17 de marzo de 2017

«El fraude a favor del Frente Popular afectó a 50 escaños en las elecciones de 1936»

Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa:

«El fraude a favor del Frente Popular afectó a 50 escaños en las elecciones de 1936»

Un libro documenta la campaña y el recuento de las elecciones de febrero de 1936, última cita con las urnas antes de la Guerra Civil
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Manifestación celebrada después de las elecciones de 1936, con guardias y público con el puño en alto - Martín Santos Yubero

«España se ha vuelto Coruña», afirmó Alcalá-Zamora para ilustrar el extraño vuelco en muchas provincias españolas durante las elecciones que llevaron en 1936 al Frente Popular al poder. Una investigación de cinco años de dos profesores universitarios de la Rey Juan Carlos ha demostrado ahora que lo que ocurrió en la ciudad gallega no era un milagro, sino los resultados de un fraude orquestado para que la izquierda lograra una victoria por mayoría absoluta. Lo mismo que en el resto del país: al menos 50 escaños cambiaron de color esos días ante la pasividad de Azaña y la presión de la calle.

En «1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular» (Espasa), Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García reconstruyen hora a hora el recuento de la controvertida campaña y desmontan el mito de la Segunda República como un paraíso democrático. Más votos que votantes censados, lacres rotos, papeletas que aparecen y desaparecen, tachaduras, borrones y raspaduras en los sobres... «Cuando empezamos esta investigación éramos escépticos sobre la profundidad del fraude. Sabíamos de irregularidades en dos provincias concretas, pero no estaba en nuestra hipótesis de partida que el fraude pudiera alterar los resultados tanto. Los datos han demostrado que la victoria del Frente Popular en la primera vuelta solo fue posible con esta falsificación», explica Roberto Villa García, especializado en historia electoral.

Dimite Manuel Portela
No obstante, la investigación de estos profesores de la Universidad Rey Juan Carlos va más allá del fraude electoral o de la violencia callejera (al menos 41 muertos y 80 heridos de gravedad) que presidieron esas semanas. Su libro es una crónica política de las turbulencias que vivió España desde que Niceto Alcalá-Zamora negó la posibilidad de que el candidato de la CEDA José María Gil Robles formara gobierno, hasta la convocatoria de unas elecciones cargadas de discursos agresivos y apocalípticos donde la izquierda se presentó en el bloque conocido como Frente Popular.
Si bien la jornada electoral estuvo marcada por un despliegue policial que evitó graves incidentes, las presiones llegaron con el recuento y con los sucesos entre el día 16 y 19 de febrero. Tres días de violencia en las calles forzaron a dimitir al liberal Manuel Portela, presidente del consejo de Ministros, dejando en manos de Manuel Azaña el papel de garante de los comicios.
«El presidente no soportó la presión que ejercieron sobre él, sobre todo a consecuencia de la violencia callejera y de la intimidación. Cuanto más se ajustaba el resultado en sitios como Cáceres, Valencia o Málaga, la situación se hacía más insostenible. La izquierda pensaba que si conseguía echar al Gobierno actual podría asegurar la victoria durante el recuento», sostiene Manuel Álvarez Tardío, profesor titular de Historia del Pensamiento Político.
También el nuevo presidente del Gobierno, Manuel Azaña, fue engullido por aquella oleada en cuestión de horas. «Alcalá-Zamora se quedó completamente solo y pensó que un gobierno moderado de izquierda podía controlar la violencia, pero ocurrió todo lo contrario», narra Villa García sobre una decisión que solo avivó las llamas. En la misma noche que accedió al Gobierno, Azaña se vio obligado a salir a la Puerta del Sol a contener con sus palabras una enorme manifestación. Poco después de abandonar el balcón, el político republicano reconoció ante Martínez Barrio la dificultad de contener la presión de la izquierda obrera pues, si se respetaba la legalidad, saldría «a motín por día».
Con la permisividad de Azaña, la izquierda radical ocupó el espacio dejado por los gobiernos civiles que «huyeron» tras la dimisión de Portela. El verdadero fraude que permitió al Frente Popular lograr la mayoría absoluta en primera vuelta llegó aquí con la apropiación de la documentación original de los resultados electorales en los días 19, 20 y 21 de febrero.

Un baile de 50 escaños

A diferencia de hoy en día, una pequeña cantidad de votos bastaba para llevarse la representación de toda una provincia. «No hizo falta un pucherazo o un fraude masivo, simplemente se falsificó la documentación o se hizo desaparecer para que no llegara nunca a las Juntas Provinciales de Censo», sintetiza Villa García. El resultado de la falsificación fue que en provincias donde había ganado de forma rotunda las derechas, véase La Coruña, Cáceres, Lugo y Tenerife, terminó venciendo el Frente Popular. Mientras que en otras donde se daba una situación de empate técnico desapareció un determinado número de actas.
«Cuanto más conozcan los lectores lo que ocurrió en estas elecciones más van a reafirmar sus convinciones democráticas. Se darán cuenta de lo frágil que es mantener la Democracia»
El segundo capítulo del fraude electoral lo protagonizaron las Cortes. Presionados por la izquierda socialista y los comunistas, la comisión encargada de revisar las actas anuló 23 escaños a la derecha, mientras que todas las provincias donde había habido manipulación fueron validadas. «Cuanto más conozcan los lectores lo que ocurrió en estas elecciones más van a reafirmar sus convinciones democráticas. Se darán cuenta de lo frágil que es mantener un sistema democrático», señala Álvarez Tardío.
Lo más sorprende de la investigación del libro editado por Espasa es que no se basa en el descubrimiento de documentos inéditos, sino que emplea sobre todo fuentes de acceso público. ¿Por qué nadie se había embarcado antes en un trabajo así? «Es un proyecto muy ambicioso que requiere una técnica minuciosa, pero tampoco vamos a negar lo evidente: estas elecciones siguen teniendo un sesgo ideológico tremendo. Se ha podido estudiar sin problema el fraude durante la Restauración monárquica y ahora se revisa lo que llaman la mitificación de la Transición. Y sin embargo, este tema sigue formando parte del mito referencial de la izquierda», opinan los autores de un riguroso análisis que no pretende dejar a nadie indiferente.

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