latinoamericanos de países vecinos no llegan solo atraídos por los más de 1.000 euros que puede cobrar un becario o los 2.800 que alcanza cualquier investigador, según Barañao, sino por la mejora en las condiciones de trabajo. “Hemos comprado equipos muy caros y ahora, gente que trabajaba en Alemania puede continuar aquí con sus investigaciones. Ahora la ciencia es mucho más costosa que antes. Hoy vemos la foto típica del doctor Leloir que fue nuestro primer Nobel de Química, donde aparece con un guardapolvo gris en una silla de madera atada con unos alambres y con cuatro tubos de ensayo... Podía ser una imagen romántica, pero no es para nada real. Y en realidad esa es la imagen que la gente tiene del científico aquí. Lo cual atenta contra las vocaciones en ciencias. Lo que estamos tratando de demostrar es que eso no es así, que se puede vivir bastante bien con esta profesión. Hoy por hoy no sería posible hacer ciencia en esas condiciones, lo que pasa es que en la época de la dictadura militar, aquella foto era muy útil para que los científicos no pidieran nada. Si el doctor Leloir con esa silla y esos cuatro tubos ganó el premio Nobel, ¿Por qué el resto no podía intentar lo mismo? Hablaban de vocación y esfuerzo, nada de recursos”.
Desde 2003, el país ha multiplicado por 10 el presupuesto en I+D
Ahora, para atraer la inversión del capital privado, Barañao pretende difundir la idea de que gracias al ingenio, a la idiosincrasia del argentino, “iconoclasta y propenso a encontrar soluciones alternativas”, en este país una empresa puede resolver ciertos problemas de forma más eficiente y rápida que en otros lugares.
El ministro comenta que normalmente los equipos de alumnos argentinos siempre están entre los 20 primeros en los concursos internacionales de programación, a pesar de que no cuentan ni con las inversiones ni los medios que otros países. “Hay un caso que explica por qué suelen ganar los argentinos en este tipo de competiciones. Hace varios años había un concurso en el que participaban tres programadores por país, una sola computadora y un problema a resolver con un límite de tiempo. Y un grupo de chicos argentinos desarrolló un programa que permitía dividir el teclado en dos y que dos pudieran programar al mismo tiempo, con lo cual trabajaban al doble de velocidad y les ganaron a los otros. No era ilegal, pero era algo que no se le hubiese ocurrido a nadie”.
Pero para conseguir resultados en el campo de la innovación tecnológica no basta solo con el ingenio. Se necesita una buena planificación cuyo modelo no se corresponde necesariamente con el de Estados Unidos, ni Alemania ni con el de Brasil. “Esto es mucho ensayo y error. Con la innovación sucede lo mismo que con las dietas. Si uno va a Google y busca la palabra innovación hay miles de libros. Pero si uno de ellos funcionara de verdad no habría tantos. Entonces, creo que la única salida es profundizar en la experiencia local”.

Lecciones de chimpancés

A la hora de manejarse en política, un científico experto en clonaciones como Lino Barañao, que luce corbata de ovejitas en la entrevista, asegura haber aprendido algo vital con los documentales científicos sobre chimpancés de la naturalista británica Jane Goodall. Sobre todo, aprendió a negociar, a mantener equilibrios de poder.
“Cuando hay un macho alfa y varios machos beta que quieren competir, se produce toda una estrategia para proteger al macho beta en una situación de relativa satisfacción: dando, avanzando y retrocediendo; así se garantiza la coherencia del grupo. Uno no genera el conflicto con el macho beta, tampoco lo castiga ni lo premia sistemáticamente, sino que de forma esporádica le da la razón y trata de que entienda cuál es la pirámide de poder en la que tiene que acoplarse. Otra lección es que, cuando uno se enfrenta a otro de mayor poder, tiene que ser muy cauto para no entrar en una situación en la que el otro no tenga una salida honrosa. Nunca se debe encajonar al otro para que deba reconocer que se equivocó o que tenga que retroceder. Esto también se estudia en la teoría de juegos como el equilibrio de Nash. Uno siempre tiene que estar pendiente de cómo mantener su postura de forma tal que le dé la razón al otro, pero en definitiva haga lo que uno quiere. Es un poco maquiavélico en cierto sentido, pero es lo que garantiza la convivencia pacífica. En toda negociación tienes que saber cuáles son las piezas que uno puede sacrificar y las que no”.
Barañao tiene la habilidad suficiente para caer bien entre sus compañeros de Gobierno, que no aprecian en él ninguna amenaza a sus cuotas de poder, y al mismo tiempo se le observa como alguien cercano al que uno se puede encontrar en cualquier momento haciendo la compra en el supermercado.
“Yo sé que al día siguiente de dejar de ser ministro voy a volver al llano y no quiero tener un síndrome de abstinencia que me torture. Sigo dando clases a mis alumnos y eso me ayuda a mantener conciencia de lo transitorio que es esta función. Como decía el ex presidente Kirchner, somos individuos comunes con responsabilidades extraordinarias. Uno le debe algo a esa empleada del supermercado que te cobra y ella espera que el trabajo de uno le mejore la condición de vida. Me parece que es muy importante no perder de vista la gente para quien uno hace las cosas”.

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