13 de agosto de 2017
La huella de España en EE.UU.: El fin de la presencia de España en los Estados Unidos
Con este texto Borja Cardelús pone punto final a esta serie, en la que ha relatado el papel de nuestro país en la gestación de Norteamérica
España había ayudado decisivamente a los rebeldes norteamericanos en su emancipación de Inglaterra, y ahora se encontró en La Florida con un nuevo vecino: los flamantes Estados Unidos. No es un vecino cómodo. Lo saben los mejicanos, porque esa vecindad les supuso perder dos millones de kilómetros cuadrados, y pronto verán levantarse un muro separador en la frontera.
España sufrió mucho en su frontera floridana, por la incontenible fuerza expansiva de los colonos norteamericanos. La Florida y la Luisiana, de dominio español, estaban condenadas a pasar a sus manos, y aunque España resistió innumerables embates, lo cierto es que el día 10 de julio de 1821 se arriaba la bandera española en La Florida y se izaba la enseña norteamericana. Unos años más tarde, España, ya un Imperio en plena descomposición, perdería todas sus posesiones en el Oeste a raíz de la independencia de México. Bravamente se resistieron los pobladores de Nuevo México, que ni querían ser mejicanos ni norteamericanos, y en esa admirable fidelidad hacia sus orígenes españoles siguen.
España salió pues de los Estados Unidos, pero con los deberes bien hechos y la cabeza muy alta. Sus exploradores habían reconocido todo el territorio, dejando nombres para la historia, como hemos ido viendo en esta Serie: Ponce de León, Cabeza de Vaca, De Soto, Coronado, Menéndez de Avilés, Serra, Oñate… Había organizado la tierra nombrando gobernadores y funcionarios, había traído colonos, establecido ranchos, levantado fuertes y monumentos, y fundado numerosas ciudades: San Agustín, San Antonio, Los Angeles, San Diego, Santa Fe, Alburquerque… Nombres que subsisten y que son todo un homenaje a la presencia española.
Y sobre todo, había dejado una profunda huella cultural. Tuvieron suerte los indios situados al Oeste del Misisipi, como no la tuvieron los que vivían al Este del gran río. Porque aquí llegó una legión de colonos ingleses, que ignoraron por completo a los indios. No se interesaron por su forma de vida, ni por su cultura. Solo les importaron sus tierras, y se hicieron con ellas por todos los procedimientos posibles, nunca pacíficos.
Por eso tuvieron fortuna las naciones caídas bajo el dominio de España, que se ocupó de ellos, porque así lo había dispuesto Isabel la Católica, y porque así lo imponían las Leyes de Indias, que ordenaban estrictamente cómo había de tratarse a los indios en el Imperio español: como vasallos libres; conservando sus tierras; elevando su nivel cultural mediante la enseñanza; instruyéndolos en nuevos cultivos, técnicas y herramientas agrícolas; adiestrándolos en la cría y manejo de vacas, ovejas y caballos; capacitándolos en oficios nuevos: carpintería, albañilería, cueros…; apartándolos de las idolatrías, no pocas veces sanguinarias, y convirtiéndolos a la fe católica.
Con esas miras construyó España para ellos cientos de Centros de Capacitación en Estados Unidos, llamados Misiones. Tras diez años de aprendizaje ya estaban incorporados a la civilización occidental. Eso, y solo eso, les pudo salvar de la extinción cuando aparecieron desde el Este los insaciables colonos acuciosos de tierras.
Pareciera lo dicho un cuento de hadas, pero los hechos son implacables: no quedan tribus indias al Este del Misisipi, el área inglesa. Los únicos indios vivos en Estados Unidos son los descendientes de los que vivieron bajo el amparo español, en el Suroeste, y a fe que forman hoy comunidades pujantes, plenamente integradas. Esa es la verdadera herencia de España, unánimemente acusada por la Leyenda Negra de exterminar a las poblaciones nativas. La realidad del mapa actual de las tribus indias en los Estados Unidos es tozuda: Solo quedan indios donde estuvo España, no los hay donde estuvo Inglaterra.
Por eso España salió con la cabeza muy alta del territorio. Encontró en Estados Unidos un continente inédito y lo incorporó a la geografía planetaria. Halló unas poblaciones ancladas en la prehistoria y las subió al carro de la historia. Y todo lo hizo no con conquistadores, sino con misioneros. No con la espada, sino con la palabra y la cruz. España colonizó Estados Unidos y logró la supervivencia de las tribus indias, eso es lo más meritorio de su rico legado.
Todo esto es lo que simboliza la bandera española que ondea en San Agustín, sobre el Castillo español de san Marcos.
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