24 de agosto de 2017

La triple alianza

HERMANN TERTSCHSEGUIR


La triple alianzaHermann Tertsch

La eliminación física del último y principal asesino es un consuelo menor como final de la caza de los autores y responsables directos
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Com la muerte a tiros del conductor de la furgoneta del atentado en las Ramblas parece concluida la operación contra el comando islamista que causó tanto horror. La eliminación física del último y principal asesino es un consuelo menor como final de la caza de los autores y responsables directos. Pero los acontecimientos habidos desde la salvajada del pasado jueves han abierto para España un abismo de interrogantes y zozobras. Más allá del dolor genuino, de las ceremonias voluntaristas, de tanto gesto tan solemne como inútil, de la hipocresía de tantos y las cataratas de palabrería huera de casi todos los políticos y los medios, este atentado en el corazón de Barcelona ha revelado hasta qué punto España está herida y humillada. Hasta qué punto el terrible legado de la dictadura que es la tolerancia de lo intolerable ha marcado las formas de pensar y actuar de los políticos y la sociedad entera. Hasta qué punto hemos rebajado con la subcultura de la transgresión nuestra voluntad de autodefensa y hasta nuestro instinto de supervivencia. Hasta qué punto el separatismo ha articulado ya una lógica de la ignominia muy similar a la del islam con sus enemigos, en el sentido de que, en nombre de la causa, todo vale para hacerles daño. La integridad moral ha sido abolida para esta fase decisiva de su guerra contra la unidad de España.
La matanza de Las Ramblas ha sido desgarradora. Pero cuando las escenas de sangre se retiren aparecerá el lodazal de amargura por errores, culpas, reproches, debilidades, deslealtades y bajezas que han marcado la realidad española de estos cinco días. Y odio. No habrá decisiones útiles ni consecuencias efectivas en lo que a la amenaza del lento estrangulamiento de las libertades en las ciudades europeas. Por parte de unas comunidades musulmanes que en muchas urbes ya imponen su voluntad en la cotidianidad en los espacios públicos. Se ignorará que una parte, quizás no mayoritaria pero considerable, ni condene ni lamente estas gestas bélicas que para muchos son hitos de ese avance del islam por Europa. El avance lo celebran todos. Lógico. Desde el peor al mejor musulmán, todos consideran que su fe y el sometimiento a Ala, la sumisión, hace mejores a los seres humanos. Nos quieren imponer lo mejor. Con cierta presión para quienes, confundidos, se resistan.
La sociedad española no tiene idea, creencia ni pensamiento capaz de movilizarla para resistir y frenar la expansión de dichas leyes de Alá. Por mucho que las considere brutales e inhumanas. Y si surgieran, los sofocarían los mecanismos políticos del consenso dominadas por un rechazo radical y veto cultural a liberarse de dogmas de la exaltación ilustrada. Como la arrogancia que presupone que el musulmán quiere integrarse. Preocupante es la incapacidad de los políticos de articular un discurso ante la evolución real del asalto demográfico del Islam a Europa. Y alarmante es la complicidad de la izquierda con los sectores radicales de ese islamismo. En varias ciudades se ha negado a condenar el atentado. Separatistas, islamistas y comunistas unidos en la cuchillada a la España constitucional. La triple alianza. La «cooperación antiimperialista» de comunistas e islam es algo de lo que han reflexionado desde el terrorista Carlos Ilich Ramírez a su admirador y gurú de Podemos, Jorge Verstrynge. El propio Pablo Iglesias lo simboliza bien como receptor de fondos tanto de los ayatollahs como del comunismo chavista. Y lo representan bien periodistas de izquierdas que en las televisiones basura en España señalan a periodistas críticos como enemigos del islam. Como animando a sus fanáticos socios al trabajo sucio. Cierta izquierda española parece ya compartir con los islamistas más que su odio a España, la libertad y a Occidente.

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